Entendiendo que mujeres y hombres tenemos la misma dignidad, los mismos derechos, entre los cuales está el de ser defendidos por todos en la sociedad.
Tengo que reconocer que este es un tema que no me gusta. En primer lugar, porque no soy experto en el mismo. Además, siendo hombre, creo que no tengo la capacidad de entender a plenitud lo que significa para una mujer ser sujeto de violencia de cualquier tipo, desde las bromas pesadas y los chistes denigrantes hasta el feminicidio.
En estos días pasados el tema sacudió fuertemente la conciencia de nuestra sociedad. El asunto sigue en discusión: se ha generado una fuerte reacción tanto por parte de las mujeres en general y las feministas en particular como en los medios, los editorialistas y políticos, entre otros. En este momento en la sociedad no tenemos elementos para poder juzgar el tema y, además, no nos toca. Para ello se han nombrado jueces y fiscales que tienen por encargo definir cuál es la verdad y hacer aplicar la Ley.
Lo que me parece muy importante ha sido la reacción de la sociedad frente a este caso muy público y notorio, como frente a otros tal vez no tan conocidos. En mi opinión nuestra sociedad, en el tema de la violencia contra la mujer, no tiene claras las prioridades. Esto se refleja de muchas maneras. Por ejemplo, una popular canción mexicana que en su letra dice: “que Dios hizo la mujer como regalo del hombre”. O sea, que la mujer está en función del hombre y está para servirle como juguete. Otro ejemplo: un obrero conocido mío tuvo la pena de que a su hija de dieciséis años la violó un muchacho de más o menos la misma edad. Este papá fue a visitar al padre del violador y en la conversación el padre del muchacho le dijo una frase muy mexicana: “Usted cuide a sus gallinas que mis gallos andan sueltos”. En otras palabras: el culpable de la violación no es mi hijo sino de usted, padre de la chica, que no cumplió con su obligación de cuidarla.
Otro concepto muy frecuente es que la violada “se lo estaba buscando” por su manera de vestir o por una actitud coqueta o simplemente por no cuidarse. Recuerdo una película de los ochenta, basada en un hecho real, de una joven prostituta que es violada por cuatro sujetos en una sala de billar mientras los jugadores vitoreaban a los violadores. Una vez que llega al tema a juicio, la defensa de los violadores está basada en que, de todas maneras, la chica era una prostituta y no merecía respeto.
Y estos son sólo algunos ejemplos. Con cierta facilidad nuestra sociedad minimiza la gravedad de la violencia contra las mujeres. Incluso, algunas frases elaboradas de buena fe para promover el respeto a la mujer fallan en lograr su propósito. Por ejemplo, cuando decimos que las víctimas podrían ser nuestras madres, hermanas, hijas o esposas, hay quienes están de acuerdo en que las mujeres de su familia deben respetarse, pero las demás no están cubiertas por ese mismo respeto. Por ejemplo, en el caso la prostituta que mencioné antes.
En los eventos de días anteriores, hubo muchos dichos y conceptos que, de alguna manera, buscaban disminuir la gravedad de los hechos. La violación no es menos grave por el hecho de que hayan ocurrido actos de violencia en las protestas. O por el hecho de que la carpeta de investigación tuviera dudas o de que la gobernadora de la ciudad de México hubiera reaccionado tardíamente y con poca empatía hacia la víctima. El tema fundamental no es ninguno de esos. El asunto es que se siguen dando hechos de violencia y la sociedad se distrae fácilmente con otros temas que, siendo importantes, no tienen la misma prioridad. Sí, es muy importante el debido proceso a los acusados. Porque tampoco se trata de fabricar culpables para apaciguar a los medios y a quienes protestan. Por supuesto, no debe aceptarse el vandalismo. Pero el hecho de que hayan ocurrido actos vandálicos no le resta importancia a la gravedad de la violación de una menor de edad. Es cierto que no hubo una reacción adecuada de las autoridades, aunque también es cierto que ya están tomándose algunas medidas al respecto. Pero también es cierto que “la legislatura de la paridad de género”, no tuvo una acción decisiva, tal vez porque finalmente se han dado cuenta de que, por más que aumenten la dureza de las leyes, el gran problema es lograr que se apliquen.
No creo que vaya a haber una solución rápida. Esto no quiere decir que no se deban tomar más medidas para limitar estos gravísimos ataques a las mujeres. Veo que el cambio de fondo estará en los valores de la sociedad, en el modo como se trata a todos, mujeres y hombres, para que tengamos en orden nuestras prioridades. Entendiendo que mujeres y hombres tenemos la misma dignidad, los mismos derechos, entre los cuales está el de ser defendidos por todos en la sociedad. Y también debemos de entender que tantos derechos tienen las víctimas como garantías tienen los acusados y que debemos esforzarnos enormemente para no revictimizar a los atacados ni tampoco crear culpables para apaciguar a la población.
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