La anterior Reforma Educativa había logrado la participación de los padres de familia dentro de la comunidad escolar e incluso su apoyo para cumplir con su papel de primeros responsables de la educación.
Al parecer quedaron en el olvido los campamentos en el zócalo y el Monumento a la Revolución, los plantones en la Alameda, las largas y frecuentes manifestaciones que paralizaban por horas y horas a la Ciudad de México, la turba que golpeaba, amenazaba, ofendía e intimidaba a granaderos y policías que intentaban contenerlos y hasta a los transeúntes que se cruzaban por su camino.
Las pintas en las calles y en edificios coloniales del centro de la ciudad, las escenas de violencia, las consignas rabiosas y ofensivas contra la autoridad, el secuestro de las escuelas, los daños colaterales a la ciudadanía que no podía movilizarse a sus lugares de trabajo, son eventos del pasado y cuestiones intrascendentes de 2013 borradas de la memoria de quienes componen este nuevo gobierno dispuesto a “dialogar” y a “respetar los derechos laborales” de una pequeña minoría de vándalos que no representan ni por asomo a la gran mayoría de maestros que día con día cumplen con su deber y se presentan a dar clases.
Estos personajes hoy “merecen” el reconocimiento y admiración de legisladores como Mario Delgado, coordinador de Morena, quien los felicita “por su lucha, su resistencia y compromiso por defender sus derechos” asegurándoles que “no les vamos a fallar”.
Ha quedado en el olvido la tragedia que viven miles y miles de niños que durante años, sin entender los trasfondos políticos, se han quedado rezagados en su formación académica y son condenados a la ignorancia y a una vida con pocas alternativas de superación. Los niños de Guerrero, Michoacán y Oaxaca están en clara desventaja respecto a los niños de otras entidades porque sus estados ocupan los últimos lugares de nivel educativo, consecuencia también de los paros continuos de sus maestros que defienden sus “derechos laborales” sin importarles que sus alumnos pierden su derecho constitucional a recibir educación de calidad.
Esos pequeños que durante años no han logrado tener ciclos escolares completos, que viven en la pobreza y que muchos están inmersos en un clima de violencia; al no tener la oportunidad de aprender, son privados de un mejor futuro, de aspirar a un mañana más prometedor convirtiéndose en presa fácil de los grupos delictivos que han hecho de nuestro país uno de los más violentos del mundo.
Si bien la anterior Reforma Educativa tenía muchas carencias, había logrado insertar en el sistema educativo la participación de los padres de familia dentro de la comunidad escolar con un papel de vigilancia, compromiso con la escuela, e incluso apoyo para cumplir con su papel de primeros responsables de la educación de sus hijos; y había logrado también lo que a mi personal consideración fue lo más valioso de esa reforma: la autonomía y fortalecimiento del Instituto Nacional de la Evaluación de la Educación (INEE), que lejos de ser una amenaza para los maestros, se convirtió en el mejor órgano para analizar la realidad de la educación en México con el objeto de mejorarla.
Mientras países como Corea del Sur han logrado dar un vuelco de la pobreza a un progreso inaudito poniendo a la educación como objetivo y motor de su desarrollo, México se nos está yendo entre los dedos porque la educación siempre ha estado a merced de los intereses políticos del partido en el poder y no del bienestar y progreso de todos los mexicanos.
Nuestros niños son la esperanza de México, y merecen más que las ocurrencias “mañaneras” de nuestro primer mandatario y que nos llama “fifís” más que las desafortunadas declaraciones del secretario de Educación que orgulloso afirma que hoy “se vale copiar”, más que la soberbia del gobierno que afirma que todo lo pasado es erróneo y sin el mínimo recato pretende secuestrar la educación para su adoctrinamiento político a las futuras generaciones.
La verdad no cambia con el sexenio, los delincuentes no dejan de serlo por las políticas de moda y los maestros de la CNTE, pese a que son una absoluta minoría, tienen en el gobierno actual un aliado, y en el silencio de la sociedad a un cómplice.
En estos tiempos en que nuestro presidente ha puesto de moda la palabra “moral” dándole su peculiar connotación para justificar lo verdaderamente inmoral, y en que el secretario de Educación está convencido que hay que promover otros “valores” en los programas educativos; es necesario, es urgente el trabajo de los maestros de verdad, que son los más, y de la sociedad civil que con verdadero amor a México trabajen de manera alternativa en la educación de esas nuevas generaciones que requieren de liderazgos sanos y de ideales trascendentes para lograr de nuestro querido México una gran nación.
“Un niño, un profesor, un libro y una pluma pueden cambiar al mundo. La educación es la única solución”– Malala Yousafsai. Discurso ante la Asamblea General de la ONU
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