La modificación de una ley para ampliar de dos a cinco un periodo particular de gobierno, puede ser el primer paso para modificar de seis a 12, o a 18, o a 30 años y de manera general, el mandato de un mandatario.
Si bien estos tiempos de la autonombrada cuarta transformación nos están haciendo vivir episodios otrora impensables, el principal riesgo que corremos después de conocerlos está en que, con toda su gravedad, esos hechos se queden en el archivo de lo anecdótico.
En esta época, cuando la capacidad de asombro es sometida por el vértigo de la tecnología, ya es un buen avance el hecho de que haya gente a la que le sorprendan noticias como la eutanasia aplicada a Vincent Lambert, la contaminación de las aguas con plásticos indestructibles o la reforma extemporánea a la constitución local de Baja California.
Pero no basta con asombrarse. Finalmente, todos esos hechos suelen pasar de lo insólito a la anécdota, sin más efectos. Eso no favorece al desarrollo humano de la humanidad. No, no es un pleonasmo, es una referencia al desarrollo de lo que aún nos queda de humano a las personas.
Para que eso no suceda, para que los hechos tengan una trascendencia, dejen una semilla y permitan el crecimiento de quien los conoce, hace falta un factor que ni la cibernética ni las tecnologías pueden suministrar: la reflexión personal.
En la medida en que nos quedamos en la sorpresa momentánea, sin digerir la trascendencia de los hechos, nos negamos la posibilidad de entender mejor nuestro momento, de tomar determinaciones y de actuar en consecuencia con nuestro papel, cualquiera que sea y donde quiera que lo desempeñemos.
De otra manera, en poco tiempo nos parecerá primero normal y después natural, todo lo insólito y aberrante que se va produciendo en nuestro entorno. Y nos ocurrirá como a las ranas, que si son arrojadas a un recipiente que contenga agua hirviente, saltan y se van; pero si se ponen en agua fría y se les calienta a fuego lento, se dejan cocer.
Muchas de las decisiones y de las acciones que en el mundo toman en estos tiempos líderes cuya meta fundamental es detentar el poder, deben ser reflexionadas y enjuiciadas por cada persona, porque la apuesta de esos líderes es, precisamente, poner el agua a fuego lento para que la ausencia de reflexión se traduzca en inacción y derive en control de terceros, en ranas cocidas.
La reflexión permite entender que el caso de Lambert es uno ahora; pero se multiplicará si no se impide a quienes hacen y promulgan las leyes en diversas latitudes, imponer doctrinas de muerte y contra la vida.
Da la posibilidad, asimismo, de entender que no basta pedir “sin popote”, sino actuar con conciencia ecológica, porque si no se frena la producción de plásticos indestructibles, acabaremos sepultados bajo ellos.
Y también hace posible comprender que la modificación de una ley para ampliar de dos años a cinco un periodo particular de gobierno, puede ser el primer paso para modificar de seis a 12, o a 18, o a 30 años y de manera general, el periodo de un mandatario. No importa quien, hoy, prometa que nada de eso pasará.
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