Acapulco ocupa un lugar privilegiado no por su geografía, aunque sin duda en uno de los lugares con una enorme belleza natural, sino que ocupa un lugar especial en el corazón de los mexicanos y está unido a sus recuerdos más hermosos. Hoy en día ha bajado de importancia especialmente para el turismo internacional, pero se había mantenido en un buen lugar para el turismo nacional especialmente por su cercanía con la zona centro del país y las facilidades para su acceso, y por ofrecer un rango amplio de hospedajes que se ajustaban a muchos presupuestos.
Esa capacidad de enlazar de Acapulco no es nueva, el puerto en el pasado fue el enlace de Nueva España con el oriente, a través de la Nao de China o Galeón de Manila, la conquista de Filipinas fue una hazaña hecha desde sus costas. Pero tampoco es novedad que a últimas fechas la presencia del crimen organizado se había ido apoderando cada vez más de muchas zonas y las extorsiones a los comercios y hoteles eran secreto a voces.
En ese escenario es que ocurre la madrugada del 25 de octubre el peor desastre de su tipo en el puerto y en México. Un huracán categoría 5 llamado Otis, cuya evolución fue única —quizá esa forma errática de comportarse, por desgracia, se convierta en regla por el cambio climático— tomó a todos desprevenidos. Las razones de esa conducta descuidada y floja deberían ser analizadas y si fuera necesario penalizadas, pero de frente lo que tenemos es un reto enorme que probará el verdadero temple de los mexicanos.
Desde el amanecer del 25 se empezó a mostrar el tamaño del desastre, el cual, siendo honestos todavía no está dimensionado en su totalidad, porque Acapulco y la zona hotelera son la punta del iceberg de muchísimas colonias y barrios, así como de varios municipios que recibieron la fuerza destructora de Otis. El municipio de Acapulco tiene, según el último censo, 779 mil 566 habitantes a los que hay sumar 73 mil 56 de Coyuca de Benítez; 60 mil 680 de Atoyac de Álvarez; 65,237 de Técpan de Galeana, 15 mil 442 de Benito Juárez y seguramente 50 mil 124 de San Marcos. En otras palabras, poco más de un millón de vidas que están en riesgo porque la destrucción de sus hogares se suma a la pérdida de sus fuentes de empleo, por poner sólo dos necesidades que hay que resolver. Pero lo que resulta más urgente, por los testimonios de quienes han estado ahí, es que la gente necesita agua.
Prácticamente el resto de los mexicanos, si tenemos sed podemos satisfacer esa necesidad vital —pocas veces la palabra vital es la única posible de usar— en pocos minutos. En Acapulco y zonas aledañas mientras no se recupere la electricidad y se recuperen los sistemas de bombeo y distribución esto complicará y pondrá en riesgo la vida de cientos de miles.
Es cierto que las reacciones de ciertos sectores de la población sumado a la evidente tentación de hacer uso político de la tragedia desde todos los ángulos, además de la persistencia de rumores han inhibido en algunos la natural y espontánea respuesta solidaria de los mexicanos en situaciones similares. Al paso de los días, y a la par que vamos aceptando la enorme dimensión del daño es necesario recuperar ese pilar de nuestra sociedad y volcarnos en la ayuda inmediata a través de las instituciones que han probado su efectividad —Cáritas y Cruz Roja siempre son referentes— y apadrinando familias de la zona con las que se tenga contacto por relación personal o por las de los amigos y conocidos
Hoy es tiempo de solidaridad entre mexicanos. En pocos días, será tiempo de subsidiariedad. Ese otro principio surgido de la Doctrina Social de la Iglesia que se suele olvidar… y que siendo realista el gobierno actual lo ha pervertido. Por eso, debemos rescatarlo con más ganas, porque este principio, cuya raíz etimológica está en “suplir”, no en “sustituir”, plantea que el Estado cuando hay imposibilidad de que un particular cumpla con su función o tarea sea suplido en ella; pero sólo por el tiempo necesario para que ese particular pueda retomarla, por eso suple, no sustituye.
Los actos de subsidiariedad también los pueden hacer los cuerpos intermedios —las organizaciones de la sociedad civil al ayudar a dispersar la ayuda también cumplen esa función— y hoy más que nunca Acapulco y toda la zona necesitan resucitar o crear esos cuerpos intermedios que permitan gestionar como sociedad el alivio. Hay testimonios de que grupos de vecinos ya se han tenido que organizar para defenderse de la inseguridad que es otra de las amenazas inmediatas que han enfrentado. Esto debe multiplicarse con ayuda de los demás mexicanos porque es casi un hecho que ni los gobiernos municipales ni el estatal ni el federal están entendiendo la magnitud de la tragedia ni son capaces de articular respuestas estratégicas, eficientes y cohesionadas.
Eso, sin duda, es una mala noticia porque contar con un director de orquesta que sea capaz de coordinar los diversos esfuerzos y organizar de manera efectiva lo que cada uno pueda aportar sería ideal. Sin embargo, lejos de espantar debe ser el aliciente para como sociedad empezar a reforzar el entramado que nos hace resilientes y nos permitirá sacar adelante este reto enorme e inesperado. Esa sociedad debe ser la acapulqueña y la de todas las zonas arrasadas, pero es también la sociedad de cada una de las localidades de este país, que encontraremos la forma de enviarles auxilio para la emergencia y de acudir a sus playas cuando sea oportuno.
En la medida en que la verdadera cohesión social crezca —no la de la rapiña como erróneamente dijo la alcaldesa de Acapulco probando nuevamente la escasa preparación que tiene para el puesto—, se podrá exigir al gobierno que se centre en garantizar la seguridad de todos los que viven y visitan, que controle la presencia del crimen organizado y dé todas las facilidades económicas —querer resolver todo con becas es prueba del mal uso de la subsidiariedad— que permitan retomar a la industria turística, de espectáculos, pesquera y agrícola a la brevedad y con mayor impulso para el bien de los que hoy claman por algo tan esencial como un vaso de agua y un plato de comida caliente. Que sea este movimiento solidario y subsidiario la primera onda concéntrica y creciente que lleve una renovación del pacto social a todos los rincones de México.
Adendum
Los enlaces para donar a Cáritas y a Cruz Roja en línea:
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