Polarización o diversidad

A tres semanas de concluido el proceso de elecciones generales, en México seguimos bajo presión. En cierto modo, parecería que seguimos en campaña, sujetos a una lógica de ataque y defensa de diferentes argumentos, como si los partidos todavía tuvieran que ser juzgados para obtener el voto. 

Estamos recibiendo señales contradictorias. Aparentemente, una búsqueda de apaciguamiento, sobre todo con el sector privado y los grandes capitales. Pero, por otro lado, continúa el ataque al bando perdedor. Como si ellos todavía pudieran revertir la situación. Parecería que todavía se necesita que los votantes avalen con su voto a quienes triunfaron.

Para efectos prácticos, la polarización continúa. Se sigue hablando de conservadores y liberales, de chairos y fifís, y se sigue tratando de ganar las mentes y los corazones de los votantes. Curiosamente, esto ha ocurrido mayormente entre la izquierda, tanto en su clase política como en sus adherentes. No tanto entre sus contrincantes: sus partidos están más enfocados a las acciones en los tribunales, pero sus partidarios siguen atacando a los triunfadores como si nada hubiese ocurrido.

Hay quien dice que esto está bien. Algunos, dicen que esto nos sirve para darnos cuenta de los problemas de gran parte de la sociedad. Si efectivamente eso fuera así, sería muy bueno. Polarizar por sí solo, sin embargo, no lo es. Lleva a la división. Hace ver las situaciones en blanco y negro. En la naturaleza, bajo ciertas condiciones, los polos iguales se rechazan. Y eso es lo que está ocurriendo. En lo social, cuando hay polarización, la opinión pública se divide en dos campos. Esto fortalece a las facciones extremas que ganan apoyo. Como consecuencia de la polarización, las voces moderadas pierden influencia.

Más que polarizar lo que necesitamos es tener la capacidad de aceptar, incluso darle la bienvenida a la diversidad de opiniones. Desarrollar la capacidad de poder ver puntos de vista diferentes, sin atacar o sentirnos atacados. Tener la posibilidad de entender que otros, que no opinan igual, no son nuestros enemigos.

Reconocer, e incluso abrazar, la diversidad, es entender que quienes opinan diferente que nosotros, no son necesariamente malvados. Tampoco es que todos sean bondadosos.  Es admitir la posibilidad de buena voluntad en todos los que opinan, hasta que se demuestre lo contrario. Puede darse por ignorancia, por defectos en su manera de razonar. Es aceptar la posibilidad de buena fe, sin ser ingenuos: también pudiera haber mala fe. Pero no en todos los casos de aquellos que no aceptan nuestras opiniones. En general, los que opinan diferente, tienen razones. Es importante entenderlas y ver cómo se puede, sobre dichas diferencias, construir acuerdos.

Tomemos como ejemplo el debate más destacado en este momento. Mientras un bando opina que es necesaria una reforma para poder quitar o al menos limitar la corrupción del Poder Judicial, sus contrincantes ven esa propuesta como un modo de concentrar el poder de la presidencia, de manera que no existan contrapesos a su actividad. Y, curiosamente, la discusión no se centra en demostrar la intención de quitar contrapesos, ni tampoco en demostrar que el Poder Judicial es irremediablemente corrupto y que, únicamente, mediante el voto popular, se remediará esa corrupción. La discusión importante debería ser: ¿cómo lograr quitar la corrupción protegiendo los contrapesos que, nuestra Constitución y los países democráticos, tienen para evitar la posibilidad de las dictaduras?

Por supuesto, eso es más difícil y requiere mayor estudio. Exige la cooperación de las mejores mentes del país para encontrar soluciones óptimas. Desde luego, este alegato se ha vuelto un diálogo de sordos. Aprovechando la mayoría calificada que espera obtener la 4T, se quiere legislar contra reloj, logrando el proceso completo de cambio constitucional en los primeros treinta días de la nueva legislatura. Sin “cambiar ni una coma”. Aunque no resulte muy claro cuáles son las ventajas de ese apresuramiento. Esta prisa podría ser el enemigo de una reflexión, que se ve necesaria.

Este caso es solamente un ejemplo. Un tema particularmente importante para la República, está siendo discutido, sin aceptar reconocer las diferentes motivaciones y necesidades de una sociedad que es muy diversa. Necesitamos, como ciudadanos, aceptar nuestra diversidad, reconocer que no siempre tenemos la razón y que el otro no siempre está equivocado. Que es posible que cada uno de los bandos tenga elementos valiosos en sus planteamientos y que hay que reconocerlos por el bien de la ciudadanía.

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