Los gobernantes generalmente se sienten los dueños de la “verdad verdadera”, de la verdad histórica, como dijo algún famoso personaje.
Ya resulta casi imposible encender la radio o sintonizar la televisión sin escuchar los avances del próximo informe presidencial. Claramente, se está tratando de crear una gran expectativa en la ciudadanía para lograr mucho interés por la trasmisión de este mensaje.
Nada nuevo. Probablemente no tengamos muchas sorpresas: se dará el informe, habrá pocas o ninguna interrupción, el formato seguirá el protocolo, el ritual de los tiempos de la dictadura perfecta. Se tratará de regresar a los días donde el primero de septiembre era el día del presidente, precedido y seguido por una cantidad impresionante de desplegados dando las gracias al Sr. Presidente por todos sus beneficios y todos los avances logrados a favor de la población y de las diferentes corporaciones. Donde se cerraban las calles y el presidente, en un carro descubierto, era aclamado por la población y bañado en confeti lanzado de los edificios por donde circulaba. Tal vez no ocurrirá este año, pero no tendrá nada de raro que se intente lograrlo en los años próximos.
En lo personal hay cosas que no espero que ocurran. No espero que nos den la verdad objetiva. Creo que tendremos la conveniencia política. Dudo que tengamos información confiable y comprobable, sobre todo por la existencia de los “otros datos” que han prevalecido en estos nueve meses de la administración pública. Los gobernantes generalmente se sienten los dueños de la “verdad verdadera”, de la verdad histórica, como dijo algún famoso personaje. Lo cual era posible en los tiempos en que había poco acceso a información y poquísimo análisis procedente de fuentes diferentes de las gubernamentales. Hoy la situación ha cambiado mucho. Una gran parte de la población tiene un amplio acceso a la información y existen múltiples analistas, difíciles de controlar y de cooptar. Por no hablar del acceso a los mecanismos de transparencia, aún incipientes pero que permiten contrastar la información que nos van a dar, frente a las fuentes originales de donde debería emanar la información. Mecanismos cordialmente aborrecidos por la clase política. Y esto no es privativo de la actual administración, ni siquiera de nuestro país. Fue famoso el dicho atribuido a Winston Churchill quién supuestamente decía: “la verdad es algo tan valioso que hay que protegerla mediante guardaespaldas de mentiras”. Nada nuevo, pues.
Tampoco espero empatía, cortesía, o respeto por los que opinan diferente. Tristemente, espero ataques personales, insultos y diatribas no sólo de parte de los gobernantes, sino también de la oposición (es un decir) y por desgracia también de la ciudadanía. Habiendo perdido la capacidad de razonar hemos sustituido la lógica por el insulto. Tristemente, creo que veremos pocos argumentos en pro o en contra. Hoy vemos manipulación, falacias, sentimentalismo para sustituir las capacidades de pensamiento. Y eso, tristemente, es muy difícil de contrarrestar. Cuando el único argumento a favor de un gobernante es que es simpático y nos cae bien, es muy difícil convencer a alguien de lo contrario. Qué es exactamente lo que nos está ocurriendo.
Veremos, una vez más, el argumento de la mayoría. El concepto de que 30 millones de mexicanos pueden imponerse a los demás y que el ejecutivo no gobierna para todos, sino sólo para aquellos que comparten sus puntos de vista. Además, creo que no veremos a una oposición inteligente y racional que ataque con crítica constructiva las fallas de estos primeros trimestres y muchísimo menos que reconozca los aspectos positivos y los logros que, por lo menos para alguna parte la población, se han dado. Finalmente, me temo que veremos a un poder legislativo sumiso, que se sentirá la obligación de aceptar este informe sin cuestionar, que buscará defender a toda costa el propio informe, no mediante argumentos, sino mediante adjetivos de moda: fifís, neoliberales, ardidos, defensores de sus intereses, y un larguísimo etcétera.
Ojalá esté equivocado. No lo creo. Me encantaría equivocarme y ver una situación diferente. Si las cosas ocurren como lo preveo, inevitablemente tendré una gran tristeza por nuestra patria. No creo que pueda sentirme verdaderamente feliz ante esta manera de informar a la ciudadanía. Como no lo he sentido con las administraciones anteriores.
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