Hace 29 años

Hace poco más de 29 años, el inicio del 1994 se vio sacudido por un evento poco usual. Muchos de los ciudadanos de nuestro país, los llamados Millenials y Centennials no vivieron esta época y sólo la conocen por referencias de sus familiares y amigos. En una ciudad mediana, San Cristóbal de las Casas, se dio un levantamiento. Grupos de indígenas, algunos de ellos bien armados pero la mayoría con armas de madera, tomaron una parte importante de esa ciudad y atacaron al ejército mexicano en un cuartel ubicado en los altos de Chiapas, en el Campo Militar 31 llamado Rancho Nuevo.

Vale la pena comentar la situación actual de esta población. Ahora, 29 años después, se trata de una ciudad con poco más de 215, 000 habitantes. Una localidad que era y sigue siendo muy culta, que tiene una proporción de museos muy elevada, mayor de la cantidad de museos por mil habitantes que tienen otras ciudades mayores de México. También tiene centros de investigación, una proporción importante de investigadores nacionales y vive mayormente del turismo. Su población flotante está formada por turistas con un enfoque cultural y también lo que podría llamarse el turismo ideológico, generalmente de izquierda. Y una parte importante de sus habitantes no nacieron en la ciudad.

En 1994 se destapa un ambiente desconocido por la mayor parte de los habitantes de nuestro país: una situación ancestral y fundamentalmente injusta, donde la discriminación racial que tenemos en nuestra patria se exagera ampliamente. Intentos por civilizar a las distintas etnias indígenas de esta parte de Chiapas, tenían un enfoque de hacer que los indígenas perdieran sus costumbres, buscando sustituir sus distintas culturas por una cultura única, la cultura de los mestizos que hablan en castellano.

Se presenta el así llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), con una minoría de mestizos, con una visión de izquierda, que logran ganarse la confianza de los pueblos que habitan esa región. Tras el levantamiento sigue una larga temporada de negociaciones donde se trata de llegar a convenios, los así llamados acuerdos de San Andrés Larráinzar, y que años después llegan, en un sexenio de transición democrática, a la capital del país, donde finalmente no se obtiene ningún resultado.

Los indígenas, creando un modelo propio de gobierno, se niegan muchos de ellos a recibir apoyos del gobierno federal y se mantienen hasta la fecha en un estado de rebeldía relativamente pacífica. El gobierno federal renuncia a tratar de incorporarlos y, en el sexenio actual, con un gobierno de izquierda, ellos siguen estando en su estado de rebeldía, rechazando algunas de las propuestas mayores de este gobierno, sobre todo lo referente al llamado Tren Maya, percibido por ellos como dañino para bosques y selvas en los que habitan.

Parece claro que los modelos totalitarios no han logrado capturar las ideas de estos pueblos. Curiosamente, en uno de los eventos más conocidos del EZLN, se crea una frase muy interesante: “Un mundo dónde quepan todos los mundos”. Una idea atrayente, al menos como lema. Parecería que este grupo reconoce que la sociedad no puede ser de un solo color. Que dentro de la misma puede haber diferentes modos de pensar y que el modelo de sociedad que nos conviene es uno que reconozca los derechos de las minorías y que evite, en nombre de la democracia, lo que algunos llamaron la dictadura de las mayorías, de la que hablaba Alexis de Tocqueville.

La realidad es que en nuestro país el cambio de gobierno hacia la izquierda ha traído nuevas marginaciones: los progres contra los fifís, la cuarta transformación contra los conservadores, y otros modos de marginar a quienes piensan diferente.

Hay que reconocer que los así llamados modelos sociales tienen sus límites. Sus proponentes piensan que su modo de analizar la realidad es el único posible. Y de esa manera nos encontramos, no sólo en nuestro país sino a nivel mundial, con diferentes tipos y conceptos de gobierno: desde las llamadas democracias populares, mismas que desaparecieron en su mayoría a finales del siglo XX, los modelos neoliberales, la socialdemocracia y hasta aquellos que proponen como modelo la anarquía clásica.

El gran tema de los próximos años debería ser el tomar una clara conciencia de que no es posible, ni siquiera deseable, que todo el mundo piense igual. Que no se puede tener homogeneidad a nivel global, a nivel país y ni siquiera en las comunidades pequeñas. Necesitamos un cambio mental: dejar de pensar en términos de dominación ideológica y tratar de construir mecanismos en los cuales podamos tener modelos de negociación que reconozcan los derechos de todos y que deje claro que ningún modelo social es inherentemente mejor a los demás, de tal manera que tenga el derecho de imponerse a todos los que no opinan de la misma manera. ¿Tendremos la capacidad y la sabiduría para poder gobernarnos de esa manera?

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