Reacciones de la oposición

Como es de esperarse, tras las elecciones, la oposición pasa un tanto a segundo término y deja de ser noticia. Sin embargo, vale la pena entender un poquito: ¿qué está ocurriendo con esta oposición que ha sido derrotada? Hay pocas noticias; la mayoría son chismes. 

Por ejemplo, el gritoneo a Xóchitl por parte del presidente del Partido Acción Nacional. El tema de los gobernadores de ese mismo partido que le piden a su presidente que renuncie. En el caso de la oposición, (es un decir), buena parte todavía sigue centrada en la búsqueda de culpables. Por supuesto, el culpable favorito es el actual presidente saliente. En fin, intentos de posicionarse de una manera diferente.

Pero no hay una idea clara de autocrítica, con la notable excepción del Partido de la Revolución Democrática, quien sí ha hecho una autocrítica amplia y pública. Los otros siguen tratando de encontrar justificaciones. Y para ello, lo ideal es encontrar culpables. “Nosotros no tenemos la culpa”, nos dicen. “Lo que pasa es que el piso no estaba parejo”, añaden. Y cosas por el estilo. De alguna manera, este modo de reaccionar ya estaba previsto. 

El punto ahora, es decir: ¿qué hacer? No basta con encontrar culpables. Ahora hay que decir que sigue. Y eso se ha extrañado. Hay pocas ideas. Algo dijo Xóchitl Gálvez de crear un nuevo partido. Pero en términos generales, ha habido un silencio, una ausencia. ¿Cuál sería la idea? Da la impresión de que algunos creen que hay que esperar dos años o cinco años para reconstruir la oposición. Hay quien habla de resistencia.  Mientras, dedicarse sobre todo a actividades con los tribunales, para tratar de echar para atrás las elecciones. Lo cual es algo aceptable. Es importante hacer todo eso. Pero se extraña, realmente, una propuesta. Hay, al parecer, una idea de crear nuevas narrativas. Pero no pasa de eso: es como un título. ¿Se requieren nuevas narrativas? Sí, señora. Sí, señor. ¿Y cómo? Eso es lo que no tenemos claro. 

Se habla también de la refundación de los partidos. Y creo que ninguno se salva. Sobre todo, aquellos que perdieron. Sin embargo, no quiere decir que los partidos triunfadores o el propio Movimiento Ciudadano no requieran algún cambio de este estilo. Pero es muy importante tener un buen diagnóstico. Tal como están las cosas, todavía no lo tenemos. No hay claridad de qué fue lo que pasó. Se oyen cosas tan raras o tan poco prácticas como los que piensan que, con cambiar el nombre de los partidos, ya lograron un cambio. Lo cual, básicamente, es risible. No es algo que verdaderamente funcione. 

Después de seis años de una crítica tremenda, contra el gobierno actual, al parecer, lo único que se les ocurre es seguir criticando. Hay quien decía que una definición de locura es hacer las cosas del mismo modo y esperar resultados diferentes. No sé si esto sea cierto o no, pero lo que sí vemos, por lo menos en estos primeros días después de las elecciones, es que los opositores siguen en la misma tónica. Proponen seguir acusando, criticando.  Tal vez con la idea, que es una falacia, de que si demuestro que López Obrador o la 4T o la actual señora presidenta están equivocados, quiere decir que la oposición está bien. Y piensan, además, que el electorado así lo va a aceptar. Lo cual también es verdaderamente difícil de creer. 

 No bastaron seis años de crítica e insultos, que muchos reconocen que nunca se había dado de una manera tan fuerte. Y que no funcionó. No es justificación decir que la 4T hizo lo mismo. Se necesitan otras cosas. Necesitamos reducir la polarización. Y, francamente, no resulta claro por qué el seguir criticando tan ferozmente a sus contrincantes, les va a funcionar. Da la impresión de que no se les ocurre nada nuevo. Y piensan que, al seguir insultando y criticando a sus contrincantes, más pronto o más tarde, la gente se va a volver de su bando. Como que, por pura vergüenza, les van a hacer ganar. Y realmente no basta con demostrar que los otros están mal. 

Piensan, tal vez, que con más regaños al electorado, van a lograr un cambio. Y esto es muy dudoso. Necesitamos nuevas ideas. Nuevos modos de presentar las cosas. Nuevos temas. Pero el público no tiene una respuesta. Hace falta que ya no sea simplemente decir lo mismo.  Hay que pensar en diagnósticos de asuntos que no han sido tratados, que han sido dejados de lado, para poder realmente ofrecer ideas nuevas.  Se ha propuesto la idea de resistencia, lo que tiene connotaciones interesantes.  Acciones de mediano y largo plazo, con la participación de la sociedad civil, sin darle el protagonismo a los partidos perdedores. Faltaría establecer quién diseñaría y organizaría ese esfuerzo.

Posiblemente, tendríamos que aceptar, como ciudadanos sin partido, que queremos otro modo de hacer política, pero que no sabemos qué hacer. Que, probablemente, ese es el principio de la sabiduría: reconocer que no tenemos las soluciones. Una vez aceptado esto, discutir, debatir, sugerir nuevas ideas, desarrollar nuevos programas y nuevas narrativas. Y con prisa, que esto no es algo que pueda improvisarse.

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