La pandemia iniciada hace tres años trajo muchos cambios que todavía no se acaban de ver en toda su dimensión, algunos se veían venir y sólo se aceleraron como es el caso del crecimiento de las ventas en línea para todos los sectores. Otros cambios sí se revelaron como una novedad como es el caso del nearshoring en contraposición al outshoring. El segundo se refiere a la tendencia a maquilar productos en países lejanos especialmente en China y el primero sería la contraparte de traer esos procesos y empleos a lugares más cercanos, o lo menos en el mismo continente (shore: costa), especialmente a México, el caso de Estados Unidos.
Este cambio sin duda es una buena noticia; pero ha venido también a revelar ciertas carencias que, por desgracia, no parece que estén en el camino de solventarse, al contrario, todo indica que crecerán todavía más porque en el gobierno actual lejos de tomar alguna medida para superarlas, está haciendo más complejo el solucionarlas.
Entre las muchas carencias que se han revelado, hay una especialmente dolorosa porque podría cambiar de forma significativa la vida de muchos mexicanos: enfrentamos una falta de talento generalizada, no sólo para cubrir la demanda que traerá el nearshoring, sino las áreas productivas y de servicios.
Entre los empresarios desde hace tiempo se han encendido las alarmas por la falta de personal preparado para ocupar puestos clave que permitan el crecimiento de sus empresas. Esta falta de talento no sólo se ve en niveles técnicos especializados sino en áreas ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas.
Es verdad que, como se decía, la pandemia aceleró algunos temas; sin embargo, las causas de esta situación sí pueden rastrearse, por lo menos en parte, a una década atrás cuando se negoció la llamada entonces Reforma Educativa en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Esa reforma aunque dio algunos pasos en la dirección correcta como robustecer la formación de los docentes, en cuanto a planes y programas para el alumnado no hizo más que un reacomodo de temas que ya se abordaban en los planes anteriores. Superficialmente se disfrazó como búsqueda de competencias más que de conocimientos; pero se quedó más en enunciación que en cambios en el enfoque y la didáctica, no resolvió las fallas que se arrastraban desde antes.
Esto es especialmente sensible en las cuestiones de ciencias y matemáticas pues desde hace décadas, sobre todo, todo lo relacionado con las matemáticas (y en consecuencia materias como física y química) siguen siendo el “tormento”, el “obstáculo”, el “coco” de la mayoría del estudiantado… unos cuantos son considerados “genios” o “matados” si llegan a destacar en ellas. Evidentemente, es un círculo vicioso porque muchos de los docentes de primaria y algunos de secundaria también fueron “víctimas” de esos mismos vacíos y les tienen franco miedo a las matemáticas y las ciencias, ya sea consciente o no y eso, aunque no quieran, afecta como “venden” estos temas a sus alumnos.
Ese arraigado miedo a las matemáticas que hemos cultivado con tanto éxito y al que no se le puso remedio hace 10 años; revela algo estructuralmente más grave: no se plantearon los programas para primaria y secundaria con una perspectiva de futuro, un futuro que hoy ya está aquí y que está cada vez más tecnologizado y más necesitado de las bases de razonamiento y lógica que son comunes a las matemáticas y las ciencias, y son la base de las ingenierías.
Esta falta de perspectiva de futuro afecta a casi toda la educación media superior (bachilleratos y escuelas técnicas) y a la educación superior. Estos niveles no cuentan con una regulación federal como la que ejerce la SEP, sino que en teoría son regulados por los gobiernos estatales y algunas universidades siendo autónomas se autorregulan. Y se dice en teoría porque ciertamente las normas y legislaciones dan esa potestad a los estados, pero no todos la ejercen al nivel que deberían y pocos se plantean hacerlo, como se señalaba, con una visión de futuro. Sin embargo, estados como Querétaro que lleva haciéndolo tanto de manera consistente como con perspectiva de crecimiento son hoy polos de desarrollo, tienen menor nivel de desempleo y tienden a tener menos carencia de talento por el local y por el que atraen.
Hoy estamos enfrentando las consecuencias de lo que faltó hacer hace diez y además hace cuatro cortamos con la parte positiva de la formación docente, y ya con esos dos elementos teníamos para incrementar la carencia de talento para los desafíos de la siguiente década… pero el panorama es todavía peor pues los vacíos educativos que dejó la pandemia en cientos de miles o quizá millones de estudiantes se han ignorado. No se dotó a los docentes de armas para remediarlos, no se ha evaluado el daño y si acaso algo se ha hecho, será imposible saberlo porque los datos ya no se publicarán por parte del Inegi.
Y como si no fuera suficiente, la publicitada como Nueva Escuela Mexicana es una maraña de intenciones didácticas con tintes ideológicos y alérgica a las palabras ciencias, tecnología y matemáticas, también lectura y escritura de paso. Es una propuesta en que las palabras “futuro productivo y próspero” no sólo no son mencionadas, son vistas con temor reverencial. O por lo menos eso intuye porque hasta el día de hoy lo único publicado en el Diario Oficial de la Federación es el ACUERDO número 14/08/22 por el que se establece el Plan de Estudio para la educación preescolar, primaria y secundaria que son 3 hojas y media y que a pesar de su nombre no tiene ningún plan ni contenido didáctico ni programático (como contraste, el documento de la Reforma Anterior, tenía 91 páginas y el planteamiento de objetivos y didáctica general de cada materia por cada grado escolar de preescolar a secundaria).
Por desgracia, el daño a la educación en todos los niveles es profundísimo y los cambios requeridos para enderezar el rumbo en estos estos temas no sólo deben ser igualmente profundos sino consistentes, y sobre todo, ser una apuesta a 15 o 30 años sin bandazos cada seis o menos años.
Por ello, es imperativo que desde ya los diversos actores de la sociedad civil comiencen a hacer un diagnóstico general, y que los gobiernos de los estados asuman su responsabilidad y lo hagan nivel local. Es indispensable comenzar cuanto antes para no seguir perdiendo tiempo y que una vez que inicie el nuevo sexenio, preferentemente con un gobernante surgido de la Alianza hoy opositora y un Congreso con representantes dispuestos a servir al país y no un político, sí se puedan sentar las bases para que la educación tenga perspectiva de futuro y deje atrás los miedos que subrepticiamente han socavado a generaciones de mexicanos. El futuro ya deberíamos estarlo construyendo.
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