Vulgaridad es indiferencia ante todo aquello que nos grita desde muy adentro, ante las ocurrencias del espíritu mientras que la locura, como la de Don Quijote que le dio cordura y bondad, es madurez.
Vulgaridad, dice alguien, es pasar frente a las cosas bellas sin verlas.
Vulgaridad, entonces, es indiferencia ante todo aquello que nos grita desde muy adentro, ante las ocurrencias del espíritu, que muchas veces no sabemos qué significan porque una voz, nuestra y ajena a la vez, nos las dicta desde el fondo.
¿Las escucha tu espíritu refinado?
¿Las lee tu mente privilegiada?
¿Las acoge tu corazón, que es un diamante? ¿Eres capaz de reconocer la diferencia entre cada uno de los seres únicos e irrepetibles?
¿Escuchas esas voces que gritan en distintos tonos? ¿Lloras frente a una obra de arte? ¿Ríes por el diálogo de una comedia?
Si es así, seguramente estás poseído por la sincera y angustiosa voluntad de ser un loco. Acuérdate que don Quijote sólo dejó florecer su locura cuando su cordura y su bondad hubieron sazonado bien.
Locura, entonces, es madurez; locura, entonces, es el antídoto de la vulgaridad. Locura, entonces, es aprender a escuchar lo que nos dicen las cosas en su inmovilidad. Locura, entonces, es creer con fe tan viva que, de creerlo, se hará realidad. Locura, entonces, es aprender a amar.
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