En el ánimo social después de las elecciones del 2024, hay una parte importante de la población que está triste y otra que está enojada. Los tristes están así porque no lograron su triunfo, pero otros porque esperaban ganar mucho más. Los enojados, porque fallaron sus estrategias, porque sus aliados no les funcionaron como esperaban o el electorado no hizo mayor aprecio de sus ideas.
Pocos realmente se encuentran felices. Y esto es curioso. ¿Por qué los ganadores siguen enojados? Es relativamente común encontrar triunfadores que no están gozosos. Estamos de ánimo negativo parte de la población. Algo que, en realidad, no le conviene a ninguno. Nadie quiere reconocer sus fallas, pero a veces tampoco sus éxitos. Una depresión generalizada. Esto ocurre, sobre todo, con los jóvenes opositores. ¿Por qué?
Algunos llegan a la conclusión de que todo estaba arreglado. Que fue una simulación. Una invención. Algunos, porque tienen pocos años compitiendo contra el poder autoritario. Pero en contiendas parecidas, en los sesenta o setenta en México, encontramos con que las situaciones eran muy parecidas a las que, aparentemente, nos quieren llevar. Gran falta de contrapesos. Un control absoluto del ejecutivo de la nación sobre todos los poderes. Y que, de alguna manera, el mundo era así para la mayoría de los ciudadanos. Hemos cambiado, pero solo un tiempo relativamente corto. Hemos vivido poco con contrapesos verdaderamente funcionales.
La pregunta es: ¿A qué conclusión nos puede llevar esto? ¿Qué tan rápido nos podemos recuperar? Tal vez en algunos, recordar esos tiempos y pensar que, después de setenta años de falta de contrapesos, se pudo tener un cambio democrático, los puede llevar a pensar que sí hay oportunidades y que, en todo caso, el cambio depende de nosotros. El éxito vendrá, cuando hayamos logrado superar este concepto negativo, este clima de tristeza y de enojo.
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