La profesión de maestro, antes prestigiosa y respetada, hoy se ha desacreditado y se le ha dado una categoría menor en comparación de las demás licenciaturas y profesiones.
No cabe duda que la imagen de los maestros de México se ha visto seriamente afectada debido entre otras cosas, a la fuerte actividad de los sindicatos que pretenden representarlos y que han politizado su papel en la sociedad.
Al hablar de los maestros automáticamente se vienen a la mente las imágenes grotescas de cientos de individuos, hombres y mujeres, a los que poco les importa la educación y mucho menos los alumnos que permanecen abandonados a su suerte negándoles un mejor futuro, porque sus mentores están muy ocupados en “defender sus derechos”.
La profesión de maestro, antes prestigiosa y respetada, hoy se ha desacreditado y se le ha dado, contrario a los países avanzados como Alemania o Finlandia, una categoría menor en comparación de las demás licenciaturas y profesiones.
Por si esto fuera poco, la preparación de los futuros docentes es deficiente debido a que los planes de estudio de las Escuelas Normales llevan tiempo sin renovarse ni actualizarse, siendo uno de los puntos pendientes que ni siquiera alcanzó a tocar la Reforma Educativa recién desechada.
No, no la tienen fácil los maestros de hoy, que están a merced de caprichos políticos de sexenio, de “líderes” poco transparentes, de intereses oscuros que no permiten avances en la educación, y por si fuera poco, de padres de familia que les han endilgado su tarea de primeros educadores, pero no respaldan su autoridad, y de niños que saben que tienen muchos derechos, pero poco conocen de sus obligaciones, por ejemplo: respetar al maestro.
Y sin embargo, en todo el país miles de niños asisten a la escuela y son atendidos por maestros que día con día, semana por semana, año tras año cumplen de manera silenciosa y muchas veces heroica con su deber.
Maestros que caminan kilómetros durante horas para llegar a tiempo a su aula de techo de lámina, que tienen que trasladarse a lugares peligrosos porque son territorio del crimen organizado, maestros que tienen que arreglárselas ante grupos multinivel y que carecen además de un pizarrón, un escritorio, y a veces hasta de un gis….
A pesar de todas éstas y muchas más adversidades, el maestro de verdad, cumple cotidianamente con su deber.
“El docente es como el Sol. Muchos no ven su trabajo constante, porque sus miras están en otras cosas, pero no deja de irradiar luz y calor a los educandos, aunque únicamente sabrán apreciarlo aquellos que se dignen ‘girarse’ hacia su influjo”. (Palabras atribuidas a S.S. Francisco. Vicaría de Enseñanza, Santiago de Compostela).
Siempre he afirmado que la profesión de maestro es una vocación superior. Mientras otros hacen un excelente y necesario trabajo con las ciencias y los oficios; los buenos maestros trabajan con personas; con niños únicos e irrepetibles, enseñándoles matemáticas y ciencias, pero también los valores necesarios para crecer como personas de bien. Con cada letra y cada número enseñado, esculpen también el corazón del educando, y les muestran un universo de posibilidades y esperanza.
Son muchos los maestros que dejan huella en el alma de los pequeños a su cargo. Recuerdo el testimonio de una profesora ya jubilada, que recibió la visita de un alumno que la buscó hasta dar con ella para darle las gracias, porque en sexto grado le abrió un horizonte que cambió su fracaso escolar en amor a las matemáticas. Anita, su maestra, le enseñó a descubrir sus habilidades, pero sobre todo a confiar en él y a forjarse un futuro que lo convirtió en ingeniero de la NASA.
En un México invadido por la violencia y la descomposición social y con leyes y gobierno que poco favorecen a la familia y a la educación, la labor del maestro es imprescindible y fundamental para crear consciencia en los padres de familia y hacer equipo con ellos en la formación y educación de las nuevas generaciones. Cuando los padres fallan en su tarea, un buen maestro puede marcar la diferencia en la vida y el futuro de un niño.
Al respecto nos dice el papa Francisco que ser maestro es:
“Un trabajo precioso porque permite ver crecer día a día a las personas que han sido confiadas a nuestro cuidado” y “Es un poco como ser padres, al menos espiritualmente”.
Este 15 de mayo es la mejor ocasión para dar las gracias y reconocer a todos aquellos maestros, los que dejaron su huella en mi alma como sor Rosita. Y a todos aquellos que mucho más que una profesión han hecho de la enseñanza una vocación de servicio y un camino de esperanza. Son ustedes maestros, los que a pesar de las leyes, políticas absurdas y autoridades incompetentes pueden esculpir en cada corazón de cada uno de sus alumnos, un futuro más esperanzador y un camino para alcanzar la paz.
Dios los bendiga.
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