Frente a la curva aplanada-no-aplanada de los contagios por coronavirus, y a los catastróficos efectos de la crisis económica el presidente está más ocupado en prejuzgar a quienes vayan a tener en sus manos el caso de El Marro.
El episodio de un asalto frustrado en un vehículo de transporte público, en Ecatepec, trascendió en redes a punto tal que dio lugar a una innumerable cantidad de “memes”, caricaturas, chistes y hasta una cumbia al estilo de Los Ángeles Azules.
El golpeado y fracasado hampón no puede ser encarcelado porque no hay acusación formal en su contra, pero la golpiza que se llevó ha generado más aplausos en redes que la captura de José Antonio Yépez Ortiz, “El Marro”, y se convirtió en un inmejorable distractor para dar paso libre a la estrategia presidencial de evasión de las críticas.
Por otra parte, el suceso demuestra que la gente, harta de la inseguridad y de la ineficiencia de la mal llamada fuerza pública (abrazos y no balazos), ha perdido sensibilidad humana y camina en una senda de retorno a la ley de la selva, para hacerse justicia por mano propia cuando es preciso. Grave, muy grave situación.
Y mientras eso ocurre, el presidente de la República se desentiende del tema de la inseguridad y usa la captura de El Marro como un distractor más en el empeño de imponer su agenda a los medios. Empeño que, hay que decirlo, rinde frutos, porque los medios siguen atendiendo fielmente las reflexiones y las “reflexiones” de las homilías mañaneras.
Así, frente a la curva aplanada-no-aplanada de los contagios por coronavirus, y a los catastróficos efectos de la crisis económica que estamos viviendo, el señor inquilino de Palacio está más ocupado en prejuzgar (es decir, sentar un prejuicio) a los impartidores de justicia que vayan a tener en sus manos el caso de El Marro.
A la vista de ese nuevo distractor, parte de la narrativa demagógica, resulta imposible no preguntar por qué no hubo tan enérgica exigencia de justicia cuando se dio la captura-no-captura del hijo de “El Chapo” Guzmán Loera.
La respuesta es fácil de encontrar: no hubo prejuicio porque quien ordenó soltar al sicario no fue, en esa ocasión, el Poder Judicial, y tampoco era cosa de escupir para arriba.
En otro episodio, para tratar de tapar con un dedo de populismo el sol de las protestas por las muertes de mujeres bajo el esquema de feminicidios, se aplicó otro distractor: la rifa-no-rifa del avión-no-avión.
Y así vamos, de distractor en distractor, y así seguiremos mientras lo sigan permitiendo los émulos de Lord Molécula y los reporteros y jefes de información que están más preocupados por no “perder la nota” que por el futuro del país.
En Palacio, a lo Goebbels, se sigue fijando la agenda con propósitos electorales más que evidentes, mientras la economía sigue en picada y la pandemia continúa en ascenso, con una ciudadanía desesperada, inconforme con el estado de cosas y, en no pocos casos, arrepentida prematuramente del ensayo electoral de julio de 2018.
Ojalá esa inconformidad se transforme en acción cívica en 2021 y en 2024, en las urnas, que es donde se debe depositar.
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