Reconstruir

No podemos esperar buenos resultados de una sociedad en la que el gobierno premia a quienes NI estudian NI trabajan, un gobierno que enfrenta a los ciudadanos marcando clases sociales, que incita a “robar un poquito” a los que “necesiten” hacerlo, y que desprecia y descalifica por múltiples razones a un gran número de sus gobernados.


Secuestros Ciudad de México


En las últimas semanas causaron un gran impacto en la opinión pública el secuestro y asesinato de dos estudiantes universitarios en la ciudad de México: Norberto de la Universidad del Pedregal y Leonardo de la Universidad Intercontinental.

Sus historias ya todos las conocemos; se trata de jóvenes que estaban forjándose un porvenir y que gozaban de buena fama y prestigio entre sus compañeros y maestros. Todo terminó; en un momento sus vidas quedaron truncadas, y el dolor de la muerte injusta, innecesaria y cruel se hizo presente con sus padres, hermanos y amigos. En ambos casos hubo autoridades universitarias, amigos y parientes que levantaron la voz y exigen la verdad y que se haga justicia.

En contraste, todos los días escuchamos y vemos un sinnúmero de noticias relacionadas con personas que sin más, pierden la vida por un asalto, por una bala perdida o por estar en el lugar equivocado. Las escenas que nos presentan en televisión son cada vez más crudas, por la maldad y saña de quienes cometen el delito y por el poco pudor con que las presentan las televisoras.

Son usuales las mantas y posters con fotografías de personas desaparecidas que son colgadas en las calles, pegadas en las estaciones del Metro o en los aparadores de las tiendas, y apenas llaman la atención de los transeúntes.

Es solo una noticia más el descubrimiento de fosas clandestinas casi en cualquier parte de la República, y no nos sorprende ni conmueve que se hable de cientos y cientos de cadáveres sin identificar o que no son reclamados. A todos ellos, víctimas o delincuentes, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, buenos o malos, se les arrebató la vida impunemente y dejaron atrás una historia de vida, quizá una familia y un nombre que nunca llegaremos a saber.

Hoy vivimos con temor y miedo, ningún espacio o ciudad es suficientemente segura en México, pues la delincuencia ha llegado a los extremos y los lugares más insospechados, a veces la policía es la que delinque, pero también con cada vez más frecuencia es sometida y humillada por los delincuentes…

Al preguntarme ¿cómo llegamos a esto?, se me viene a la mente la vieja fábula de los dos lobos que habitan en el interior de cada persona: uno malvado y violento y otro lleno de amor, bondad y compasión. A la pregunta del nieto el abuelo responde: “Sobrevivirá aquel al que tú alimentes”.

¿Qué se puede esperar de una sociedad que durante años ha recibido el mensaje equivocado a través de medios de comunicación, canciones, series y películas donde se exalta la figura del personaje osado, cínico o ladrón?

Tampoco se pueden esperar buenos resultados de tantas generaciones de estudiantes que no han tenido los conocimientos básicos del civismo y la ética, materias eliminadas de la currícula escolar por haber sido consideradas irrelevantes, generaciones en las que además, se ha intentado por todos los medios arrebatar a los padres de familia su derecho como primeros educadores. Y en las que cientos de alumnos han tenido como ejemplo a “maestros” que han abandonado las aulas y a sus alumnos para “luchar por sus derechos”.

No podemos esperar buenos resultados de una sociedad en la que el gobierno premia a quienes NI estudian NI trabajan, un gobierno que enfrenta a los ciudadanos marcando clases sociales, que incita a “robar un poquito” a los que “necesiten” hacerlo, y que desprecia y descalifica por múltiples razones a un gran número de sus gobernados.

Muchos padres de familia, nos hemos preocupado más por tener hijos “felices” cuando debemos ocuparnos en formar hombres y mujeres más humanos, que aprendan a ser buenos ciudadanos, comprometidos con su entorno, que tengan la capacidad de distinguir el bien del mal y luchen por ser mejores y ser líderes en una sociedad que les ha fallado y que los necesita con urgencia.

Es en el corazón de cada familia donde podremos revertir todo el daño social que vivimos en nuestra patria, ahogando el mal en abundancia de bien.

La esperanza se hace alcanzable cuando se escuchan testimonios como el de Norelia, la mamá de Norberto. Solamente la sabiduría que da un corazón limpio que ama y que tiene una profunda fe es capaz de transmitir paz y desear el bien aún en los momentos más difíciles de su vida:

“Oren por todas esas personas que tienen lastimados sus corazones”.

Y en esta oración a la que una madre destrozada, pero firme nos invita, a rezar también por todas aquellas familias que han sido víctimas de la violencia, pero también quizá van incluidos los corazones tan lastimados de quienes son capaces de toda maldad. La imagen de Norelia me recuerda la imagen de la Virgen María con el Nazareno…

Con fe, con esperanza y con amor a nuestro país y nuestros semejantes, podemos iniciar la reconstrucción de México comenzando por nuestras propias familias, con nuestro compromiso con una sociedad que requiere de nuestra participación y que no se limita a la denuncia porque también educa, propone y construye. Una sociedad que es capaz de perdonar, pero que no permitirá nunca más la impunidad y la injusticia.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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