Líneas de la batalla

En estas semanas previas al inicio formal de la campaña presidencial, los equipos de las competidoras están dedicados a preparar las líneas para la batalla que se avecina. Podría decirse que las precampañas fueron una prueba piloto para probar diferentes conceptos y ver cuáles son los más exitosos. En el caso de una competencia electoral, en primer lugar, hay que ganarse a los indecisos, los que aún no han tomado una opción en firme.  De ahí seguiría convencer a quienes votaron por nuestro partido, pero que no forman parte de nuestro núcleo duro.  Y el último, el más difícil: lograr que miembros del núcleo duro del contrincante se pasen a nuestro bando.

Este modo de actuar, por supuesto, requiere mucho más de preparación y entender cuáles son las razones de los indecisos, que podrían conducirlos a votar. Los miles o posiblemente centenares de miles de votantes haciendo cola para obtener su credencial de elector, nos está diciendo algo: los vacilantes ya han tomado la primera decisión: la de participar. ¿Qué llevó a esos ciudadanos a dar el primer paso: el de tener la capacidad y el derecho al voto? Hasta este momento, no tenemos total claridad.  

La oposición está ofreciendo más de lo mismo, de dos maneras: los ofrecimientos que hicieron cuando estuvieron en el poder y repetir una parte del programa de la 4T, tratando de convencer al votante de que las fallas fueron por ineptitud. Pero si se les confía el gobierno a personas más honestas y capaces, esos apoyos serán eficaces. Claramente, estamos viendo una ausencia de ofertas novedosas que puedan entusiasmar al votante. Se está apostando al hartazgo de la sociedad. De ser así, nos encontraríamos con una campaña para desprestigiar a la 4T. Algo que ya lleva cinco años y que no parece suficiente.

Los modos para desprestigiar seguirían siendo los mismos: encontrar nuevos ejemplos de corrupción, medir la ineficiencia y convencer al votante de que el país está en riesgo, de qué se juega la existencia de la democracia y que se avecina una crisis económica sin precedentes. A la oposición le urge recuperar la iniciativa mediante nuevos argumentos.  Volver a ganar prestigio, aceptando las fallas del pasado y demostrando que se tienen ideas claras y nuevas. Por otro lado, esto significa deshacerse del lastre de desprestigio que tienen los partidos que forman la alianza opositora. No es fácil de convencer a los indecisos de que se tiene algo realmente nuevo.  Una estrategia de auto ataque requiere de poder mostrar nuevas caras.

La 4T está apostando al prestigio del señor presidente. Hasta el momento su campaña se ha centrado en la continuidad, en magnificar los logros, tratar de explicar las fallas y los retrasos en los resultados que se han prometido, culpando a la oposición: encontrar excusas para las fallas mediante el ataque a los conservadores.

Los temas que importan a los ciudadanos y en particular a los que no forman parte del núcleo duro, los indecisos y quiénes en otro momento votaron por el gobierno actual, pero están decepcionados, son bastante claros. La seguridad, el nivel de vida, y la posibilidad de progreso, porque nadie quiere ser pobre, por más que nos traten de convencer de que con dos zapatos y un par de pantalones se puede tener una vida más feliz, que siendo un miembro de la clase media. Un número importante de electores a los que hay que ganarse son quienes llamaríamos los nuevos pobres, aquellos que, por la pandemia o por los cambios en el Gobierno, dejaron de pertenecer a la clase media. Ciertamente, los apoyos del Gobierno han reducido en parte la pobreza, pero, en términos absolutos, aumentó la pobreza extrema, según los datos del Coneval. También es cierto que la disminución de esta no ha sido homogénea: Chiapas y Oaxaca siguen teniendo índices muy altos de pobreza, y todavía no se mide el impacto de los desastres naturales en Guerrero.

Las remesas, un paliativo importante para la pobreza, ahora le rinden menos a quienes las reciben debido a la apreciación del peso. Si antes al recibir 100 USD se tenían 2000 pesos, ahora por esa misma cantidad reciben 1690. Y aunque todavía no tenemos una inflación catastrófica, esa remesa rinde bastante menos que lo que significaba antes de la depreciación del peso.

Tradicionalmente, los pobres en México, a diferencia de lo que ocurre en otros países, tienen esperanza. Muchos de ellos aspiran a que sus hijos tengan estudios y salgan de la pobreza, mientras en otros países la desesperanza les hace que ya no luchen por una situación mejor. En nuestra sociedad, posiblemente, quienes ya no tienen esperanza son los ancianos, quienes ya solamente esperan alguna medida de mejora basada en los apoyos asistenciales.

Y, naturalmente, el tema de salud y la falta de medicamentos son algo a considerar. La famosa megafarmacia no ha mejorado las cosas todavía, en buena parte, porque se ha hecho el supuesto de que el problema de falta de medicamentos es un problema de distribución. Uno que las poderosas farmacéuticas, se dice, no han podido resolver. Los resultados han sido verdaderamente decepcionantes. Se han surtido 67 recetas en cuatro semanas, que es más o menos lo que una pequeña botica puede surtir en un día. Y habría que conocer cuál ha sido el costo de distribución por receta surtida.

Hacen falta propuestas novedosas y diferentes de ambos bandos sobre cómo atraer inversión que genere nuevos empleos, cómo mejorar la seguridad más allá de la presencia de las Fuerzas Armadas y, sobre todo, cómo reducir la impunidad, qué probablemente lastima más a la Sociedad que la misma inseguridad. Para lo cual, hace falta invertir fuertemente en capacitación y equipamiento del personal técnico de las fiscalías en todos los niveles.

En fin, que la sociedad está esperando propuestas muy concretas que no estén basadas en la imagen de las contrincantes o en el prestigio de sus partidos y mandatarios en los sexenios anteriores. Las candidatas están frente a una sociedad decepcionada de la política y de los políticos, un electorado que ya no cree en nadie y que, en muchos casos, emitieron un voto de castigo a las dos grandes corrientes de la clase política. El gran tema es cómo recuperar la confianza y el entusiasmo del electorado.

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