El cuidado de lo que el niño o adolescente lleva a la escuela, debe iniciar en el hogar con la supervisión e interés de los padres.
Ante los niveles de violencia que vivimos en México, hemos perdido poco a poco la capacidad de asombro y conmiseración por quienes la sufren, se necesitan hechos tan trágicos como el que se vivió el viernes 10 de enero en el colegio Cervantes de Torreón para tocar las fibras de una sociedad adormecida que busca una respuesta para entender el porqué de un suceso tan escalofriante.
¿Qué explicación se le puede dar a lo inexplicable? Un pequeño de apenas 11 años, introduce dos armas a su colegio, dispara matando a su maestra, hiere a varios compañeros, para después darse un tiro y terminar con su vida. Se especula con varios motivos: situación familiar, falta de vigilancia en casa, videojuegos violentos, bulliyng pero el chico se ha llevado consigo la respuesta.
Tanto el gobernador de Coahuila, como otros políticos y líderes sociales han hecho declaraciones sobre el acontecimiento, manifestando la necesidad de reactivar el operativo de “mochila segura” y pidiendo en concreto a los padres de familia que tengan mayor vigilancia sobre sus hijos.
Paradójicamente, en el año que recién terminó, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) calificó este operativo como una política criminalizante contra la niñez mexicana y emitió una recomendación para suspender su práctica, al secretario de Educación Esteban Moctezuma Barragán. (El Sol de México, 25 de agosto del 2019).
Ciertamente el cuidado de lo que el niño o adolescente lleva a la escuela, debe iniciar en el hogar con la supervisión e interés de los padres, y “mochila segura” debiera ser implementada en las escuelas siempre con la autorización, intervención y vigilancia de las sociedades de padres de familia en representación de los papás que son los primeros responsables de la educación de sus hijos, condición que pudiera ser poco probable si no se motiva y propicia la participación de los padres en los planteles escolares.
También es una realidad que la violencia se ha permeado en todo México, en todos los ambientes, en todos los estratos sociales, y las escuelas tanto públicas como privadas no son la excepción. Recuerdo cuando siendo presidenta de la UNPF visité a un buen amigo, director de una secundaria pública, y me mostró una tabla de aproximadamente 60 cm de diámetro, que contenía el producto de un día de revisión de mochilas. Fue impactante ver desde una pistola, cuchillos, dagas, navajas, hasta una serie de pequeños instrumentos fabricados para agredir, que yo no conocía.
¿Cómo hemos llegado a esto? El grado de violencia que vivimos en México nos habla de la carencia de valores de nuestra sociedad; intentando contenerla se realizan operativos, reglamentos, se brinda ayuda psicológica a las víctimas; pero nos hemos olvidado de atender a la familia que, como base de la sociedad, es el ámbito donde se cultivan la violencia o la paz, se fomentan y hacen vida los valores y donde se forman los ciudadanos.
Los padres de familia requieren la orientación necesaria para cumplir con su tarea educativa, la solución no es que les revisen la mochila a sus hijos, sino que les enseñen a ellos a ser mejores papás a través de escuelas para padres y además propiciar una mejor comunicación con los maestros e interacción con la escuela de sus hijos. La construcción de la paz es una tarea de todos, y si queremos erradicar la violencia desde la raíz, tendremos que empezar desde la casa y el colegio.
Si no queremos que este hecho se repita, es necesario redoblar esfuerzos y también el compromiso de todos los actores sociales y políticos. Nuestros niños no deben ser víctimas de una sociedad enferma y relativista ni de un gobierno que etiqueta, divide y ofrece dádivas en lugar de oportunidades.
El chico de Torreón logró llamar la atención de todos, para decirnos que estamos fallando, pero su memoria nos exige ser mejores padres, mejores ciudadanos, mejores personas.
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