Hay tanto por hacer hay tanto por aprender, hay tanto por enfrentar, que vivir resentida, dividida e inadaptada, no sólo es ocioso, sino suicida.
Por una afortunada decisión del cielo, en el que creo y en el que espero, nací mujer de los pies a la cabeza. Y no reniego ni conspiro ni aspiro a otra cosa. Lo digo y lo repito a manera de letanía: amo a los hombres; no quiero ser su réplica ni su contrincante, no quiero un mundo aparte, exclusivo, tan sectario como deleznable.
Por esa decisión del cielo, muy ajena a mí, mis padres me aceptaron femenina y me obligaron a ser simplemente humana. Me pusieron un nombre de mujer y me exigieron como a cualquiera de sus hijos. Cuando decían que la mediocridad no debía existir en nuestra familia, olvidaban los géneros; cuando sugerían estudios universitarios, lecturas, conciertos, viajes, todos éramos iguales.
El cielo no me dio a escoger. Tampoco creo que la naturaleza se haya planteado una disyuntiva. Sólo los seres humanos discutimos lo indiscutible, decidimos con base en las cifras, opinamos sobre lo inmanente y basamos la verdad en lo que piensa la mayoría.
No creo en la venganza. Tendría que traer al mundo a muchos muertos que desde el principio del mundo decidieron que las mujeres ni siquiera teníamos alma, mucho menos ideas.
Hay tanto por hacer hay tanto por aprender, hay tanto por enfrentar, que vivir resentida, dividida e inadaptada, no sólo es ocioso, sino suicida.
Si mi propia naturaleza no me dice lo que soy, si me lo tengo que explicar, si tengo que aprender patrones ajenos a mi sexo para ser yo misma, la lógica me falla a mí, no al universo.
Cada cual es lo que es, independientemente de apreciaciones subjetivas. Pobre de mí, si mi mente no se adecua a la realidad. Por una decisión del cielo, nací mujer. Ciertamente, Hamlet: ser o no ser es la cuestión. Impostergable, por cierto.
Y yo estoy decidida a ser.
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