Posiblemente el evento político más importante de este año serán las elecciones en varios estados y en particular las del Estado de México. A poco más de un mes de las elecciones, los candidatos a gobernador sostienen un debate. Los resultados hacen cuestionar las capacidades de la clase política en general y la utilidad de los debates, en concreto.
Un evento que despertó poco interés. Por ejemplo, la transmisión a través de Facebook, al decir de los medios, escasamente alcanzó unos pocos miles de seguidores. Una minucia si pensamos que el Estado de México es el más poblado del país y que, por su nivel económico, también es el que tiene mayor penetración de computadoras y teléfonos inteligentes. Cuatro mil seguidores en Facebook, para un Estado con más de dieciséis millones de habitantes, es un resultado minúsculo.
El evento resultó acartonado, con un formato anticuado y poco atractivo. Aburrido. Los medios hicieron énfasis en los ataques personales y a los partidos contendientes. Y tienen razón; eso fue lo que predominó. Una lucha de lodo, para ver quién desprestigiaba más a los demás. Se presentaron fotos, a veces sin venir realmente al caso. Se hicieron señalaciones, se citaron cifras. Una vez más, todos fueron fieles seguidores del sofisma que dicta que cuando demuestras que los demás están mal, eso demuestra que tú estás bien. Lo cual es un absurdo: bien pudiera ser que todos estén mal.
En mi opinión, los medios exageraron un poco. Si hubo propuestas y no pocas. Algunas que son noticia y otras que son más de lo mismo. Por supuesto, predominó el populismo. Dichas como listado, sin entusiasmo, y sobre todo sin demostrar la necesidad de esas propuestas ni el modo como se van a financiar. Es natural que pasen desapercibidas: las propuestas fueron muy similares y parecen emanadas de encuestas de opinión que, en general, no pueden variar demasiado.
Curiosamente, las propuestas no fueron debatidas. No se vieron los méritos ni la factibilidad de ellas. Por ejemplo: la de poner los empleos cerca de los trabajadores. Una noble aspiración, pero, ¿cómo implementarla? ¿Puede hacerse en unos cuantos años? ¿Quién va a pagar ese costo? Otra propuesta: la de dar un salario las amas de casa. ¿De dónde va a salir el dinero? En eso no hay muchas dudas: del dinero los contribuyentes. O sea, del dinero de las mismas familias. Sigue nuestra clase política reforzando el mito de que el Gobierno tiene dinero propio, cuando la realidad es que el Gobierno sólo tiene el dinero que le puede arrebatar a los contribuyentes.
En fin, que los debates cada vez tienen menos atractivo y menos utilidad para normar la decisión del voto ciudadano. Esos torneos para ensuciar al contrincante no sustituyen un análisis racional de las propuestas de cada uno, de su idoneidad para gobernar, de su experiencia probada y que se traduzca en logros que sean relevantes para gobernar. Los debates cada vez se centran más en la imagen del candidato y menos en su capacidad para gobernar. Que al final de cuentas es lo que importa. Pero es claro que la clase política no le interesa debatir en términos racionales O, en el peor de los casos, le tienen miedo hacerlo porque no tienen los argumentos ni la habilidad para demostrar sus capacidades.
Esto es muy triste. Siempre será más fácil manipular lo emocional que lo racional. Y en algo tenemos culpa la ciudadanía. Si no exigimos razones, si no exigimos una demostración de sus dichos, sino exigimos seriedad a los candidatos, estamos votando con el hígado, no con la razón. Ya va siendo tiempo de que le demos a la razón el papel de criterio central en la decisión del voto.
* Consultor de empresas. Académico del TEC de Monterrey. Ha colaborado como editorialista en diversos medios de comunicación como el Heraldo de México, El Universal, El Sol de México y Church Fórum
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