Las redes sociales son irritantes, lapidarias, dicen algunos políticos. Son la legión de los idiotas, dicen algunos analistas, plagiando el dicho de Humberto Eco. ¿Tienen razón?
El enojo contra las redes sociales es real. El deseo de limitarlas y controlarlas, también lo es. No en balde en China han cuestionado y puesto límites a los grandes sistemas de exploradores como Google y a los sistemas como Facebook, Twitter y similares. Por otros medios, el acceso limitado a estas redes ocurre en Cuba y se busca en Venezuela. Y muchos otros gobiernos, incluso los que se dicen los arquetipos de la democracia, espían masivamente a los que publican y lo que se publica en las redes.
Al final, hay un tema de incomprensión de lo que significan las redes sociales. Muchos añoran las épocas de cuasi monopolio de la comunicación social. La época donde los boletines de prensa verdaderamente influían. Cuando un grupo limitado de medios difundían masivamente la información a un público sin derecho de réplica. Cuando la opinión publicada se presentaba como si fuera opinión pública. Cuando la irritación de la ciudadanía se expresaba en círculos muy cerrados con poca influencia real. Cuando se aplicaba a la letra el dicho de Porfirio Díaz al saber que lo atacaban algunos periodistas: “Esos pollos quieren su maíz”, decía, y dio origen a las instituciones del “chayote” y del “embute”. Un mundo sencillo, fácil de dominar y con medios útiles para adoctrinar e influir masivamente.
Entran los sistemas de comunicación masiva y personalizada. Ese mundo cambia. Ya no es cosa de influir o controlar a unas centenas de medios y algunos miles de periodistas y editorialistas. Ahora, con 100 millones de celulares en México, todos con acceso a distintas redes sociales, hay el mismo número potencial de originadores y transmisores de información. Algunos de ellos con mensajes que se vuelven virales y llegan a millones en minutos. Un alcance que ningún periódico puede tener. Y, por supuesto, millones de mensajes imposibles de controlar. De ahí la irritación y la crítica.
Pero el tema no son las redes, Somos los usuarios. Sí, muchos solo pueden reaccionar con insultos cuando no tienen argumentos. Sí, la mayoría tienen faltas de ortografía y de redacción. Sí, muchísimos no saben expresarse coherentemente. Pero esto no es causado por las redes. Es uno de los frutos venenosos de un sistema educativo fallido y que muchos desean que siga del mismo modo, para poder dominar mejor a una población ignorante, inculta y, por ende, muy manejable.
El arte de convencer, en este tiempo de las redes sociales, parece ser un arte perdido. Cuando no nos parece bien una opinión, sabemos decir lo que no nos gusta, sabemos insultar al que opina diferente, pero no tenemos los argumentos para convencer a quien consideramos equivocado. Usamos falacias muy obvias para convencernos a nosotros mismos y tratar de convencer a otros, Y ni cuenta nos damos. Nos desahogamos, pero no convencemos.
Los que dicen públicamente que las redes son irritantes y lapidarias, a lo mejor creen que con eso convencerán a los usuarios de las redes de no darle credibilidad a lo que ahí se dice y que vean como en el extranjero si se reconocen logros y esfuerzos. Los que hablan de la legión de los idiotas, desde su torre de marfil elitista, piensan que, con decir idiotas a 100 millones de usuarios de las redes, estos se avergonzarán de su idiotez y se volverán mas moderados. Además de volverse muy selectivos y sólo creer a la elite de los que, en su modesta opinión, no son idiotas.
Vano esfuerzo. Las redes no son el tema, el tema es educar, formar, influir sobre esos millones de mexicanos. El tema es convencer. Volver a la lógica. Al sentido común. A un aprecio sin límites ni restricciones a la Verdad. ¿Posible? Sí. ¿Rápido? No. ¿El mayor obstáculo? Tratar de manipular.
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