Elecciones y lecciones

Es complicado para este escribidor hacer un análisis científico de las elecciones del pasado cuatro de junio. No soy politólogo y a lo más que puedo aspirar es a hacer un comentario desde mi papel de ciudadano de a pie, totalmente basado en mi sentido común. Que algunos dicen que es el menos común de los sentidos, y en eso me baso para poder atreverme a decir a ustedes mis opiniones.

Primeramente, queda claro que triunfó quien tuvo la mejor estructura territorial. La contienda no se decidió en las redes sociales ni en los medios. Se ganó o se perdió a nivel de tierra.  En ese tema, tradicionalmente, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), siempre ha llevado la ventaja. no sólo por su larga experiencia, sino por el hecho de que los demás partidos sólo se acercan a la ciudadanía en el tiempo de las elecciones, mientras que la estructura del PRI mantiene una presencia bastante completa entre las elecciones y, por supuesto, con mayor intensidad durante la temporada de votaciones. Lo que ha hecho que los participantes en la estructura territorial priista, ahora transferida a Morena, tiene personal que es conocido ampliamente en distintos sectores de la población.

Esto ocurre sobre todo en el centro y sur del país y particularmente en el Estado de México; no tanto en los Estados del norte del país como lo es Coahuila. Los otros partidos han confiado, probablemente en exceso, en el poder de las redes sociales. Cuyo influjo es mucho más potente en los niveles socioeconómicos medio y alto, pero no tanto en los sectores mayoritarios. Sí, hay alta presencia en las redes con el voto duro de los partidos, pero esto no necesariamente se traduce en votos.

Otra lección es que aquellos partidos que tuvieron divisiones internas perdieron. A veces los dirigentes piensan, de una manera muy simplista, que el hecho de lograr una asociación a alto nivel entre los distintos aliados, va a significar una transferencia automática de los votos de algunos de los aliados hacia los otros. El ejemplo es Coahuila, dónde a última hora se logró una alianza entre Morena y el Partido Verde Ecologista, que se tradujo en una pérdida de votos que se emitieron a favor del candidato que originalmente tuvo ese partido. Pero muy probablemente la pérdida fue mayor. Algunos que habían decidido votar por el candidato original del Partido Verde, siguieron votando por ese candidato, pero no hay manera de saber cuántos de esos decepcionados por una alianza en la que no fueron consultados, decidieron no votar o votaron por el priismo, como un voto de castigo para Morena. No hay modo de conocer qué fue lo que ocurrió. 

Probablemente la consecuencia mayor a largo plazo es el daño que sufrirán los partidos de oposición. Hay pocas dudas de que el PRD es un partido moribundo. Si no logra una alianza con los otros partidos de oposición, no tendría nada de raro que pierda su registro. Con lo cual en el espectro político mexicano se perdería, al menos temporalmente, una expresión de izquierda democrática. Lo cual verdaderamente sería una pena. Aquellos izquierdistas que vienen de una larga lucha contra el sistema priista, no están nada dispuestos asociarse con el PRI ni con el PAN. Pero tampoco están inclinados a aceptar el tipo de izquierda morenista. Y, por supuesto, en un año que resta para las elecciones federales, no hay tiempo para desarrollar un nuevo partido que pueda darse a conocer, convencer a la ciudadanía y obtener el registro necesario para participar en 2024. Lo cual nos diría que al menos se requerirán siete años para tener un nuevo partido de izquierda democrática.

Tampoco es claro que la alianza del PRI con Acción Nacional tiene toda la fortaleza necesaria. Una asociación impuesta por las circunstancias, pero difícil de mantener: la unión entre un partido como el PRI que tradicionalmente ha sido miembro de la Internacional Socialista, con un partido como Acción Nacional que incluyó a bastantes elementos de la derecha mexicana, pero que tampoco es el único sector que lo conforma. A pesar de que este sea el modo como la prensa tradicional lo califica.  Tampoco es del todo cierto que el PRI está conformado solamente por socialistas. Entre sus filas hay una parte importante de miembros de corte liberal y neoliberal, lo que en otro tiempo se decía qué ahí había el sector de los políticos, que ahora mayormente han emigrado a Morena, y los neoliberales, que en general continúan en ese partido o se han retirado de la política.

De modo que no tendría nada de raro que en las elecciones del año 2024 se firme la muerte de los partidos de oposición y tengamos que pasar algunos años antes de que se conformen nuevos institutos políticos, logren desarrollar una filosofía política atractiva para la población, crear el número de adherentes necesario para poder registrarse como partido político y poder competir exitosamente dentro de algunos años. Esto, sobre todo, si en las elecciones del 2024 la alianza opositora tiene una derrota contundente.  Pero aún en el caso de tener una derrota menor, es muy difícil que se pueda mantener una alianza tan disímbola como la que presentan esos partidos. El reto es lograr, en un tiempo récord, construir una nueva filosofía política, transmitirla eficazmente al electorado y convencer a una parte importante de los ciudadanos que se decidan a participar y formar el núcleo duro de un nuevo partido qué pueda ser exitoso.

¿Quiero decir con esto que todo está perdido para los partidos de oposición? De ninguna manera. Pero, en cierto modo, su éxito va a depender, sobre todo, del efecto de las ambiciones entre los distintos sectores de Morena y sus aliados, dónde se cuentan al menos seis aspirantes a la presidencia. Dependerá de la capacidad de Andrés Manuel de imponer una disciplina férrea entre esos aspirantes. De alguna manera, se necesitará lograr una “operación cicatriz” sumamente exitosa, no sólo al nivel de los aspirantes, sino sobre todo al nivel de quiénes los han apoyado hasta este momento. Que no hay ninguna garantía de que tengan la misma disciplina que tendrán los multicitados “corcholatas”, y que no irán a cambiar su voto ni se irán al abstencionismo.

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

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