México; política, amor y desamor

Noti-Exprés / Amor y desamor por la Política

Finalmente, no sabe uno qué pensar acerca de la política. Por un lado, el Papa Francisco dice que es una de las formas más altas de la caridad, porque atiende al Bien común. Por otro lado, en buena parte debido la actuación de la clase política, prácticamente todos los ciudadanos estamos convencidos de que la política es algo sucio y de que no tiene remedio. No cabe duda que nos enfrentamos a una incongruencia de difícil solución.



Puede ser que necesitemos odiar a la política lo suficiente como para desear cambiarla, y que a la vez la amemos lo suficiente como para pensar que vale la pena el trabajo de reinventarla. Un tipo de paradoja como las que exponía Chesterton.

Efectivamente, en este momento no podemos decir que odiamos de verdad a la política. Para ser más precisos: es una molestia, pero somos indiferentes ante ella. No amamos lo suficiente al país, a la ciudadanía, como para tomarnos el trabajo de intentar cambiarla. La criticamos, la abominamos, pero no nos importa lo suficiente. Éste es un caso en que lo verdaderamente opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Si es así, claramente estamos muy lejos de amar a la política.

Seguimos convencidos de que la política no es cosa de gente decente. Le hemos dejado el terreno a muchos pillos que se han enriquecido de ella y a otros muchos que han sido timoratos y no han exigido que se ponga freno a esa prostitución de la administración del Bien común.

Dejar la política en manos de la clase política significa que somos indiferentes. Criticamos, nos indignamos, nos molestamos, pero no nos organizamos para limpiar ese muladar en que se ha convertido. No, no estoy diciendo que todos los ciudadanos debamos de ser políticos, ni tampoco que seamos miembros de los partidos. Lo que estoy diciendo es que debemos de encontrar maneras de proponer, de manera sistemática y organizada, modos concretos para mejorar esta situación.

Porque el Bien común importa. Y la política, rectamente entendida, tiene que ver con la procuración del Bien común. Tal vez no podemos señalar ni un solo ejemplo de políticos que hayan buscado el Bien común. Pero eso no quiere decir que no haya que buscar su mejora. Tenemos que aprender a valorar la democracia, enamorarnos de la tarea de buscar y obtener el Bien común, aprender a pedir cuentas a los mandatarios de manera firme y respetuosa.

¿Nada fácil? Por supuesto que no. Siglos de abandonar nuestro papel de ciudadanos no se corrigen en un sexenio ni en unas cuantas décadas. Razón de más para empezar a buscar el cambio lo más pronto posible. Para empezar a imaginarlo, perfeccionar las distintas opciones, comunicarlas y debatirlas, ensayarlas y corregirlas. Por amor a nuestra Patria, a nuestros conciudadanos y a nuestros hijos y nietos.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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