El ciudadano pierde frente a los partidos

El sistema político mexicano es un sistema de partidos. En plural, aunque durante muchos años hubiera una preminencia de un partido político de manera hegemónica. Sobre esa base, fue que se construyó el aparato electoral mexicano que tanto se ha alabado; pero que si de algo se le puede acusar es precisamente de minimizar al ciudadano frente a la estructura partidista tanto en su búsqueda de candidaturas independientes como en la posibilidad de crear nuevos partidos de manera efectiva.

La transición democrática lograda en el año 2000 se dio gracias tanto a una disidencia muy bien estructurada que eventualmente dio lugar al Partido de la Revolución Democrática (PRD) que se escindió del PRI, como al impulso que se dio al Partido Acción Nacional (técnicamente el más antiguo partido en el sistema), gracias a ciudadanos de muchos extractos, y en particular del mundo empresarial. Ellos fueron los que pusieron las reglas dificultando la creación de nuevos partidos (ya existían antes de 2000 el PT, el Verde y Movimiento Ciudadano con otro nombre) y el único que logró exitosamente crear uno, fue la escisión del PRD que se dio cuando López se cansó de tener limitaciones a su poder y estableció Morena. 

Morena nace así con todas las ventajas del sistema de partidos. Y la principal ventaja de la que saca provecho es de que el partido es el vehículo para que los individuos lleguen a los puestos de poder con el voto ciudadano; pero no existen mecanismos que una vez en el puesto los “aten” ni al partido ni a la ciudadanía que los favoreció con su voto. En pocas palabras se pueden bajar tranquilamente del vehículo que los llevó a la curul y subirse a otro ya sea por convicción, por coacción o por conveniencia. Es evidente que así Morena ha sido capaz de aglomerar a políticos de todas las fuerzas previas sin el menor rigor ni pudor en sus adhesiones, no antes de las elecciones sino ya con las elecciones ganadas.

En estas últimas elecciones el voto ciudadano ha resultado doblemente agraviado primero por el truco legaloide planeado desde el registro de candidatura de Morena y aliados que encontró eco en el INE y en el Tribunal para otorgar una sobrerreprentación groseramente alejada de la voluntad popular. Pero el segundo agravio de este sistema partidista sin responsabilidad frente a la ciudadanía se ha dado desde la defección de los únicos dos senadores que llegaron por el PRD incluso antes de tomar posesión. Es evidente que ese segundo agravio se le puede poner nombre y apellido, como sucederá en caso de que la Reforma al Poder Judicial pase con el voto cómplice de algún otro senador o esto pase más delante de nuevo. 

Se puede argumentar que los legisladores no pueden renunciar ni a su independencia personal ni a la voz de consciencia y que por eso pueden en un momento dado dar la espalda al partido de los postuló y actuar de manera independiente. Incluso podría haber el que diga que deja el partido que lo llevó al poder para dar la cara de manera más cercana a la ciudadanía que lo eligió. Pero eso además de que muy pocas veces pasa, los diputados y senadores en general no dan cuentas ni están de manera efectiva al lado de sus electores (y los que llegaron bajo la figura plurinominal ni siquiera pueden argumentar eso), eso podría darse en un clima de regularidad democrática y hoy México no vive un clima así. En ese renglón también entra que sean objeto de chantajes, lo cual tampoco justifica del todo puesto que se sabe de ese riesgo cuando se entra en política. 

El escenario es ciertamente desalentador porque en el mejor de los casos los partidos actuales seguirán siendo la única opción de acceder a los puestos de elección popular y seguirán llegando personas que legalmente seguirán siendo libres de brincar a otro partido sin consecuencia alguna ni para el partido que los postuló ni para ellos mismos. En el peor de los casos, cada vez habrá menos vehículos para postular porque la fuerza de gravedad que está ejerciendo Morena para atraer individuos y partidos satélites parece crecer a cada minuto.

La indefensión institucional de los ciudadanos frente al poder crece cada día y el debilitamiento del Poder Judicial y de los órganos autónomos se suma a esa realidad de traiciones y defecciones en las Cámaras. Por eso, hoy más que nunca es necesario que los ciudadanos encuentren la fuerza de unión en otros cuerpos intermedios como las asociaciones profesionales, empresariales, de vecinos y otra más que se pueden ir articulando, para ir creando entramados que probablemente no reviertan en el corto plazo la situación; pero en la medida en que los fortalezcamos sean como los manglares que en las costas evitan el desgaste de la zona y aminoran los efectos de los huracanes. Hoy toca construir esos manglares para que los ciudadanos dejen de estar solos e indefensos. 

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