Cuenta con su imaginación. Es sólo una niña que juega en el parque. Nada más, pero nada menos.
Podía haber sido morena y de ojos negros. Cuando la mirada tiene algo que decir, el color y la tez no tienen importancia.
Sin embargo, era rubia, de ojos verdes, radiantes; de esos que efectivamente dejan ver lo que hay dentro.
Ella encabezaba la fila.
Llamaba la atención su forma de hablar. Las palabras surgían prontas; las órdenes, precisas; tanto que nadie objetaba nada. Sus amigas, evidentemente mayores que ella, seguían el juego; corrían a su ritmo, cantaban a su voz.
Sólo cuatro años. No más.
Y sabe quiénes son Bill Clinton, Saddam Hussein… y conoce los alcances de la guerra. También le preocupan los eclipses. Dice que les teme.
Seguramente es un producto auténtico de la sociedad informada. O, más bien, sobreinformada. Niña de la televisión, de la radio, de los discos y -¿por qué no?- de los periódico y las revistas.
Al verla, la imaginación vuela. ¿Cómo serán sus padres? ¿Tendrá hermanos? ¿Será capaz, en fin, de ser niña?
Su imagen es inolvidable. No es que sea bella. Sus facciones son más bien toscas y su cara demasiado larga, pero sonríe. Y de esa sonrisa nace el análisis, se puede escribir su historia aunque en ella la ficción impere, aunque se corra el riesgo de mentir.
Es líder; así, en masculino, lista para hornearse. Al fin y al cabo, sabe mandar. Se le nota en las palaras precisas, en el tono de la voz, en la mirada firme, en la seguridad con que gesticula.
Resulta divertido adivinar la preocupación de los padres. Tiene muchas cualidades de mando, pero eso no es suficiente. Al cabo, esas dotes no son privativas de los líderes. Eventualmente podría quedarse en el camino y convertirse en una manipuladora… pero es suena drástico.
Vayamos, mejor, por otra senda.
-Tu hija seguramente es lideresa. Y los padres se sienten reyes, aprisionan entres sus brazos al tesoro.
Aunque no es eso todo.
* * *
El paisaje tiene tantos detalles… Las flores, pétalos sin fin; el rocío no es igual en cada gota, el aire sopla en distintas direcciones. A veces llueve; otras, el Sol agobia, atosiga. Hay días grises y otros multicolores.
¡Cuánta sabiduría hay en la naturaleza, cuántas desigualdades armónicas!
De aquí y de allá, siempre con la vista en alto, se conforma la tarde.
¿Serán congruentes los padres de la niña rubia? ¿Sabrán que los líderes se cimientan en sus capacidades, pero se forman paso a paso? ¿Podrán decirle que sólo es auténtico guía quien persigue el bien y sólo el bien de los demás?
¡Cuánto enredo!
Hoy es el juego: ella encabeza la fila.
¿…Y mañana?
-La mujer ocupa ya puestos muy importantes en la sociedad. Cuenta con el mundo, es alguien por sí misma.
Qué bueno que la pequeña enriquezca el sexo femenino, dirá la madre; tal vez rubia o tal vez morena. O quizá de mirada radiante. Verde, azul o negra… Y tomará de la mano a la pequeña. Y le dará un beso. ¡Se antoja tanto! Se ve tan simpática, tan pequeña en su autosuficiencia.
¿Preocupada por el futuro?
Sí y no. Cuenta con su imaginación. Es sólo una niña que juega en el parque. Nada más, pero nada menos.
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