Durante las últimas dos semanas, ha ocurrido un cambio en el tablero político que ha tomado por sorpresa a propios y a extraños, si bien el tema se ha centrado en el crecimiento exponencial en redes, por lo menos, del apoyo a la eventual candidatura de Xóchitl Gálvez, lo cierto es que los avances en la definición del método para la selección por parte del Frente Amplio por México no es un asunto de menor envergadura. El crecimiento del apoyo a la senadora podría agregar tensiones inesperadas que si el partido en el poder no preveía, los que se veían como posibles beneficiarios de la candidatura en el Frente tampoco.
Esto coloca al Frente Amplio en un reto similar al que tiene Morena frente a sí. De hecho, es el reto constante para cualquier institución humana: el reto de la unidad.
En la Biblia hay numerosos llamados a la unidad, y en la historia de la Iglesia sobran los ejemplos de los estragos del rompimiento de la unidad. La institución básica de la sociedad, la familia, no es ajena a ese reto. Para ejemplo baste recordar que un axioma extendido entre católicos es el de “la familia que reza unida, permanece unida”. Cada uno podría evocar muchas historias de familias divididas por multitud de causas, y las heridas emocionales de la ruptura de la unidad familiar son, por desgracia, incontables. En pocas palabras, el principio de “divide y vencerás” es uno de los más repetidos para lograr vencer al enemigo, a la inversa, mantener la unidad es esencial para no ser vencido.
Ese es precisamente uno de los reclamos más sentidos que se le hacen al actual titular del Ejecutivo que se ha aferrado a un discurso contrario a la unidad al utilizar calificativos que buscan denigrar a quienes no están a su favor lo cual ha sido negativo para México. La adopción de ese discurso revela como pocas cosas que en su interés no ha estado cumplir la función para la que fue electo que ser presidente, pues el presidente lo es de todos los mexicanos, no nada más de aquellos que lo llevaron con sus votos al puesto.
Con todo, ni el titular del Ejecutivo ni su partido son ajenos al reto de la unidad. Pues con todo y las fotos que se toman en el “festejo” por cinco años de haber ganado la presidencia se puede afirmar que están verdaderamente unidos. Marcelo Ebrard varias veces ha hecho declaraciones que dejan ver su desconfianza y podrían acabar con una ruptura abierta o quizá soterrada, y la segunda opción tampoco sería deseable para el partido en el poder.
Por otro lado, los acontecimientos recientes en el PRI con la renuncia de 4 senadores (Osorio Chong, Ruiz Massieu, Ávila y Mayorga) que se suman a la desbanda en Hidalgo donde lo han dejado 8 diputados locales, 23 secretarios de comité, 15 alcaldes, 70 síndicos y 100 mujeres militantes no resultan preocupantes para su presidente Alejandro Moreno, pues se dice que el partido está a punto de implosionar, y más luego de la pérdida de la gubernatura del Edomex.
No obstante, el empecinamiento de Alito en seguir encabezando al PRI no sólo está resultando caro para esa organización política, sino para el Frente Amplio. El PRI de Alito podría ser un lastre para el Frente Amplio más que una ayuda porque desde lejos parecería que las famosas estructuras del PRI y los votos que “prestó” a Morena para el amplio triunfo en 2018 se han evaporado y sólo ofrecen los anhelos de lo que fueron.
Por su parte, el Frente comenzó con una lista enorme de posibles candidatos, en pocos días parecería estar en un escenario contrario. No faltan las voces a las que les gustaría usar un equivalente a la proclamación de “santo súbito” que alguna etapa de la Iglesia sustituía al proceso de canonización por la aclamación popular y así designar ya al quien hoy parece puntera.
Con ello, están perdiendo de vista dos aspectos, el primero, es que si el proceso resulta funcional y transparente, abonará a quien quiera que gane por ese medio la candidatura, sí representa con mayor legitimidad a los ciudadanos más que a los partidos. El segundo aspecto es que la medida en que se juegue bien y se juegue con varios candidatos se saldrá ganando, pues incluso en el enfrentamiento se podrá “pula” la candidatura final. Ese “entrenamiento” es todavía más importante porque quien encabece el Frente estará bajo un ataque brutal por parte del aparato del poder.
Sin embargo, no se puede descuidar el otro componente de la unidad que será el proyecto de nación. Esa unidad no se sostendrá si sólo se basa en encontrar una figura que en la narrativa parece tener con qué romper el monopolio discursivo de Morena. Si el proceso de selección del Frente Amplio por México se enfoca sólo a eso, podría parecer exitoso en la superficie; pero será un espejismo cuya falsedad se revelará en las elecciones.
Es verdad que millones de ciudadanos encuentran suficiente motivación para apoyar al Frente con el sencillo argumento de “estar en contra de Morena”. Pero al observar las reacciones ante varias de las “bajadas” de candidatura se puede ver que es una ilusión creer que hay uniformidad en los valores, intereses y sobre todo prioridades de cada uno de los millones de votantes que no están de acuerdo con el rumbo que el país tiene.
El camino del Frente debe entonces recorrerse en dos carriles: el de la candidatura y en el proyecto de nación. El proyecto de nación deberá tener la virtud de ubicarse en el área de las convergencias, es decir, en esa amplia gama de puntos en común (que son muchos más) y dejar fuera los puntos controversiales. Todos deberemos ceder en algo en favor de la unidad, pero los sacrificios deben ser razonables y a cambio de algo lo suficientemente valioso. Eso no lo puede garantizar una candidatura, eso lo ofrece un proyecto más amplio.
Por lo tanto, la unidad más importante en este momento es la unidad de la ciudadanía que no es nueva, pero que desde el ataque al INE para tratar de destruirlo logró una cohesión nunca antes vista en la historia de México. Esa es la que hay que hay que impulsar y proteger porque sí tiene el potencial para convertirse en el motor que mueva al país. Esa es la unidad que se tiene que lograr porque el ganar las elecciones en 24 es sólo el primer paso que permitirá trabajar unidos por un México más libre, más justo y con seguro.
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