El problema de nuestra época no es que no haya información; por el contrario, el problema es el exceso de información. Se conoce mucho, pero se entiende poco. En los medios tradicionales, como en las redes sociales, es asombrosa la cantidad de contenidos falsos o distorsionados que provocan un alejamiento de la realidad. Ahora tenemos nuevos desafíos, los desafíos digitales que conducen a la confusión y a chocar con la verdad.
La cantidad de datos falsos es tan grande que cada uno sigue la versión que más se acomode a sus gustos personales o a su estilo de vida, aunque su versión de los hechos no se ajuste a la realidad. No se intenta buscar la verdad, sino que nuestra versión de las cosas gane espacio en los medios. Para agravar este problema, hay que agregar la propaganda que se genera desde el poder político y económico que también busca obtener credibilidad para sus relatos, pero no la verdad de los hechos, y este sistema de manipulación de la información, aunque siempre ha existido, ahora, en nuestra era digital se ha maximizado.
Y no importan las clases sociales, el sexo, las creencias o el grado de estudios, el mundo del auto engaño se ha instalado ya en nuestros equipos tecnológicos y los algoritmos “complacientes”, que sólo nos provén datos o relatos de aquello que nosotros preferimos, nuestras filias y nuestras fobias son atrapadas en nuestro teléfono móvil, o sistema de cómputo, que nos va aislando de la realidad. Nunca estuvimos tan conectados en el mundo digital, y tan desconectados del mundo real.
Esto se ve claramente, en relatos que consumen las élites y que no tienen nada que ver con el sentido común y lo que vive la gente en tiempo real.
Por eso me gustaría enunciar aquí algunas recomendaciones para no quedar auto engañados en la era digital y el “algoritmo complaciente”.
1. Salga de su zona de confort y atrévase a leer y escuchar a las personas que contradigan sus creencias, sobre todo aquellas ideas con las que usted se siente muy cómodo y complacido, atrévase a entender otras concepciones que le exigen nuevo esfuerzo intelectual, moral o físico. Todos conocemos la tradicional frase “que coman pasteles”, supuestamente dicha por una «gran princesa» tras saber que los campesinos no tenían pan. La frase refleja el escaso conocimiento de la situación que vive la gente. Como suelo decir a los políticos: si vas a hablar del transporte público primero úsalo.
2. Reconoce que la realidad es un muro donde se estrellan algunas de tus creencias. Puedes creer que dos más dos son 100, pero con eso no construirás la casa de tus sueños. Como diría la extraordinaria filósofa del objetivismo Ayn Rand: “Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”.
3. Si eres de derecha, entiende el relato de la izquierda o viceversa. Sal de tu mundo porque eso te dará las herramientas para entender mejor las situaciones en las que vives. Margaret Thatcher decía: “Vale la pena conocer al enemigo, sobre todo porque en algún momento puedes tener la oportunidad de convertirlo en un amigo”.
4. Desconfía de contenidos en las redes que dicen: “de acuerdo con un estudio…” y no dicen cual estudio ni quien lo hizo. Desconfía de notas que nadie firma o que no tienen fuente. Ahora es muy común reciclar noticias viejas escandalosas y presentarlas como nuevas. Por cierto, la inteligencia artificial, paradójicamente, se está convirtiendo en fuente de falsedades.
5. Si una nota te hace muy feliz, no la compartas de inmediato, verifícala, suele ser contenido del algoritmo complaciente que te hace feliz, pero que es falso.
6. Educa tu algoritmo y así como sigues una dieta, si es que la sigues, aprende a elegir tu consumo de medios. Normalmente ese consumo es el que te lleva a errar en tus juicios, sobre todo los políticos.
Por último, algo divertido de las redes: Normalmente la gente que no lee mucho comparte cosas que suenan bonito, pero que son falsas. No saben la cantidad de veces que me he reído cuando en las redes citan al novelista Paulo Coelho, pero que en realidad son frases de la biblia. Es de verdad una pena, pero es muestra de la pereza humana.
La paradoja es que los hombres de fe pueden ser aún más realistas. Uno de mis escritores favoritos y rey de la paradoja, Gilbert K. Chesterton, decía: “Para entrar en la Iglesia hay que quitarse el sombrero, pero no la cabeza”. Fe y razón pueden ir de la mano a condición de discernir lo que oímos y vemos.
El problema que tenemos no es la falta de información, es que en su exceso no sabemos cómo manejarla.
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