Informalmente ya se inició la lucha interna en los partidos de cara a las elecciones 2018. Vendrá la parte visible: convenciones, “madruguetes”, inserciones pagadas, libros, entrevistas en revistas, pasarelas frente a empresarios, universidades, grupos de presión y hasta frente a los obispos y “think tanks” así como cabilderos extranjeros.
Pero otra lucha, no tan visible, empezó hace rato y seguirá a todo lo largo del proceso. Los próximos meses son cruciales: la meta es lograr que haya precandidatos que no sean nominados por los partidos. Una vez nominados, la disciplina partidaria se impondrá y el que denigre al candidato será considerado traidor. Los partidos exigirán unidad. Y sus miembros difícilmente se arriesgarán a ser expulsados. Pero ahora, se vale tomar el riesgo.
Obviamente, las patadas no son en público; son debajo de la mesa. Pero el mensaje es cuidadosamente preparado. Nada es casual. Y, por supuesto, los analistas especularán a sus anchas, aprovechando la opacidad del tema. Unos ejemplos. Esta semana la comidilla fue el escándalo del espionaje telefónico, destapado por el New York Times. De acuerdo con analistas, el Gobierno recibió hace semanas un aviso y un cuestionario de ese periódico, comentando que venía la publicación y pidiendo su versión del tema. En esas semanas no se preparó una estrategia de comunicación y, cuando ocurrió el tema, se dio una respuesta muy débil y fue presentada por un funcionario menor. El tema, claramente, es del ámbito de la Secretaría de Gobernación. ¿Se reaccionó así a propósito para cargarle el escándalo y la mala reacción al titular de esa secretaría? El diferendo entre los grupos de Hidalgo y el Estado de México en el gabinete no es ningún secreto. ¿Hay en esto una patada bajo la mesa?
Otro tema, de menor alcance, son las protestas por el Metrobús, el fallo de un juez contra la obra, la reacción del Jefe de Gobierno a quién la prensa lo muestra como alguien que “manda al diablo a las instituciones”, manifestaciones que nunca son gratuitas, todo tiene la marca de una patada bajo la mesa, destinada a facilitar el acceso de otros miembros de su partido a la candidatura.
Y ahora, el récord de homicidios dolosos y las explicaciones del Gobierno sobre el tema, calificadas como patéticas en medios y redes sociales, vuelven a afectar al área de Gobernación. Y no es que se inventen cosas. El punto es cómo se interpretan y cómo se tratan en los grandes medios.
Con toda seguridad veremos otras patadas bajo la mesa. Plumas pagadas, “periodicazos”, manifestaciones, videos, escándalos virales… una temporada en la que no faltará la diversión. Un entretenimiento que, me temo, dista de ser una sana diversión. Porque nos aparta de la tarea de prepararnos a decidir racionalmente cual es la mejor opción para el gobierno de este país y nos pone de lleno en el riesgo de que manipulen nuestros sentimientos, nuestros enojos que pueden ser muy legítimos pero que pueden obscurecer nuestra capacidad de decisión.
Habrá que tomar estas patadas bajo la mesa con un grano de sal. Recordar que hay intereses en juego, que esas patadas tienen como destinatario a los tomadores de decisiones de los partidos y lo que se buscan es nuestra indignación como argumento para dañar a los aspirantes. Ese es su juego. El nuestro es, hasta donde sea posible, no dejar que nos manipulen.
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