El panorama económico de México y el mundo se ha oscurecido en unos cuantos días, y eso puede traer una enorme cantidad de consecuencias en lo social y político. Los anuncios de Trump el jueves pasado han suscitado una caída severa en todas las bolsas, y una caída de esa naturaleza no es una cuestión histórica; pero sí lo es que se deba a las decisiones de una sola persona.
Los expertos señalan que los aranceles de Trump son una jugada que busca (inútilmente) beneficiar a Estados Unidos agrandando su base industrial, decreciendo su deuda pública y manteniendo al dólar como moneda de referencia, pero aligerando su valor para balancear el déficit comercial que es su máxima preocupación. Está convencido de que ganará, como hace unas semanas estaba convencido de haber resuelto la guerra en Ucrania. Es una “novedad” que el país paladín de libre mercado y punta de lanza del capitalismo sea ahora el que encabece políticas proteccionistas de tal nivel y sobre todo, que vaya solo en su cruzada.
La tormenta que sopla sobre el mundo, el jueves no cayó sobre México en cuanto a empeorar los aranceles que sí se aplican ya a productos fuera del T-MEC o a vulnerar a este último acuerdo que parece tambalearse cada día más. Pero los efectos generales de la tormenta sí nos están pegando y seguirán dañando a nuestro país.
La respuesta visible de la titular del Ejecutivo fue un acto protocolario, con todo el tufo del pasado, con largas listas de invitados a los que de uno en uno se agradece su presencia, y todo para presentar una serie de medidas variopintas, y en poca relación directa con la tormenta real. Por eso es necesario señalar que se está dejando ir una oportunidad muy importante para reencontrar formas nuevas de ejercer el poder y de ser la líder que dé los pasos correctos no sólo para enfrentar la situación sino sacarle provecho en favor de todos los mexicanos.
Hay que reconocer que la personalidad de Trump y lo inestable de su proceder hacen más difícil capotear los embates, pero también son la oportunidad para “justificar” la ruptura necesaria respecto al sexenio anterior. Si las acciones y formas de gobernar de López no fueron exitosas en lo económico —porque no lo fueron, pero entre la pandemia, la inmediatez del dinero en los bolsillos vía ayudas sociales y los ahorros del pasado se disimuló el fracaso—, menos lo serán ahora que la deuda pública es mayor, que el impulso del T-MEC está muerto y que Trump está de vuelta.
Además, la extensión del crimen organizado tiene un efecto económico pues también que inyecta dinero; pero también cobra piso, inhibe inversiones por la inseguridad, y da pretexto a Trump de muchas cosas más.
Como se decía, la titular del Ejecutivo tiene en las acciones de Trump una justificación perfecta para romper con el pasado inmediato, y dar marcha atrás de manera más acelerada a la medidas que afectaron la economía, y que no son sólo aquellas que llevaron a afianzar monopolios en energía (que ya se estaban revirtiendo antes de 2018), sino las que han alterado la justa competencia en Telecomunicaciones, las que han afectarán al campo y al maíz en particular, y por supuesto, todas las que han alterado de manera radical el equilibrio republicano y la certeza jurídica.
Es verdad que no se ven signos de que la titular del Ejecutivo quiera aprovechar a fondo la tormenta para convertirse en la heroína que lleve el barco a nuevas latitudes, y toda pinta a que quiere ser simplemente la que siga achicando el agua que pronto entrará por más agujeros en la quilla… Sin embargo, toca a los ciudadanos alzar la voz, pedir por todos los medios posibles que se cambie el rumbo, que se tomen acciones, que sean efectivas y que se hagan ya; porque si no se hace, ni siquiera las ayudas sociales sobrevivirán al naufragio que se puede dar.
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