En la calle, hoy en día, hay dos grupos básicos de personas: los que salen porque no pueden dejar de salir y los que salen porque no les da la gana quedarse en casa.
Mientras “blogueros” e “influencers” siguen debatiendo inútilmente en las redes sociales si el COVID-19 es producto de una guerra biológica, de un error de laboratorio o de una mutación de viejos virus, una sola cosa es irrefutable: el mundo está contra la pared, acorralado e inerme.
Este hecho, así sea el único evidente hasta ahora, no aporta nada a la solución de la crisis sanitaria y económica que ha comenzado a hacer estragos en las sociedades y en los gobiernos.
Lo malo es que si bien toda crisis, como suelen decir los japoneses, implica una oportunidad, hay gente que además de que parece no darse cuenta de ello o no le importa, hace que los esfuerzos de quienes están conscientes de la gravedad del caso no tengan el efecto que deberían.
Así, la todavía sugerencia oficial de quedarse en casa es despreciada por no pocos irresponsables, muchos ignorantes e infinidad de negligentes. En la calle, hoy en día, hay dos grupos básicos de personas: los que salen porque no pueden dejar de salir y los que salen porque no les da la gana quedarse en casa.
Estos últimos, los que salen porque no les da la gana quedarse en casa o son negligentes, o son imbéciles que “no creen en el coronavirus”, o son personas ignorantes que no han entendido de qué se trata. En el caso de los negligentes y los incrédulos, deberían ser obligados a acatar las medidas de seguridad porque, en cualquier caso, carecen de justificación para sabotear el esfuerzo del resto.
En cuanto a los ignorantes, valdría la pena que desde el Gobierno Federal se invirtiera en hacer llegar la información a los lugares donde no llegan las redes sociales de “Susana Distancia,” pero sí, por ejemplo, la red de distribución de Diconsa, o la del Servicio Postal Mexicano.
Seguramente, invertir en una estrategia de ese tipo sería más efectivo y de mayor beneficio para el país que seguir con los aberrantes proyectos de Dos Bocas (con el precio mundial del crudo por los suelos), el Tren Maya (con el turismo muerto y sin perspectivas de crecer en esa región) o el “aeropuerto” de Santa Lucía (más caro que si se hubiera continuado el NAIM).
Pero eso no va a pasar.
Lo que sí puede ocurrir, y sería muy grave, es que el “anillo al dedo” de la crisis del COVID-19 permita al grupo divisionista, populista, falaz y mentiroso que detenta el poder en nuestro país, seguir los pasos de los grupos similares que encabezaron en su momento Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, por citar a cuatro.
Puede ocurrir. De los desidiosos, irresponsables y holgazanes que no salieron a votar en julio de 2018, depende que, esta vez, no ocurra.
Te puede interesar: AMLO se escuda en Francisco