No sólo la Iglesia como institución juega un papel en la vida social y política, sino que nadie más está alzando la voz con esta claridad y con un programa claro de trabajo.
A raíz del asesinato de dos sacerdotes jesuitas que por defender a un guía de turistas de la zona fueron asesinados por el Crimen Organizado, se convocó a una la Jornada de Oración por la Paz, la cual concluyó el 30 de julio. Sin embargo, el pasado 11 de agosto, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dio las siguientes etapas de este oportuno y necesario llamado por la paz: los Diálogos por la Justicia y la Reconciliación por la Paz.
Por inverosímil que puede sonar, en las pocas semanas que han pasado desde los trágicos eventos en Chihuahua, la situación general de inseguridad ha empeorado y lo ha hecho de varias maneras. La primera es porque efectivamente los números de personas asesinadas siguen creciendo, aunque el titular del Ejecutivo con su acostumbrado dejo burlón diga que no son 260 sino únicamente 196 durante el fin de semana del 13 y 14 de agosto o presente gráficas alteradas que donde se “pierden” dos mil muertos que sí aparecían en gráficas presentadas anteriormente.
La segunda es porque los eventos de violencia han ido creciendo y cada vez alcanzan más a la población civil llegando a perfilarse como muchos de esos eventos como actos de terrorismo. Las zonas en manos de los diferentes grupos del crimen y el control que ejercen en muchas comunidades sigue aumentando.
Y finalmente, porque ha crecido la percepción de que la ventana para contrarrestar el avance del Crimen Organizado si no se ha cerrado, está a poco de hacerlo. Entre las palabras de la alcaldesa de Tijuana pidiendo básicamente que los criminales se “pongan con uno de su tamaño”, pero no con la población civil hasta la insistencia en consolidar la militarización como parte de la escasa y fracasada política de seguridad, pasando con la idea de hacer mañaneras y reuniones de seguridad también los sábados, que apunta más callar a los opositores llenando de más ruido para distraer de los hechos y los muertos.
El planteamiento de la CEM destaca precisamente que lo que motiva a continuar es: “la ausencia de espacios de expresión y debate público sobre los problemas de interés nacional y los clamores expresados por la mayoría, como son: el reclamo por la violencia que azota nuestro país, unido a la impunidad crónica y la corrupción del sistema de justicia”. En otras palabras, el Episcopado mexicano con su profundo conocimiento del país y de los comportamientos humanos atina a señalar lo que la sociedad requiere y lo hace con mayor claridad que otros muchos actores políticos y sociales.
Esa falta de liderazgo y vertebración de un diagnóstico por parte de los actores políticos agranda el problema pues parece que todo se reduce a reclamar y denostar al gobierno y se omite el señalar que hemos caído en un estado de parálisis general que facilita también el avance del Crimen Organizado. Por eso, esta propuesta es valiente y necesaria, porque parte del diagnóstico correcto e impulsa acciones claras que si las abrazamos con entusiasmo pueden iniciar un movimiento importante entre los ciudadanos para contrarrestar tanto la política fallida del gobierno como fortalecer los lazos entre las personas para resistir el embate del crimen, es sentir la fortaleza de plantarle cara dejando atrás al miedo porque no se está solo, sino avalado por una comunidad.
Así la propuesta se centra en abrir espacios de intercambio a través de: Jornadas de Oración con intenciones específicas que buscan pedir a Dios Nuestro Señor, que está presente en el caminar de su pueblo constantemente, pero que justamente en la unión de la oración de los fieles se va manifestando de manera particular. Cada tercer domingo del mes nos uniremos por: los que padecen extorsión; luego por los adolescente y jóvenes reclutados por la delincuencia; el siguiente para erradicar la impunidad y la corrupción del sistema judicial, y finalmente, en vísperas de la celebración de la Virgen de la Guadalupe para agradecerle a Ella que es el emblema de la unidad nacional.
La segunda propuesta se centra en abrir conversatorios por la Paz en las parroquias y grupos laicales para abordar también desde la atención humana las problemáticas que se enfrentan en las localidades. Estos espacios tienen el potencial de tener valiosos frutos pues parten de la situación local, pueden potenciar respuestas que van desde lo inmediato y aportarán el entramado desde el cual se puede recuperar el tejido social y eventualmente reconstruir a nivel estatal y federal.
La tercera se llama Diálogos de Justicia y Seguridad se acerca también a las comunidades, pero en este caso a aquellas que pueden aportar luz sobre el sistema de justicia, cómo recuperar las buenas prácticas y la construcción de caminos de paz. En estos diálogos se busca crear lazos y propuestas con las Universidades y las Asociaciones Civiles de todos los niveles.
Y la última propuesta es la Plataforma Enciende una Luz a través de la cual se invita a toda la población a unirse encendiendo virtualmente una luz en el sitio https://cem.org.mx/enciende-la-luz-por-mexico/. El nombre de esta plataforma es profundamente significativo por la alusión a las veladoras que se encienden en los hogares que prefiguran la elevación constante de nuestra plegaria a Dios, sin porque esas luces también son las que poco a poco podrán ir iluminando los rostros de los mexicanos de buena voluntad que en el descubrimiento real del otro lograremos recuperar la confianza entre nosotros, para unidos y fuertes enfrentar a aquellos que han optado por el camino del crimen y que han hecho de la violencia su forma primordial de actuar.
Ante esta propuesta, como en el caso anterior, no faltarán las voces que demeriten partir de la dimensión espiritual o que descalifiquen a la Iglesia por encabezar esta iniciativa. Sin embargo, no sólo la Iglesia como institución juega un papel en la vida social y política, sino que nadie más está alzando la voz con esta claridad y con un programa claro de trabajo. Sí, uno que parte de la oración, pero que busca llegar situaciones concretas, propositivas e incluyentes. Que todos los católicos den el paso a adelante a unirse activamente en ese largo camino y que inviten abiertamente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para construir entre todos las condiciones para lograr la ansiada paz y la consolidación de la verdad justicia. Es tarea de todos porque sólo unidos seremos más fuertes.
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