Jóvenes millenials

Millenials: mitos y realidades

La generación más numerosa, una generación incomprendida, la generación nacida en lo digital, una generación problemática, una bendición para la humanidad, un problema sin solución. Abundan los adjetivos. Y tras estos abundan también los mitos. Pero esa generación es nuestro futuro. Más vale que nos libremos de los prejuicios y nos comprendamos.



Se entiende por los Millenials a los nacidos entre los primeros años ochenta y los primeros 2000. Lo cual significa personas entre los 17 y los 37 años, aproximadamente. La mayoría de ellos ya en el mundo del trabajo y en la edad de formar familia y algunos con hijos pequeños.

De ellos, muchos opinan que son un dolor de cabeza: con costumbres raras, aislados, con déficit de atención colectivo, poco responsables, y más. Ellos, por supuesto, rechazan esta clasificación y esas calificaciones y, en muchos casos, resienten ser llamados Millenials. Comprensiblemente, no lo ven como un halago.

No deja de ser un problema crear clasificaciones de la persona humana. Es fácil exagerar y caer en estereotipos, que rara vez son aplicables a toda una generación. Hay pocos estudios científicos sobre esta generación, y muchos son considerados poco representativos. Los mercadólogos también han tratado de entender a esta generación, con la sana intención de ver cómo hacen para venderles más y han creado sus propios estereotipos. Y en esto, se han creado algunos mitos.

Yo, como profesor dedicado a adultos, trabajo fundamentalmente con muchachos en estas edades. Tengo que reconocer que mis prejuicios son a favor de ellos. Los quiero, y quiero creer que me quieran. Los admiro y veo en ellos muchas virtudes y muchas cualidades que contrastan contra la mala imagen que algunos les crean.

Se dice, y en parte es cierto, que son muy distraídos; que les cuesta trabajo fijar la atención. Que les es difícil seguir un razonamiento largo y complejo. Pero, para ser honestos, es un problema que compartimos todas las generaciones. La televisión, los medios sociales, han acabado con el hábito de la lectura y con ello nos han reducido enormemente la imaginación, imprescindible cuando se está leyendo. Pero estoy seguro de que esto no ocurre nada más en la generación Millenial; lo veo en alumnos de la generación X y también en los llamados baby boomers. No puede decirse honestamente que ellos son muy diferentes.

Su actitud hacia el dinero y hacia las posesiones también es diferente. Esta generación no está tan interesada en tener posesiones sino en tener acceso a lo que les da esa posesión. Por ejemplo, no están dispuestos a invertir en una colección de discos musicales; prefieren tener acceso a la música de una manera muy amplia, aunque no sean propietarios de ese disco. Tampoco están muy interesados en tener una casa propia; muchos prefieren rentar. Sus maneras de gastar el dinero son diferentes de las de otras generaciones. Otra cosa interesante, y que me consta de primera mano, es que un alto porcentaje de ellos tienen intereses sociales y un porcentaje importante están buscando trabajar en organizaciones no gubernamentales y en instituciones filantrópicas. Al menos para dar algunos años a actividades que no necesariamente serán lucrativas.

Es cierto que tienen una alta rotación sus trabajos. Pero también es cierto que tienen la capacidad para ubicar cuando un trabajo no es satisfactorio y toman el riesgo de buscar uno que llene sus aspiraciones. Claramente ocurrirá algunos casos, que se dieron más en otras generaciones, de personas que han estado por décadas frustrados en trabajos que no les satisfacen y que, sin embargo, conservan por tradición, por rutina o por mero temor. Pero será menor entre los Millenials. De aquí el problema para las empresas de enriquecer los trabajos para poder retener a su gente más valiosa. Por otro lado, también es cierto que jóvenes de esa generación tienen mayor desempleo, los cual les pone en una presión importante.

A mí me parece muy interesante que en estas personas la congruencia es un valor muy estimado. La sinceridad es altamente apreciada, al grado de que a veces rechazan menos a un cínico que a un hipócrita. Perdonan con facilidad las fallas, y no con tanta facilidad al disimulo y la hipocresía. Muy al estilo de nuestro Sr. Jesucristo.

En cuanto a la religión, es cierto que muchos de ellos son, si no ateos, por lo menos agnósticos: se declaran incompetentes para definir en donde está la verdad en este tema. Y viven, muchas veces, como si la religión no importara. En lo cual, si hemos de ser honestos, se comparte la vida de las otras generaciones. ¿O acaso podemos decir que los cuarentones y cincuentones son modelos de piedad y devoción, de apego a su religión y práctica de la misma? Seguramente que no, aunque tienen más veces el intento de guardar las formas, por razones sociales o tradicionales. Por ejemplo, el caso del matrimonio. En generaciones anteriores se vio mucho el caso de quienes se casaban sin creer en su religión, sin creer en la santidad el vínculo matrimonial ni en el compromiso que significa un sacramento. Pero que se casaban por razones sociales, por quedar bien, porque la ceremonia es mucho más vistosa que la de un matrimonio civil. Muchos Millenials ya no se casan, porque no le ven sentido a llevar a cabo una ceremonia que no corresponde con sus creencias. Sí, podemos criticarlos. Pero hay que reconocer que un matrimonio que no esté basado en una creencia firme no deja de ser en buena medida una simulación. Y, como dije antes, la simulación es algo que los Millenials no pueden aceptar.

Creo, y ruego porque tenga razón, que en esta generación está el futuro de nuestra Iglesia. Una iglesia tal vez menos numerosa, con menos poder, con menos influencia, como en algún momento nos dijo Joseph Ratzinger. Pero más auténtica, con una creencia más profunda. Más atractiva, si estamos dando el testimonio que deberíamos dar, si en nuestras vidas se refleja una felicidad y una autenticidad que está nueva generación está buscando.

No es rechazándolos, no es criticándolos, no es estigmatizándolos cómo los vamos a convencer. No los vamos a atraer con apariencias, sino con la realidad de nuestra vida. Cuando señalamos sus fallas deberíamos de voltear a nuestra propia vida y cuestionarnos: ¿podemos afirmar, con el corazón en la mano, que somos un modelo a seguir?

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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