Se acerca la hora de despertar, de exigir que los legisladores asuman su papel de control del Ejecutivo.
Pocas elecciones de las llamadas intermedias, que son aquellas en las que no se elige presidente de la República, han sido objeto de tan grande expectación y de tanta atención mediática y ciudadana como las del próximo julio de 2021.
Al declarar formal y legalmente abierto el proceso comicial, el presidente del Instituto Nacional Electoral, Lorenzo Córdova, se refirió a los que, desde su óptica, son los retos a los que habrá de enfrentarse la contienda electoral del año próximo.
Habló de la intolerancia a la crítica, la violencia contra las mujeres y la pobreza, factores que, combinados con la emergencia sanitaria que tiene como origen y epicentro la pandemia por el Coronavirus Sars-19, son, dijo, “los grandes retos que habrá de superar el proceso”.
Dijo además que las elecciones pondrán a prueba la madurez de todos los actores políticos y de los partidos participantes. No le falta razón. Sin embargo, las elecciones intermedias y su proceso pondrán a prueba, también, la solidez de un Instituto Nacional Electoral merado en su presupuesto, recién complementado en su estructura y puesto en el microscopio de toda la sociedad.
Además, a los retos señalados por Córdova, se suma uno que, lejos de ser secundario, es sin duda el más importante de vencer, derrota que no ha ocurrido en toda la historia republicana y que, hoy como nunca, urge que se dé para consolidar así a la democracia mexicana: el reto de la abstención.
Tiene razón Córdova: este proceso será un parteaguas en nuestra vida democrática.
Torpedeada por la falta de contrapesos, las designaciones a modo, los intentos no siempre fallidos de controlar decisiones de poderes ajenos al Ejecutivo, la democracia reclama con urgencia un tanque de oxígeno que le permita respirar nuevamente.
Se acerca la hora de renovar el poder legislativo federal y los estatales y locales de buena parte del país. Se acerca la hora de despertar, de exigir que los legisladores asuman su papel de control del Ejecutivo.
Se acerca la hora, en una palabra, de poner un hasta aquí a la discreción con la que se ha manejado en estos dos años la toma de decisiones sin apego a los ordenamientos legales.
Toca a los ciudadanos, a los votantes, recordar a los políticos en el poder que un mandatario no es quien manda, sino quien está obligado a ejecutar el mandato, y toca también a los ciudadanos en edad de votar dictar ese mandato en las urnas, con su sufragio.
Sí, son muchos los retos de la elección intermedia, pero el mayor consiste en propiciar que, en efecto haya elección. Una elección copiosa y diáfana, que vele por el interés del país y no por la iluminada visión de unos cuantos.
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