Al concluir las elecciones presidenciales de 1988, el candidato priista Carlos Salinas de Gortari tomó la palabra para anunciar que: “La época del partido prácticamente único” había terminado. Así daba a conocer su supuesta victoria en las elecciones presidenciales de aquel año, ante los severos cuestionamientos de que se había construido un enorme fraude electoral, operado desde el Gobierno Federal por el mismísimo Manuel Bartlett Díaz.
La época del partido único, en efecto, había terminado para México, como para la Unión Soviética en 1989. Pero la historia da vueltas, y estamos presenciando ahora que la era del partido “prácticamente único” ha regresado, con el mismo ADN, pero más fortalecido, ya que la vacuna de la democracia del siglo XXI, no se aplicó de manera correcta, provocando una metamorfosis del viejo sistema autoritario con elementos más peligrosos.
Por supuesto que la dinámica humana que mueve al poder político y al poder económico es la concentración de dicho poder por todos los medios posibles, como nos lo demuestra la historia. Quien tiene poder siempre quiere más, quien tiene dinero siempre va por más, es la dinámica de la naturaleza humana; es por eso que, algunos filósofos liberales diseñaron un mecanismo de contra pesos, que impidieran que en una sola persona se concentrará la capacidad de hacer leyes a su antojo, aplicar la ley a su antojo, y ejecutar planes a su antojo. Los pensadores liberales buscaban la manera de poner límites al poder.
Bajo esta base histórica y conociendo a los jugadores políticos actuales, podemos proyectar que el Gobierno de la Cuarta Transformación, en su segunda etapa en la presidencia, no sólo mantendrá el curso de las líneas marcadas por su patriarca, López Obrador, sino que es altamente probable que se radicalice aún más, para alcanzar una mayor concentración del poder, donde el partido se convierta en la herramienta central que controle la vida social, económica, política e incluso religiosa de los mexicanos. Tal como fue diseñada por los padres de la izquierda política a principios del siglo XX.
La “oportunidad” de radicalizar las reformas para consolidar la era del partido único, o el peronismo a la mexicana, están a la vista; además, porque los costos de dicha radicalización no caerían sobre la mente maestra que dirige la obra, sino que impactarían la imagen de la actual presidenta Claudia Sheinbaum, que por ahora tendrá que seguir haciendo realidad lo que desea, la mano que mece la cuna.
¿Alguien duda de que se va a hacer, todo lo que se tenga que hacer, para que Morena concentre el poder durante muchas décadas del siglo XXI?
Ahí está el cúmulo de reformas que se han impuesto hasta desdibujar el rostro de la Constitución. Pero aún no terminan, en 2025 viene una profunda reforma electoral que va a desaparecer al INE, y las elecciones queden bajo el control del partido “prácticamente único”. Sabemos que dicha reforma va a eliminar a los diputados y senadores plurinominales; acompañado de distintas reformas populistas que garanticen “el sistema de cuidados”, “los nuevos derechos” y todo aquello que suene bien al pueblo bueno y sabio, así como para algunas élites “intelectuales” que están encantadas con la moda globalista, una revolución cultural, que por cierto, diseñó muy bien el filósofo izquierdista Antonio Gramsci.
Para el 2025 la agenda política se va a radicalizar. Pero por otra parte, lo que queda de los partidos políticos de oposición sufrirá una gran transformación. Nuevamente aquí no hay que tener una bola de cristal o aprender a leer la mano, simplemente hay que ver el comportamiento histórico de los personajes que hoy liderean a la oposición, para entender que su papel será convertirse en una oposición leal; se volverán simples satélites alrededor de Morena, para que no pierdan sus pequeñas prerrogativas. Así como el PRI del siglo XX jugaba a la democracia con supuestos partidos de oposición, así se moverán los dirigentes partidistas en el 2025.
Pero hay un elemento que, si está sacudiendo el tablero y puede causar más turbulencias, y ese es el crimen organizado. Si en 2024 la violencia ha llegado a personajes de la vida política, es probable que este factor suba de nivel, sobre todo si los capos se sienten traicionados por los políticos que les prometieron total impunidad. Este extraño pasajero que se ha colado a la ruta de la política mexicana, puede ser un factor de enorme inestabilidad; porque además el botón con capacidad de poner un alto a los criminales de México, no está en México, sino en la Casa Blanca, y ahí llegará por 4 años Donald Trump, un personaje impredecible, pero que quiere dejar huella y ahora cuenta con más poder que cuando fue presidente la vez anterior.
A pesar de esta lectura política de los acontecimientos que vienen, déjeme desear para usted y su familia un gran año nuevo 2025. México es más grande que sus políticos, como lo hemos demostrado a lo largo de la historia. Podrán cortar todas las flores, pero siempre regresará la primavera.
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