¿Con quién conectarán los jóvenes?

En estas últimas cuatro semanas el Instituto Nacional Electoral (INE) estableció tanto para el Frente Amplio por México como para Morena los lineamientos que deberán seguir en esta etapa que no está claramente regulada del proceso electoral. También se dio el primer paso legal por parte del Frente Amplio para registrarse como tal, lo que ellos señalan que los hace diferentes y sí legalmente facultados para el proceso.

Independientemente de las zonas grises en este tema que hacen ver cada vez menos rosa al INE, el proceso electoral está ya en marcha, lo que significa que se adelantó por muchos meses. En opinión de algunos, esto resultará favorable para llegar a junio de 2024 con mayor conocimiento y definición de las personalidades y pretensiones de quienes lleguen finalmente a la boleta. Así como mayor oportunidad para establecer conexión con todos los grupos electorales.

Sin embargo, hay algo notorio, entre los formados para el puesto casi todos andan en los 60 años, tanto del lado de Morena como del Frente. En términos generacionales son de los llamados Baby Boomers. Entre los que compiten por Morena el más joven es Manuel Velasco que tiene 43, mientras que Adán Augusto López tiene 59, Claudia Sheinbaum 60, Ricardo Monreal 62; Ebrard y Noroña 63. Por su parte, en el Frente que de 33 inscritos dejó a 13 para la siguiente ronda tenemos que los más conocidos también están en esos rangos Enrique de la Madrid y Xóchitl Gálvez hoy tienen 60, Aureoles y Mancera 57, Creel tiene 68 y Beatriz Paredes 69.

La cuestión de la edad en sí misma no tendría que ser necesariamente un tema, aunque en el pasado los perfiles sí se ubicaban en hombres en sus cuarenta. Miguel de la Madrid llegó con 47, Carlos Salinas con 40 años, Zedillo con 42 y Calderón con 44. Las excepciones son Fox que entró de 58, y el actual titular del Ejecutivo que tenía 65 al tomar posesión.

No obstante, en el momento actual la lejanía entre las generaciones se ha acentuado, condicionando la posible conexión con un mayor número de votantes, la mayoría de los cuales, sin importar su edad se mantienen más bien al margen del tema político.

Es cierto que el interés en la política de manera regular se centra en el llamado círculo rojo. Hoy las conversaciones y la agenda de este círculo se concentran sobre todo en Twitter y ocasionalmente en Facebook, más que en otras redes más nuevas. Claro, sin demeritar el papel de WA en la difusión de la discusión a través de muchos grupos con intereses similares, familiares o de amigos. Su contribución ha sido vital en lograr la participación, por ejemplo, en las marchas y concentraciones que acabaron por detener al plan B.

Pero tanto Twitter como WA no son redes que se caractericen por su uso entre los millennials más jóvenes o los centennials. Tampoco se notó una fuerte presencia de esos grupos demográficos en las citadas marchas y concentraciones de la Marea Rosa. Se atribuye esa ausencia a que al no haber vivido la época de elecciones anterior al IFE/INE no dimensionan su significado. Esa es una explicación fácil pero también apunta a que la indiferencia por la política no se ha roto en estos cinco años y quizá ha crecido.

En las elecciones de 2018, el grupo de 19 a 34 años representó el 33 por ciento del padrón, sin embargo, su participación fue del 53.8 por ciento, que queda muy lejos de la media en esa elección que fue de 62.3 por ciento. Curiosamente, el grupo de 18 años exclusivamente fue más participativo llegando a 64.7 por ciento, quizá por la inmediatez de tener credencial de elector y usarla. Es sabido también que en el otro extremo, entre los grupos de mayor edad la participación fue la más alta, llegando al 72 por ciento, aunque sólo representan el 14 por ciento del padrón.

En el padrón electoral que se usará en 2024, los grupos más numerosos por rango de edad siguen siendo los grupos de 20 a 24 años, y en segundo lugar de 25 a 29. La contienda electoral, hoy, en el mejor de los casos pinta para ser cerrada, por tanto, ganar la participación de las generaciones más jóvenes puede hacer la diferencia. Abatir el abstencionismo en este grupo demográfico es todavía más necesario que en otros que se han interesado un poco más en el tema, sobre todo, en las zonas urbanas.

La falta de participación juvenil no es un problema exclusivo de México, en casi todos los países se vive una situación semejante. La crisis de credibilidad en los partidos políticos explica parcialmente esta realidad, pero ello es también resultado de no abordar los problemas de los jóvenes o de hacerlo en un lenguaje que no les resuena.

Por otro lado, es cierto que estas generaciones, en específico las de clases medias, están tendiendo mucho más que las anteriores al asilamiento, con una tendencia a la desesperanza alimentada por el miedo a que en verdad el planeta esté a punto de perder su viabilidad para sostener a la humanidad. Por su parte, los jóvenes de grupos vulnerables no han tenido tampoco mayores opciones de crecimiento o de empleo, y sí están a merced del acecho de los diversos grupos del crimen organizado, que además se venden con un falso glamour por algunas series y telenovelas. Es frecuente encontrarlos convencidos de que vale la pena el riesgo de morir violentamente si los años previos los vivieron intensamente y con dinero, sin importar lo que tengan que hacer.

En este panorama, sin duda, será cuesta arriba para cualquiera lograr resonar con suficiente fuerza para atraer su atención. A ninguno de los contendientes por las candidaturas les favorece la edad, por lo que habrá que ver si a partir de su personalidad logran establecer una conexión emocional que disuelva la barrera de la edad. Pero además, quien lo logre debe conectar a través de opciones que sean viables, efectivas y, de preferencia, con resultado inmediato; y a la vez, que les brinden la certeza de que no están afectando todavía más el equilibrio ecológico.

Esta tarea también implica a la sociedad civil en su conjunto, padres, madre, profesores, líderes de opinión necesitan encontrar los registros y las formas adecuadas para involucrar a las generaciones más jóvenes porque al final del día, son ellos los que vivirán (aunque lo duden constantemente) más tiempo las consecuencias de las decisiones que se tomen hoy. Les conviene levantar ya la voz y todos se verán forzados a escucharlos.

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