Los sistemas remotos ofrecen algunos sistemas para supervisar el trabajo de los empleados, pero distan mucho de ser adecuados.
Una de las consecuencias de la cuarentena para limitar los efectos del COVID-19, es la adopción del trabajo remoto por muchas empresas, el trabajo desde la casa. Algo que ya se viene haciendo desde hace bastantes años, pero que su aplicación había sido muy lenta. Al tener que tomar medidas extraordinarias para contener el contagio de la población en la pandemia que estamos viviendo, se aceleró la implementación de este sistema.
No cabe duda de que el sistema tiene sus ventajas. Desde el punto de vista del empleado, le permite seguir trabajando sin exponerse a riesgos innecesarios. Y para las empresas le permite seguir laborando en todas las actividades que no requieren la presencia física de los empleados. De hecho, para algunos ha sido una verdadera bendición. El empleado conserva su puesto y la empresa puede continuar con una parte importante de sus tareas.
Hay otras ventajas. En las ciudades grandes y complicadas, el empleado evita los largos tiempos de traslado, que son tiempos desperdiciados. Para las empresas, sobre todo pensando en que la situación de la pandemia puede durar bastante tiempo, le ha permitido reducir sus costos de arrendamiento, energía eléctrica, agua, limpieza de las instalaciones, mobiliario, equipamiento y vigilancia, por mencionar los más importantes. A largo plazo, esto puede llegar a ocasionar una crisis inmobiliaria. Si las empresas adoptan este sistema permanentemente, se tendrá una caída importante del valor de las instalaciones de oficinas. Lo cual no es cosa menor: esto podría ocasionar una caída de algunos puntos en el producto interno bruto del país.
Sin embargo, a pesar de las ventajas, hay bastante descontento con este sistema de trabajo. Un descontento que no se dice mucho en voz alta. Pocos se atreven a quejarse de los inconvenientes, por temor a ser reemplazados por personas menos exigentes. Sin embargo, de un modo que no se hace muy público, se está creando un descontento de los empleados hacía los patrones.
Poco se habla del estrés que el trabajo remoto causa en los empleados. El trabajo en sus hogares, muchas veces sin las condiciones apropiadas de mobiliario, ergonomía y aislamiento por varias horas está causando efectos en los empleados. Aunque una parte de su labor se hace mediante aplicaciones computacionales que permiten estar en contacto con otros, esa comunicación no deja de tener algo de artificial y no acaba de evitar del todo el efecto de soledad que la persona está sufriendo. Por otra parte, una queja frecuente es que ahora se trabajan muchas más horas de lo que se trabajaba en las condiciones normales. Las empresas han reducido el personal y las actividades se han repartido entre los que no han perdido el puesto. Y aunque se están trabajando más horas, es dudoso que la productividad sea igual. El estrés y el cansancio están cobrando un precio. Por no hablar del costo de los errores que la situación provoca.
Es cierto, por otro lado, que el trabajo remoto requiere del empleado una gran disciplina. Que no es algo que abunda. Los sistemas remotos ofrecen algunos sistemas para supervisar el trabajo de los empleados, pero distan mucho de ser adecuados. Lo cual lleva a lo que llaman la “microadministración”: estar supervisando al detalle las labores, lo cual provoca frustración entre los mejores empleados y miedo entre los peores.
Y un detalle no menor es que el empleado siente que está pagando parte de los gastos que la empresa debería sufragar, y que no se le reponen. Sin contar con que la reclusión de las familias también está causando dificultades que tienen impacto en la calidad de vida en el trabajo. Esto está causando resentimiento: se percibe que se abusa de la persona, quien siente que el empleador cree que le está haciendo un favor y que se lo cobra.
No es fácil encontrar soluciones a esta situación. Pocas empresas tienen experiencia en este tipo de trabajo remoto. Y esas experiencias no siempre son fáciles de trasladar a labores de categorías diferentes. Es necesario encontrar modos de recuperar el sentido de grupo, las relaciones de apoyo mutuo que se dan en forma espontánea cuando los trabajadores comparten instalaciones: se hacen pequeños favores, se ayudan y de alguna manera se protegen unos a otros. El aspecto humano de las relaciones de trabajo tiene que fortalecerse y hay que recuperar las ventajas del trabajo tradicional.
Tan importante como lo anterior es recuperar el aprecio de los trabajadores por su empresa. Y todavía más en países, como el nuestro, donde se han difundido desde hace muchos años los conceptos marxistas según los cuales las empresas son mecanismos para explotar al trabajador. Y aunque hay muchos que no han aceptado este concepto, las situaciones que se están presentando pueden interpretarse de ese modo. A nadie le conviene el que empiece a haber conflictos obrero-patronales debido al descontento de los trabajadores que están trabajando de manera remota. Los cuales, por cierto, son los que en México hemos llamado “los empleados de confianza”, que no han encontrado razones poderosas para buscar sindicalizarse. Y que ante esta situación podrían buscar este tipo de solución u otras.
Es importante dejar claro que se aprecia al trabajador, que se le apoya en esta situación de excepción y que se le ayuda. Hay que ganarse la confianza mutua y eso no es fácil. Y si la situación se prolonga, las soluciones serán cada vez más difíciles. Más vale que empecemos pronto a atender esta situación.
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