A lo largo de los siglos siempre han existido líderes políticos con el afán de manejar a su antojo, no sólo el poder público, sino también el religioso. Con el hambre insaciable de poder, buscan también hacerse del poder espiritual para obtener el control total. La historia universal nos muestra muchos ejemplos: desde el deseo del senado romano de imponer el título de “pontifex maximus” al emperador Augusto, hace más de dos mil años, para que sea considerado el puente (Pontífice), entre lo humano y lo divino; la idea es que no sólo debería dirigir los asuntos públicos, sino también los de la fe de su pueblo. No vayamos lejos, en México, Plutarco Elías Calles intentó fundar su iglesia nacional mexicana dando poderes al llamado “patriarca Pérez”, un sacerdote al que le pidió encabezar el nuevo culto.
Ejemplos de ese instinto insaciable de poder, son muchos, el rey de Francia, Felipe IV, impuso una Iglesia ‘francesa’ en Aviñón, dividiendo a la cristiandad europea; después Inglaterra y sobre todo Alemania se movilizaron para convertir a los cardenales y obispos en súbditos del poder político. Enrique VIII de plano se convirtió en jefe de su propia iglesia, cuando no pudo hacer del Papa su súbdito. Los que han visto la serie The Tudors, pueden darse una idea de hasta qué punto pueden llegar los caprichos del poder, cuando Enrique terminó por mandar a degollar a algunas de sus esposas.
Esa tensión entre el poder político y el poder religioso ha permanecido siempre. Desde aquella vieja pregunta de Pilato a Jesús: ¿De modo que tú eres rey?
Y esa tensión aparece en pleno siglo XXI, los demócratas de Estados Unidos han lanzado a través de Hollywood su agenda política para influir en la Iglesia Católica, con las películas como “Dos papas”, donde atacan a Benedicto y apoyan a Francisco, y en “Cónclave” donde intentan impulsar su agenda wok, en una magistral película que termina de manera desastrosa.
En este recuento, no podemos dejar de mencionar los correos electrónicos de John Podesta, quien fue jefe de la campaña de Hillary Clinton en 2016 y exjefe de gabinete de Bill Clinton. En estos correos filtrados por WikiLeaks en 2016, se sugiere un esfuerzo de los dirigentes demócratas para influir en la Iglesia Católica desde dentro, promoviendo agendas progresistas en temas woke. Para eso destinaron importantes fondos de los contribuyentes norteamericanos para impulsar una agenda política en áreas del Vaticano de Francisco.
Con la muerte del Papa Francisco, la política también se apresta a tratar de influir en quién debe ser el próximo sucesor de San Pedro. Alexander Dugin, quien algunos ubican como ideólogo de Vladimir Putin y de los servicios secretos de Rusia, escribió en su cuenta de X, su apoyo al cardenal conservador Robert Sarah para Papa, escribió: “Es tradicional cree en Dios”. “Es negro, su fe es auténtica porque los negros son menos fraudulentos que los blancos”.
El otro Cardenal estadounidense, al que los medios mencionan como simpatizante de Donald Trump, es Raymond Burke. Aunque por supuesto, no hay una expresión abierta del actual presidente de Estados Unidos.
Sin embargo, así como los políticos intentan hacerse del poder espiritual, también se da el fenómeno de religiosos que intentan acomodar la fe de la Iglesia a los intereses políticos: “un reino de este mundo”. Y los resultados han sido desastrosos para la fe. Seguir las modas y la agenda política de la época y los poderes del mundo habría sido lo más fácil para evitar persecuciones, pero habría destruido desde hace mucho a la institución romana.
En los 70s los jesuitas fueron contagiados por la moda de ‘lucha social’ y ‘la teología de la liberación’, y eso llevó a algunos de sus personajes a enrolarse a las luchas sociales de la izquierda. El Frentes Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua se desarrolló al amparo de activistas jesuitas, que incluso tomaron las armas y al triunfo de su revolución se volvieron funcionarios políticos, como Ernesto y Fernando Cardenal.
Como suele suceder, el máximo jefe del FSLN, Daniel Ortega, terminó por purgar a los líderes de su causa y quedarse con todo el poder. Y a los jesuitas que fueron sus ‘aliados’ de la lucha por los pobres, al paso del tiempo les congeló sus cuentas y se quedó con su universidad, la famosa Universidad Centroamericana (UCA). Mal negocio para los jesuitas en su alianza con los reinos de este mundo.
Si los jerarcas de la Iglesia actual quieren hacerle un favor a la humanidad, deberían volver a sus orígenes: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Serán populares al servir a las modas y poderes de este mundo, pero habrán traicionado a su fundador. Ya está ahí la alerta del Cardenal africano Robert Sarah: “La Iglesia no fue hecha para complacer al mundo. Fue hecha para convertirlo, para abrir las puertas de la eternidad. Sin el Cielo, todo nuestro trabajo es en vano”. De hecho, se los dijo su mismo fundador: “Mi reino no es de este mundo” y que a “quién a dos amos sirve, con uno queda mal”.
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