¡Cuántas personas pasan frente a la belleza y no la miran; viven en una vulgaridad impresionante!
Paloma es una adolescente en ocasiones insegura de sí misma, como suele ocurrir en esa etapa de la vida, pero extremadamente sensible.
Hay quienes piensan que ser así trae consigo muchos sufrimientos, porque las personas con la sensibilidad a flor de piel asimilan los detalles mínimos con toda la fuerza; los acontecimientos más insignificantes cobran para ellas dimensiones muy profundas.
Es cierto, pero en un mundo materialista, en donde el prestigio y la fama suelen confundirse como sinónimos, en donde el fin justifica los medios, en donde los hombres forman parte de un conglomerado que no distingue individualidades, la sensibilidad es un privilegio.
Por eso, Paloma tiene dentro de sí un tesoro. Las flores son motivo de una pintura al óleo; aprendió sola a tocar las castañuelas, forma parte de una estudiantina y de un coro y cuando es necesario ilustra los temas que abordan en la clase.
Entre las muchas cosas que hace, Paloma escribe cartas. Y no sólo lo hace en ocasiones especiales, como los cumpleaños o las fechas importantes. Día tras día pone un mensaje sobre el buró de sus papás, para dejar constancia de esos hechos, pequeños o grandes, que llenan su adolescente existencia.
En nuestros tiempos, la sensibilidad es un don que verdaderamente se agradece a natura. ¡Cuántas personas pasan frente a la belleza y no la miran; viven en una vulgaridad impresionante! No vibran frente a una pintura, no sienten las notas de una sinfonía, no se interesan por los acontecimientos que surgen en su entorno. Son incapaces de llorar por las tragedias de los otros.
Son ellas, sólo ellas, siempre ellas. Y cuanto más incapaces son en lo humano, en lo profesional, más altaneras y autosuficientes se vuelven. Para ellas, lo más importante es lo que se ve, no lo que es. Como si fuera posible engañarse.
Bien dice Miguel de Unamuno que el hombre, más que un animal racional, es un animal sentimental que tiene conciencia de su conciencia.
Y no me canso de repetirme sus aseveraciones a ese respecto. Hay quienes sólo piensan con el cerebro, pero también hay quienes lo hacen con el hígado, con los riñones y con el tuétano de los huesos. Tanto mejor que así sea.
Ciertamente se sufre, pero vale la pena a cambio de tanto como se recibe.
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