Es imperativo comenzar a subsanar los daños acumulados y salvar a más mexicanos de la tentación de caer en conductas ilícitas por falta de otras oportunidades.
Como cada primero de enero, el santo padre dio a conocer su mensaje en la Jornada de la Paz, que este año corresponde a la edición LV. Y al igual que en otras ocasiones, la invitación a la reflexión que hace el papa Francisco arroja interesantes tópicos que se pueden convertir en guía para los mexicanos durante 2022.
Entre el cúmulo de problemas que asolan a la nación, pocas veces consideramos que la carencia de paz es uno de los síntomas más significativos de la descomposición social. Es cierto que tenemos conciencia de que vivimos en una sociedad con altos niveles de violencia, sobre todo, en algunos estados donde el crimen organizado ha ganado terreno como nunca antes en la historia. Sin embargo, no son la única forma en que se atenta con la vivencia de la paz.
En los últimos años se ha instalado en la sociedad una creciente división, empezando con adjetivos peyorativos y separatistas que se usan constantemente desde la conferencia diaria de cada mañana los cuales son retomados por muchos en redes y en el diario convivir. Los motivos para la división no son sólo aquellos de corte político propiamente, se ha pasado a la división en temas de salud, de lecturas, de aficiones musicales. Casi cualquier tema es pretexto para buscar separación y conflicto incluso entre quienes se consideran cercanos. El ambiente de crispación constante en el que vivimos podría resultar útil a algunos en el corto plazo, pero de ninguna manera es positivo ni favorece al desarrollo personal y comunitario, eso sin hablar de otras problemáticas más profundas como la violencia intrafamiliar que crece día a día.
Por ello, la reflexión papal resulta sumamente oportuna para hacer un alto en el camino y replantearnos qué queremos como sociedad para nosotros mismos y para nuestro futuro a través de los tres ejes que se plantean: diálogo entre generaciones, educación y trabajo.
El papa destaca: “Los grandes retos sociales y los procesos de construcción de la paz no pueden prescindir del diálogo entre los depositarios de la memoria ―los mayores― y los continuadores de la historia ―los jóvenes― […]”. Abrir este diálogo, en nuestro país, es necesario por una parte para tener una visión más realista de cómo enfrentar los variados problemas que se tienen, porque aunque en el día a día parecen inéditos, lo cierto que es que como nación ya hemos enfrentado (en algunos casos superado) muchos de ellos: la inflación, la crisis económica, el intento de estatismo, la sumisión de los poderes judicial y legislativo al ejecutivo, por mencionar algunos del ámbito político. La combinación de la experiencia de aquellos que recuerdan cuánto costó superar o intentar superar esas trabas con las nuevas ideas que los jóvenes puedan proponer puede convertirse en la oportunidad de encontrar mejores soluciones que las logradas en el pasado reciente y consolidar así instituciones más sólidas y duraderas que nos garanticen un ambiente más propicio para esa paz de la que habla el santo padre. Ese diálogo debemos fomentarlo en todos los ámbitos.
En cuanto a la educación, la reflexión papal apunta: “[…] la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso”. Y si hay algún renglón en que México no sólo nunca ha llegado a estar al nivel de otras naciones, sino que ha ido en franco retroceso en estos tres años es en estos. En el área de la instrucción, desde el inicio de este sexenio se plasmaron cambios en la legislación que fueron simples pagos de lealtades a cierto sindicato, y a ese deterioro se suman las decenas o quizá ya centenas de pequeños atentados desde la desaparición de las escuelas de tiempo completo, hasta la disminución escandalosa de presupuestos para instituciones educativas públicas que las vuelven inoperativas y el franco ataque a otras. Pero como bien señala el papa, instrucción debe ir de la mano de educación y en ese renglón como sociedad tenemos muchos pendientes para lograr que desde la familia eduquemos con miras al “cuidado” del otro y también el cuidado de la casa común. Sin duda, un reto que no deberíamos posponer ni un día más si queremos alejar el conflicto intrafamiliar y acercar a las personas de cada comunidad.
Por último, el mensaje papal aterriza en uno de los aspectos más plenamente humanos en la construcción de la paz: el trabajo. El papa invita: “Tenemos que unir las ideas y los esfuerzos para crear las condiciones e inventar soluciones, para que todo ser humano en edad de trabajar tenga la oportunidad de contribuir con su propio trabajo a la vida de la familia y de la sociedad”. Este tema no es prioridad real del gobierno actual que ha sido más bien partidario de promover las dádivas y ha dificultado la creación de empresas y empleos, lo cual, ciertamente, dificulta los esfuerzos sociales; pero precisamente por eso, debe ser todavía más fuerte la manifestación de todos los mexicanos para exigir que esta situación se revierta lo más pronto posible. Es imperativo comenzar a subsanar los daños acumulados y salvar a más mexicanos de la tentación de caer en conductas ilícitas por falta de otras oportunidades.
Es así que la invitación del papa a través de estos tres ejes ofrece espacio tanto para la reflexión como para vertebrar los variados esfuerzos que como mexicanos debemos hacer para salir de las múltiples crisis que enfrentamos. Por lo cual, tener guía de la construcción de la paz en nuestra patria es una excelente idea que nos puede ayudar a unirnos y avanzar conjuntamente hacia un futuro más promisorio.
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