Divididas. Cuestionables y cuestionadas. Angustiosas para el PRI, quien estaba acostumbrado a ganar muy holgadamente en el Estado de México, Coahuila, Nayarit y Veracruz. Y este 2017 gana dos contiendas por un par de puntos en el Edomex y Coahuila mientras que pierde en Nayarit y las municipales de Veracruz.
Morena, indudablemente exitoso en el Edomex, donde pudo arrasar si hubiera mostrado menos soberbia para asociarse con el PRD. Al final, en tono condescendiente y autoritario puso ultimatos a otros para formar alianza. Tardíamente y de mal modo. Por otro lado, cae fuertemente en Veracruz y tiene resultados muy magros en Nayarit y Coahuila. Por otro lado, mostrando una débil estructura partidaria, estuvo pidiendo a los votantes que les mandaran fotos de las actas. O sea, que Morena no tuvo representantes en todas las casillas del Edomex. ¿Entenderá su presidente vitalicio su debilidad? Es de dudarse.
El PAN, proclamándose triunfador en tres contiendas, sigue con la idea de que son triunfadores y que la ciudadanía los prefiere. No pierden el nivel de soberbia que les dio su inesperada victoria del 2016. Todavía no entienden que ellos no ganaron, sino que sus contrincantes perdieron. Siguen sin darse cuenta que su oferta no es clara para la ciudadanía y no se molestan en promover su ideario. Por mientras, solo a base de alianzas pueden ganar. Su oferta electoral es poco atractiva. Pero mientras sus directivos siguen disputándose un poder que no tienen. Decidiendo tarde, dividiendo a su estructura interna, ya de por sí escuálida.
Sin haber ganado compitiendo en solitario, el PRD es un ganador. Ya lo daban por muerto y, evidentemente, la noticia de su muerte fue muy exagerada. Cuando ya se anunciaba su desbandada y desaparición, muestra vitalidad, capacidad de armar alianzas y seleccionar en el caso del Edomex un candidato muy viable. Al que le faltó tiempo de campaña.
El PRI gana en dos estados, pero pierde fuerza en el electorado. En las pasadas elecciones estatales, con Eruviel Ávila actual gobernador del Edomex, el PRI tuvo casi 65% de los votos, contra poco más de 33% en esta elección. En Coahuila tuvo más de 60% en 2011, contra 38% en este año y en Nayarit donde en 2011 tuvo 46%, este año tuvo 27% y pierde la gubernatura.
Esto puede tener varias lecturas. La de que las antiguas mañas de “ingeniería electoral” siguen funcionando y que se seguirán usando en 2018. O que la diferencia la hizo el voto del miedo, el slogan de última hora de que “México no se merece un régimen bolivariano”. Con lo cual muchos estamos de acuerdo. Pero tampoco se merece la “dictadura perfecta” que padecimos por décadas. Entre los populismos autoritarios del PRI y de Morena sólo hay una diferencia: uno es ejercido por un equipo y el otro es unipersonal.
Según esto, dirá usted, nadie ganó del todo. Yo creo que sí. Gana el electorado, que logra ver más allá de las mercadotecnias políticas. Gana la democracia, al haber ahora una mejor fortaleza de la oposición. Gana la conciencia política y, a reserva de conocer los resultados finales, también aumenta la participación ciudadana. Todas son buenas noticias. La pelota ahora está en la cancha de la oposición. Si juegan bien, el año próximo tendremos una historia distinta.
* Consultor de empresas. Académico del TEC de Monterrey. Ha colaborado como editorialista en diversos medios de comunicación como el Heraldo de México, El Universal, El Sol de México y Church Fórum
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