Un tema tan importante como el asesinato de mujeres con un impacto tan fuerte en la mayoría de la población, es muy apetecible para cualquier fuerza política.
En cosa de un par de semanas, lo que parecía imposible ocurrió. El disparador inmediato fueron los asesinatos de Ingrid y Fátima, pero es mucho más. Es el hecho de que cada día ocurren 3 feminicidios, más de 1000 al año. Y varios grupos de mujeres, de distintas extracciones, convocan un paro al día siguiente de las marchas del Día Internacional de la Mujer. Y logran arrebatar el monopolio de la agenda pública al gobierno federal. Sí, ya no se habla de rifas, se deja para mejor ocasión los casos de muy alto nivel de corrupción, y solamente el riesgo, que muchos ven lejano, del coronavirus le hace la competencia a esta noticia. No es poca cosa.
Las reacciones sólo han empeorado las cosas. Sí, se le reconoce a las mujeres el derecho a expresar su opinión. ¡Sólo faltaba que se les hubiera negado, además! En un tono paternalista se les advierte que lo piensen muy bien y que tengan cuidado porque seguramente habrá quienes quieran aprovechar su movimiento. Lo cual es de esperarse. Un tema tan importante, con un impacto tan fuerte en la mayoría de la población, es muy apetecible para cualquier fuerza política. Como ha ocurrido siempre. Y nadie puede decir que tiene el monopolio de aprovechar la ocasión: otro sinónimo de ser político es ser oportunista.
La oposición, por supuesto, teniendo muy poco que mostrar a su favor, están sedientos de encontrar una manera de verse apoyando una parte importante de la población. Pero lo mismo ocurre con el gobierno federal. Tras una serie de desencuentros con la ciudadanía, por la violencia que no amaina, por la escasez de medicamentos, el cierre de opciones para la población que sufren enfermedades de costosísima atención, y la falta de inversión privada a pesar de las sonoras declaraciones, al gobierno le urge tener triunfos contundentes. Pero no está en su ADN el mostrar empatía. Su misericordia está teñida por su inclinación ideológica. Sólo puede mostrar compasión por las banderas de la izquierda. La muerte de “esa niña” no los mueve más que a presentar una serie de propuestas en forma de decálogo.
Pero hay otras reacciones. Los que dicen que no se debe hacer paro porque el presunto asesino no fue el que mató a la niña, con lo cual no hubo feminicidio. ¿Y eso, qué? ¿Eso cancela los centenares de feminicidios que ocurren cada año? ¿Y las decenas o centenares de miles de otros actos violentos en contra de las mujeres? Según los partidarios de este régimen, las que van a participar en este paro no tienen derecho a ello porque son conservadoras. Como si solo los que tienen la misma tendencia ideológica que ellos tuvieran derecho a quejarse.
No faltan los que dan como argumento que las paristas nunca se han quejado en otros casos. Como si la marcha por la paz en el año 2004 no hubiera sido también inspirada en buena parte por las muertas de Ciudad Juárez. Marcha que la izquierda rechazó calificando de “pirruris” a los participantes. Si algo ha demostrado esta convocatoria es la pobreza de argumentación de los que se oponen. Y se da en todos los campos. No faltan grupos de derechas que dicen que no hay que participar en el paro porque, imagínese usted, podría ser aprovechado para darle fuerza a quienes están a favor del aborto libre. Como si las mujeres que hayan abortado no estuvieran en peligro tanto como las otras y no tuvieran el derecho de asociarse para solicitar, no solo a este gobierno, sino a la sociedad entera, que se tome en serio esto que es un problema grave.
No faltan los argumentos matemáticos. Si por cada feminicidio hay por lo menos diez asesinatos de hombres, la marcha no tiene sentido, dicen algunos. Cuando en realidad los motivos para asesinato de hombres raramente son por razones de género.
Algunos días antes de esta convocatoria, el fiscal general de la nación tuvo la desafortunada ocurrencia de solicitar que desaparezca la figura de feminicidio y se considere un agravante más en un juicio. Y la razón que dio es que “es muy difícil demostrarlo”. La realidad es que a nadie se le encomienda un puesto de responsabilidad federal porque las cosas sean fáciles. Si fueran fáciles, no habría que seleccionar personajes tan connotados para ponerlos al frente. Por otro lado, la comisionada nacional de derechos humanos, una mujer indudablemente de izquierda, se ha mantenido callada. Y tal vez haya sido lo mejor: en una de tantas hubiera provocado más enojo y la convocatoria hubiera tenido aún mayor resultado.
Para complicar más las cosas, el paro se está confundiendo con las marchas que ocurrirán el domingo anterior para celebrar el Día Internacional de la Mujer. Marchas que grupos feministas quieren acaparar para ellas solas. Ya han dicho que quienes se oponen al aborto no tienen derecho a quejarse y que no forman parte de las feministas auténticas. Y, en el fondo de su corazoncito, seguramente opinan igual de quienes no son de izquierda.
Probablemente el peor argumento es el de los que dicen que en un día no se va a resolver el problema. ¡Por supuesto! ¡Nadie ha dicho tal cosa! Si tomo milenios lograr el voto femenino, ¿usted cree que habrá alguien, entre las organizadoras o las que van a participar, que crean que eso se va a lograr así de fácil? Por supuesto que no. Pero lo que ya lograron es que el tema esté en la discusión pública. Y vienen más triunfos, estoy seguro.
En todo caso, en mi humilde, masculina y desinformada opinión, creo que el paro ya ha ganado. Aun si no logran una adhesión importante. Pero han logrado que un tema, al que no se le ha dado importancia, se ha puesto fuertemente en la agenda pública. Ello a pesar de las quejas, descalificaciones, e intentos de minimizar su propuesta. Lograr ese nivel de atención no lo hubieran logrado ni aun con recursos cuantiosos. El hecho de que obispos, universidades, empresas privadas y organizaciones de todo tipo se hayan adherido al paro y no pondrán obstáculo ni sancionarán económicamente a las mujeres que se adhieran al mismo, es algo fuera de serie.
La gran pregunta, creo yo, es si los demás, la sociedad en su conjunto, mujeres y hombres entenderemos el mensaje y dejamos claro que en una sociedad civilizada no podemos aceptar el horror de la violencia contra las mujeres, de todos niveles de gravedad, todos los niveles socioeconómicos y en todos los culturales. Que no quede en anécdota. Que no quede como materia prima para chistes y memes. Que lo tomemos en serio y actuemos en consecuencia.
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