Pero existe también un México que tiene el rostro deforme, y capaz de todo tipo de violencia; desde la de “hacerse justicia” por propia mano, hasta usar el poder para beneficio propio.
Septiembre es mágico para los mexicanos. Desde Baja California hasta Yucatán el país se tiñe de verde blanco y rojo. Nuestra cultura toma dimensiones espectaculares. Todo es música, todo es folclor, todo es comida tradicional mexicana. Las escuelas se tapizan de banderitas de papel de china mientras los niños ensayan cantos y poesías corales sobre la patria, la libertad y nuestros héroes nacionales. La gente se vuelca en el zócalo de la capital y las plazas de los estados, municipios y pueblos para festejar la Independencia sí, pero también el orgullo de haber nacido mexicano. Septiembre es el mes en que todos nos unimos en un solo sentimiento y un solo grito: ¡Viva México!.
Paradójicamente septiembre es también un mes de luto, el dolor de dos terremotos, el primero en 1985 y el último apenas hace un año, quedó impreso en el corazón de los mexicanos y dejó cicatrices que todavía duelen, y al mismo tiempo constancia de lo que somos capaces de hacer los mexicanos cuando nos condolemos de la desgracia de otros, uniendo esfuerzos, salvando vidas, moviendo escombros, ofreciendo comida y arriesgando en muchos casos la propia vida por rescatar al otro.
La alegría y el dolor se alimentan de una misma savia que el mexicano tiene la capacidad de unir en un sentimiento de orgullo y solidaridad que ha estado presente en la construcción de nuestra historia y se refleja en la riqueza de nuestra cultura.
Pero existe también un México que tiene el rostro deforme, que va creciendo de manera amenazante y capaz de todo tipo de violencia; desde la de “hacerse justicia” por propia mano, hasta la de usar el poder para beneficio propio o manipular las leyes para justificar lo injustificable: desde sentirse juez para disponer de la vida de los semejantes, hasta usar el poder para pretender justificar el crimen del aborto.
Cuesta trabajo entender cómo en un pueblo que a través del tiempo ha sido capaz de superar tantas adversidades y que ha mostrado tanta nobleza de espíritu, pueda gestarse una masa capaz de cometer actos de violencia y de barbarie que superan con mucho las escenas de una película de terror.
Quizá nos estamos olvidando de la esencia… México se forja desde sus familias, en los valores o antivalores que en ellas se inculcan. Bien dijo Goethe: “La familia es tabla de salvación o sima de perdición”. Y desde la intimidad de cada familia se modela el rostro de nuestra patria haciendo vida en nuestros hijos la solidaridad, respeto, lealtad, honestidad y demás valores con los que queramos construir nuestro futuro e impregnar nuestra historia.
Septiembre es mágico. Nos da la oportunidad de disfrutar las tradiciones que durante generaciones se han transmitido de familia a familia y porque nos recuerda que México es una gran nación a pesar de sus gobiernos; porque es su gente la que siempre ha sabido levantarse ante la adversidad.
Septiembre es mágico porque nos permite recordar nuestras raíces, valorar el papel de la familia, y sembrar desde la casa y la escuela la esperanza del futuro.
¡Viva México y sus familias!
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