Los mexicanos con nuestra ausencia no sólo salvaremos la verdadera democracia, sino que defenderemos las instituciones que ayuden a preservar nuestra libertad y nuestros derechos.
El viernes 5 de noviembre por primera vez, desde la fundación del Instituto Nacional Electoral, su consejero presidente, Lorenzo Córdova, compareció ante la Cámara de Diputados para explicar el monto solicitado para la consulta de Revocación de Mandato.
La comparecencia se volvió una muestra de que a pesar de todos los intentos golpeadores todavía existen las instituciones en este país. En su afán reventador, los diputados de Morena y aliados demostraron bajísimos niveles de civilidad ante la cortesía y claridad expositiva del presidente consejero, por lo cual se evitó una abolladura más al INE, e incluso, algunos optimistas consideran que el INE salió fortalecido de lo que pudo ser una trampa mortal.
Pero lo más importante es que los ciudadanos mantengamos la claridad sobre la trascendencia que el INE ha tenido en la transformación de México. El país no sería lo que es, incluso no tendría el gobierno que tiene hoy, si no fuera porque esta institución ha cumplido con la función por la ciudadanía luchó para que tuviera. Como toda institución es perfectible, pero lo que hasta hoy hemos tenido es digno de ser defendido.
No está de más recordar que fue a raíz del fraude de 1988 que comenzó a gestarse esta institución. Aquellas elecciones pasaron a la historia por la frase “se cayó el sistema”, la cual no fue dicha tal cual por Manuel Bartlett como se suele creer; pero que refleja tanto lo que había ocurrido cuando se suspendió la emisión del conteo de votos como la metáfora de la fractura del sistema de control priista que había operado durante décadas. A partir de ahí, sobre todo por el impulso ciudadano, se dieron los pasos necesarios para lograr la creación de un órgano autónomo que organizara las elecciones y que garantizará la equidad y justicia de las mismas.
Aunque el Instituto Federal Electoral se funda en 1991 con esa misión, fue hasta 1996 que se logra que su control pase a manos de los consejeros electorales. Estos primeros eran denominados consejeros ciudadanos y ese nombre subrayaba el triunfo impulsado desde abajo por ciudadanos de a pie y por muchísimas organizaciones de la sociedad civil. En 2014, junto con otros cambios, se empieza a llamar Instituto Nacional Electoral.
Entre los grandes triunfos del INE, y motivo de su prestigio entre los ciudadanos, está la credencial para votar con fotografía. Se trató de una absoluta novedad y ha sido envidiada incluso por algunos estadounidenses. La credencial de INE, o “tu INE” como decimos coloquialmente, es la identificación oficial por antonomasia en el país. E incluso todos los gobiernos sin importar el partido le han tratado de echar mano, como recalcó Córdova en su comparecencia. Pero hasta ahora el INE ha resistido los embates por apoderase de un instrumento que en las manos equivocadas se puede convertir en una herramienta de control y coacción.
Otro de los grandes triunfos del INE que se ha refrendado elección tras elección es la organización de las elecciones de mano de los ciudadanos. En este renglón, se deben destacar dos instrumentos: el PREP (el sistema de resultados preliminares) y los conteos rápidos. Ambos, sin ser definitivos, (los conteos reales de votos se hacen después) han permitido contar con resultados confiables a las pocas horas del cierre de las casillas. Aun en la controvertida de 2006 donde el margen fue estrechísimo para el triunfo de Calderón, los resultados previos coincidieron con los resultados finales incluso después de las célebres y, no del todo ciertas, impugnaciones del “voto por voto”, “casilla por casilla”.
Fue precisamente la solidez del IFE en ese momento la que permitió sobrepasar el grave riesgo a la democracia en ese fatídico año. Es cierto que hay algunos se han empeñado en repetir hasta el cansancio que hubo fraude, y no se puede negar que hay sectores de la población que deben creerlo. Los que lo repiten lo hacen porque su autonomía y eficacia les incomodan; pero, curiosamente, aceptaron con revuelo y fiestas los resultados de la elección de 2018.
Así pues, la comparecencia sólo fue un capítulo más de este golpeteo, y si se ve con cuidado es el golpeteo a los ciudadanos que confían en la institución, en este nuevo capítulo llamado Revocación de Mandato. Se llama así según la ley, pero que algunos han decidido utilizar para justo lo contrario: “un carísimo aplausómetro” para el titular del Ejecutivo, pagado con millonarios recursos en un país en crisis económica. Y ejercicio al que de todas maneras negarán el presupuesto solicitado, sólo para señalar al INE como orquestador del fracaso si fuera necesario.
Es que la Revocación de Mandato se ubica justa en las antípodas de la conformación y ejercicio del INE. Pues este nació, y todavía permanece, como una institución autónoma y con cierto perfil ciudadano a pesar de los intentos partidistas de apoderarse de él; en cambio la Revocación es promovida por el titular del Ejecutivo y su instrumentación legislativa fue tardía y desaseada por la torpeza del partido del presidente.
La Revocación de Mandato está destinada a convertirse en una burla antidemocrática y también continuará poniendo a prueba al INE. Sin embargo, si la comparecencia del viernes pasado se lee como un anticipo de la actuación de la institución de lo que podría ocurrir si se materializa la consulta, y la ciudadanía se niega a ser cómplice del “carísimo aplausómetro”, sí se perderá mucho dinero; pero quizá los mexicanos con nuestra ausencia no sólo salvaremos la verdadera democracia, sino que defenderemos las instituciones que ayuden a preservar nuestra libertad y nuestros derechos.
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