Jerusalén, la clave de la paz en Medio Oriente

La reciente decisión de los Estados Unidos de trasladar su embajada a Jerusalén vuelve a poner en la mesa el tema de la paz entre palestinos e israelitas. Que no es un tema únicamente local, sino uno que afecta la situación de Israel con todos los países de religión musulmana. Y al mundo.



Jerusalén es una ciudad muy antigua, uno de los lugares con mayor tiempo de haber sido habitado en forma continua. La Biblia menciona a Salem, que se identifica con Jerusalén, como un lugar ya habitado cuando Abraham llegó a Canaán. Ahí el patriarca hizo un sacrificio a Dios con el sacerdote Melquisedec, que gobernaba a Salem. Al regresar los hebreos a Canaán, después de salir de Egipto, tardaron un tiempo antes de conquistar Jerusalén, lo que ocurrió con el rey David. Lo cual significa que esta ciudad solo fue ocupada por los hebreos bastante después de su fundación. Ahí construyó Salomón el templo, donde residía el arca de la Alianza.

Destruida parcialmente por los Asirios, fue reconstruida por Esdras y Nehemías y el templo fue rehecho y posteriormente ampliado por Herodes el Grande. Ahí predicó Jesús y fue juzgado, crucificado y ahí resucitó. Mucho después, Mahoma está en Jerusalén y desde ahí es llevado al cielo, dejando su huella en una roca, donde hoy está la cúpula de la roca, justo en el monte Sion, donde estaba el templo de Salomón y de Herodes. También se cree que esa roca fue el lugar donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac y que después fue trasladada al monte Sion.

Como se ve, Jerusalén reúne los lugares más sagrados para los judíos, los cristianos y los musulmanes. Las cruzadas, en la edad media, se llevaron a cabo para rescatar esos santos lugares de las manos de los musulmanes. Y fueron parcialmente exitosas, pero solo por un corto tiempo.

En el siglo XX, al crearse Israel, las Naciones Unidas dividen Palestina en dos partes y también dividen a Jerusalén, dejando la parte nueva en manos israelitas y la ciudad vieja, donde están los santos lugares de las tres religiones, en manos de los musulmanes. Esto sigue así hasta que, en la guerra de los seis días de 1967, Israel ocupa entre otros territorios, a la ciudad vieja de Jerusalén y declara a la ciudad su capital. Naciones Unidas no reconoce esa capital y pide a todas las naciones que hagan lo mismo, manteniendo sus embajadas en Tel Aviv.

Ahora, cincuenta años después, los EU anuncian que trasladarán su embajada a Jerusalén, con lo cual se generan toda clases de disturbios en Israel y la amenaza de un nuevo levantamiento, la llamada tercera intifada.

Probablemente no hay una buena solución a este conflicto. Ahora Israel tendrá que enfrentar nuevos ataques de los extremistas palestinos y musulmanes, con lo cual se aliviará su presión en Siria y en contra del Estado Islámico o Daesh fuera de Israel. En nada contribuye a la paz en la región este reconocimiento. Porque sin una solución al tema de Jerusalén, no se pacificará la región.

Tal vez una posible solución es la de crear una ciudad internacional, como fue Tánger, Marruecos a principios y mediados del siglo XX. Una ciudad gobernada por Naciones Unidas, con representantes de los países que forman el Consejo de Seguridad de la ONU y que garantice autonomía y libre acceso a los santos lugares para todos. Para nadie será la solución óptima, pero como están las cosas, no se ve otra solución viable. Y es algo que puede contribuir a la paz en esa sufrida zona del mundo.

 

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