La magia de la Navidad

En estas fechas, prácticamente en todo el mundo, se maneja el tema de la Navidad.  En algunos medios, particularmente en los de orientación religiosa, es un tema de discusión.  “La Navidad ya no es lo que era”, se nos dice. Y esto no es totalmente cierto.  En muchos aspectos la Navidad es muy tradicional: las reuniones familiares, las visitas a parientes y amigos, los regalos, el apapacho a los niños, los árboles y sus adornos. En apariencia, todo sigue igual. El comercio aprovecha plenamente este concepto y lo liga con la entrega de cariño. “Si regalas, estás demostrando amor”.  “Entre más costoso el regalo, más amor demuestras”, aseguran.  El consumismo, a todo lo que da.

Es un fenómeno prácticamente mundial, transcultural, transreligioso.  Precisamente para evitar conflictos al unir bajo la misma cobertura a diferentes creencias, se trata de evitar el nombre de Navidad y se quiere sustituir por “las fiestas de la estación”.  No sea que se nos vayan a ofender aquellos con otras creencias, a los que podría parecer que nosotros les estamos imponiendo una doctrina, alguna agenda.

Esta qué, posiblemente, es la festividad más extendida y aceptada en la humanidad, ha cambiado un poco en las formas. No así en el fondo, en su razón de ser.  Lo que verdaderamente se celebra. Debo reconocer que, para mí, esto no era una preocupación. Hasta hace relativamente poco. “Qué bueno que se celebre el nacimiento de Jesús”, decía yo. “Tal vez no lo acepten, Tal vez no lo entiendan, tal vez ni siquiera repitan su nombre, pero de alguna manera sé están adhiriendo a Él”, añadía. Y con este pensamiento, por años, no hacía comentarios sobre este tema. 

Pero algo ha cambiado. Está cambiando el fondo de la celebración, su motivo, su intención. Y esto nos lleva tener dificultades para contestar una pregunta muy simple: ”¿qué celebramos?”  De algún modo, el concepto de la Navidad se ha vaciado de significado.  O, por lo menos, de su significado original. Sí, Navidad es un momento de nostalgia, el recuerdo de mis navidades de niño, la ocasión de mostrar cariño para mis hijos y nietos.  Es un asunto de tipo cultural, dónde seguimos las tradiciones de nuestros padres, las costumbres que tenemos en nuestro terruño. Una manera de ayudar a otros a ser felices. Pero es mucho más.

La mayoría de las iglesias cristianas celebramos a Jesús niño y en los regalos conmemoramos el gran regalo que Dios Padre le hizo a la humanidad al entregarnos a su Hijo. Pero si no tenemos su significado original, es necesario asignarle algún tipo de significado.  Recientemente, sobre todo en los canales de televisión originados en los Estados Unidos, se han producido programas de contenido navideño, en algún caso transmitiéndose 24 horas al día desde el mes de octubre hasta los primeros días de enero.  La mayoría con un esquema relativamente homogéneo: una familia incompleta, dónde la madre y en muchos otros casos el padre, dan todo su cariño a un hijo cuando se han quedado solos por diferentes razones.   Y hay tal devoción por el hijo que no se han preocupado por tener alguna otra relación. El niño es feliz, pero siente necesidad de que su padre también sea feliz.  Aparece alguna chica o algún chico, que no ha logrado encontrar un cariño estable y en el ambiente navideño surge un romance.  Todo lo cual ocurre en torno a la Navidad, que contribuye a que ellos que viven la soledad, encuentren nuevamente el amor y el modo de completar la ausencia del padre o madre que ya no está ahí.  Y, obviamente, después de algunos problemas, de algunas dificultades, aquellos sedientos de cariño se encuentran finalmente. Todo ello en un ambiente festivo, la rememoración de las costumbres hogareñas, el cariño de familia. Un romance blanco, sin escenas de alcoba, temas muy familiares. Por cierto, con cierta frecuencia, se presentan películas donde se trata el tema de la Navidad entre las familias de los militares quiénes, por su servicio a la nación, se tienen que separar de sus familias en estos tiempos.  Se ve como, estas familias, mantienen vínculos con quienes están lejanos.  Algo hermoso y seguramente muy necesario para las familias de quienes están al servicio de la nación. Todo buenísimo. Pero ese no es el sentido de la Navidad.  Muy bueno y necesario en cualquier época.  Ojalá el mensaje penetre y se afiance. Pero esos son los valores familiares, valores eternos, no exclusivamente navideños.

Pero, últimamente, ha nacido otra tendencia, a la cual no le encuentro realmente las bondades que le puedo encontrar a las que comenté anteriormente. Ahora se ha estado hablando de la “magia de la Navidad”.  Como si fuera un rito, una palabra mágica, que produjera felicidad por sí misma. Como si el mero hecho de repetir ciertas costumbres generara bien por sí mismo. Esto, que se ha venido cocinando en los últimos años y que ahora ha sido encabezado por el poder mercadológico de uno de los refrescos más conocidos del mundo, el mismo que popularizó el concepto de Santa Claus y la imagen que todos le conocemos.  Y en esto, tristemente, yo no puedo estar de acuerdo.  Puedo aceptar las costumbres familiares, las culturas locales y el modo como celebran esta fiesta y también el hecho de que otras religiones y otras culturas deseen celebrar junto con toda la humanidad lo que nosotros celebramos, por sus razones muy particulares.  Porque en cada cultura están las semillas del mensaje que Dios ha puesto para los hombres.  Pero no es un mensaje de magia, es uno de valores de bondad, bien y belleza.

En fin, celebremos la Navidad cómo lo que es: un recordatorio de la verdad, el bien y la belleza, los grandes valores humanos.  Que para algunos de nosotros están encarnados en el hijo de Dios vivo, que nos llegó cómo un niño.  Otros, que no creen en Él, desean y creen en la bondad, el bien y la belleza. No en un rito mágico que produzca bien por sí mismo, sino el resultado de nuestro deseo de vivir siempre de mejor modo. Que esta Navidad sea, para todos y todas, una gran alegría y que esta ilumine nuestro año próximo.

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