La gratitud como arma política

Una característica de la cultura mexicana es la gratitud. Ser ingrato es muy mal visto en nuestra sociedad.



Una característica de la cultura mexicana es la gratitud. Ser ingrato es muy mal visto en nuestra sociedad. Bien decían nuestros abuelos y bisabuelos: “No es bien nacido el que no es agradecido”. Incluso en nuestras canciones, aquellas de amor y despecho, una de las peores cosas que se le puede decir de una mujer es que es una ingrata. ¿Se acuerdan de la “ingrata perfida, romántica insoluta” del gran Chava Flores?

Sí, el mexicano responde a cualquier favor o ayuda que recibe con un sentimiento de agradecimiento profundo. Y si no tiene manera de corresponder, con mayor razón: se siente en deuda y hará lo posible por quedar bien. Nuestra clase política tiene esto muy claro. Y lo aprovecha siempre que puede. Hacer favores a quienes no pueden corresponder, les crea un ambiente muy favorable. Y si lo llevan a cabo de una manera sistemática, se va creando una red de favores por reconocer, que puede ser usada para objetos políticos. Y frecuentemente lo es.

Ya la famosa metáfora de nuestro Octavio Paz, comparaba al sistema mexicano con el ogro filantrópico. El ogro, un ser temible, que reduce drásticamente la libertad de la sociedad, tiene sin embargo un aspecto filantrópico. Del ogro se pueden esperar muchos males, pero también algunos bienes. De modo que más vale llevarla bien con dicho ogro. Pero a la vez tenemos un perverso sentido de gratitud: estamos agradecidos porque no nos hace mucho daño y también estamos agradecidos por los bienes que llega a darnos en su filantropía. Y esto le da una gran estabilidad a un sistema que duró más de 70 años y que fue copiado, si bien no de la manera tan perfeccionada como el ogro tenía, en lo que llamamos la transición democrática. Misma táctica que la 4T, fiel a su ADN, está repitiendo usando los usos y costumbres de la dictadura perfecta.

Hace todavía algunos días pude ver en vivo un ejemplo de este agradecimiento que rinde frutos políticos. Y conste que no fue algo provocado: simplemente se dio la situación y la gente reaccionó en consecuencia. En uno de los puntos de vacunación del COVID 19, se creó algo similar a una libreta donde la gente podría poner sus comentarios al proceso de vacunación. Algo así como una especie de buzón de sugerencias, con la diferencia de que era un tendedero: a la gente se le proporcionaban hojas de papel y se les prestaba una pluma para poner su opinión y colgarla en un cable. Era realmente interesante cómo había gente que aprovechaba la oportunidad para agradecer a la presidencia de la República y a la gobernadora de nuestro estado, el hecho de que nos hicieran accesible la vacunación. Sí, estoy consciente de que muchos podrían haber sido del partido gobernante. Pero también pude escuchar conversaciones espontáneas donde la gente demostraba un agradecimiento por ese servicio.

Algo notable es que tenemos una parte importante de la población que todavía no entiende que este servicio es una obligación del Gobierno y no una merced, ni un favor que les están haciendo a la población. La Constitución, tanto federal como local, consagra el derecho al acceso a la salud para la población. De manera que dichos gobernantes no nos están haciendo ningún favor, solamente están cumpliendo una obligación para la cual fueron elegidos. Por otra parte, para mucha gente, no es claro que este servicio nos lo están dando con nuestro dinero. No son recursos de los gobernantes: es el fruto de los impuestos que a todos nos cobran. Y que muchas veces no nos damos cuenta. Porque, por poner algunos ejemplos sencillos, si usted se compra unos zapatos o una blusa usted está pagando un impuesto. No se ve, porque el Impuesto al Valor Agregado ya está añadido en el precio que usted y yo pagamos. Y si se nos ocurre tomarnos un refresco, pagaremos un impuesto especial, adicional a lo que ya nos están descontando como Impuesto al Valor Agregado. De manera que el pago por este servicio de vacunación que usted y yo recibimos o iremos a recibir, ya nos lo cobraron por anticipado.

Pero no cabe duda que el concepto del ogro filantrópico tiene un fuerte arraigo en nuestra población. Y no será sencillo desarraigarlo. Se requiere que todos sin excepción nos esmeremos en adquirir una cultura cívica, que nos permita entender cómo funciona el Gobierno, cuáles son sus obligaciones, de dónde vienen los recursos con los que nos atienden y qué es lo que podemos exigirle. No en balde las leyes electorales prohíben la entrega de Obras Públicas en la cercanía de las elecciones; porque aún si no lo dicen explícitamente, funciona como un instrumento para movilizar el voto del agradecimiento.

No, no se trata de cambiar nuestra cultura para volvernos unos desagradecidos. Si se trata, y esto es muy importante, de entender cuando de veras hay algo que agradecer y cuando se trata de servicios que nuestra sociedad paga para apoyar a la población. Y a quien hay que agradecerle es a los sufridos contribuyentes, que en alguna medida somos la inmensa mayoría de este país.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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