Economía moral, el libro

Los hechos que hemos visto en su primer año de gestión se traducirían en el manejo de la economía por una sola persona: el propio Andrés Manuel.


Economía moral


¿Es importante leer este libro de Andrés Manuel? Muchos dicen que no. Que no tiene nada realmente nuevo, y en parte tienen razón. Además, también dicen que el libro no fue escrito por él. Pudiera ser: sin embargo, no es su primer libro y, por regla general, la mayoría de los libros escritos por los políticos son obra de los llamados “escritores fantasmas”, personas que escriben en nombre del personaje. Por otro lado, es claro que ese libro no va contra lo que el político quiere que se diga. Y eso es lo importante: no nos interesa evaluar la capacidad literaria del personaje, sino el mensaje que quiere dar a sus lectores. Que la mayoría no lo escogió por sus dones literarios.

Finalmente, hay algunos que dicen que lo que dice el libro y lo que va a hacer, son dos cosas diferentes. Puede ser: la clase política nos ha acostumbrado a que dicen una cosa y hacen otra, a veces radicalmente diferente. Muchos que votaron por AMLO lo hicieron pensando que no se atrevería a hacer muchas de las cosas que después llevó a cabo. Y algunos todavía lo siguen creyendo: “No se atreverá a nacionalizar, no se atreverá a imponer un régimen dictatorial, no se atreverá a reelegirse”, dicen. Ojalá tengan razón. Sin embargo, sí es importante entender qué es lo que el político quiere que logre su libro.

Habría que empezar por discutir el concepto. Hay quien dice que la economía en sí misma no puede ser moral o inmoral. Sólo puede cumplir o no con el bien común, generando riqueza, distribuyéndola eficientemente, haciéndola crecer. La moralidad, dicen, está en el modo como se hace dinero y el modo como se distribuye la riqueza. Y para ello, hay muchos modos de hacerlo. Cumplir con las leyes, por ejemplo, ser generosos y repartir la riqueza en obras filantrópicas, en particular las que mejoren el nivel de vida de la población, sin olvidar el apoyo a la cultura, como hicieron muchos mecenas durante el Renacimiento.

Hay en este libro un enfoque dogmático. Por ejemplo, todas las medidas que hayan tomado los grupos que ahora son la oposición, definidos como neoliberales o neoporfiristas, son por necesidad inmorales. No le importa al autor que, en la última década, a nivel mundial, la globalización y el enfoque en la competitividad, hayan sacado la pobreza a 700 millones de personas. No le hacen mella a él ni a sus seguidores los ejemplos de Corea del Sur y Singapur, que en una generación pudieron pasar del tercer mundo al primer mundo, aplicando precisamente los conceptos neoliberales.

Estrictamente hablando, en México no ha habido neoliberalismo. Y el propio libro lo demuestra: el liberalismo original y el neoliberalismo propugnan porque el Estado no participe en la economía. Y la realidad de México es que el gobierno siempre ha intervenido, de una manera u otra. Hemos tenido lo que algunos le llaman “el capitalismo de cuates”, otros le llaman mercantilismo definido como la conducción de la economía por los políticos junto con los grandes capitales, y otros más lo definen como neoporfirismo, que es un concepto mucho más apropiado. Que el autor menciona muchas veces junto con el concepto de neoliberalismo.

Una proporción muy importante del libro se dedica a la historia: la de la Colonia que trata con bastante amplitud y la de los 36 años de neoporfirismo, de 1983 al 2018. Pasa muy rápido por los 80 años iniciales del siglo XX , como si hubiera sido una época de bonanza sólo manchada por algunos problemas de desequilibrio en economía en lo que muchos llamaron “ la docena trágica” de 1970 a 1982.

Si usted quiere saber de economía, éste no es el libro que debe leer. Es más bien un libro que intenta ser de filosofía de la economía. Ha habido críticas, en mi opinión banales, por el hecho de que le encontraron una falta de ortografía. Crítica que se debe hacer a la editorial Planeta: todas las editoriales tienen correctores de estilo y es su responsabilidad asegurarse que los libros no contengan faltas de ortografía o de otro tipo.

Otra parte del libro se dedica a un diagnóstico de la situación económica. Breve y, en mi modesta opinión, dejando muchos temas por tratar. En muchos casos se presentan solamente síntomas sin entrar a fondo en las causas. Hay errores: se dice que México está en el tercero o cuarto lugar en cuanto a la mala distribución de la riqueza, cuando en una lista incompleta de países dice que en el año 2018 estábamos en el lugar diecisiete. Curiosamente, con mejor distribución de la riqueza que países que hasta muy recientemente tuvieron gobiernos socialistas, como Chile y Brasil. También está mal interpretada una gráfica donde se presenta el índice Gini, que muestra que durante los años 2000 a 2012, mejoró la distribución de la riqueza en México. Tema que no es reconocido en el libro.

Hay una buena cantidad de dogmas en el análisis. El dogma de que el neoliberalismo es malo por definición. El de que el gobierno es responsable de la economía y que es el único camino para lograr el bienestar. Que ya no hay intervención del ejecutivo en los otros poderes de la unión. Que ya se ha reducido la corrupción, dando como argumento la percepción de una encuesta internacional, que consulta las opiniones pero que no puede decir si efectivamente esas percepciones corresponden con la realidad. Y muy en el fondo, está el dogma de que este presidente no se equivoca. En el libro hay una total ausencia de autocrítica.

Pero, por otro lado, hay que reconocer que la oposición no ha presentado otro diagnóstico y no ha presentado soluciones para los problemas que AMLO describe. Porque muchos de estos problemas son reales. Le hace falta a la oposición presentar opciones mejores que las que presenta MORENA. No puede ser la opción el regresar al 2017: hay que completar y mejorar el diagnóstico y ofrecer opciones atractivas para la ciudadanía. Es cierto que MORENA no tiene autocrítica, pero no es menos cierto que es la oposición tampoco la tiene.

En cuanto a las políticas, como dice Carlos Manuel Urzúa, exsecretario de Hacienda, es una combinación de la proclama política que se presentó como Plan Nacional de Desarrollo, sin objetivos ni tiempos, sin posibilidad de medir su cumplimiento. Combinado con una especie de informe presidencial de los primeros meses de su gestión.

Los conceptos de cero corrupción y austeridad se presentan sin hablar de las contradicciones ni mucho menos del avance en cuanto a la corrupción ni de los problemas de ejercer la austeridad, como dijeron muchos, a machetazos cuando se hubiera necesitado el bisturí. Habla de la separación del poder económico y el poder político. Un concepto que podría ser liberal, con la diferencia importantísima de que no se trata verdaderamente de una separación sino de absorber el poder económico por el poder político. En su diagnóstico se mencionan los problemas de privatización parcial del petróleo y la energía y se menciona también, y no se vuelve mencionar después, las concesiones mineras de los tres grupos más importantes en ese medio, a los que menciona por su nombre. ¿Se está hablando acaso de que cuando venzan esas concesiones se les retiran y las absorberá el gobierno? No lo dice, pero tendría lógica dentro de los dogmas y el tono general que tiene el documento.

Se habla de democracia participativa, un paso tras del concepto tan valioso de Enrique Krauze de mantener una democracia sin adjetivos. Se habla de política externa y migración, donde no se va más allá de los conceptos priistas de la no intervención y libre determinación de los pueblos, que en la práctica se aplican discrecionalmente. Su solución a la migración es la creación de empleos dignos para hacer innecesario que la población emigre y que se den también a los centroamericanos que lleguen a nuestro país buscando mejores condiciones de vida. Desgraciadamente, su democracia participativa a través de encuestas o de votaciones ha mostrado que no tiene la transparencia requerida, como fue la consulta para el cierre del nuevo aeropuerto internacional de la ciudad de México.

Habla del Estado promotor del desarrollo y responsable de la distribución de la riqueza. Una vez más, deberíamos esperar mayor intervención del Estado en la economía durante el período de gestión de AMLO. Que, por los hechos que hemos visto en su primer año de gestión, se traduciría en el manejo de la economía por una sola persona: el propio Andrés Manuel.

Ya es demasiado largo este artículo: es excesivo tratar de resumir en unas cuantas páginas un documento relativamente extenso. Si usted me lo permite, comentaré algunos temas que no se tratan. No se habla de globalización, no se habla de tecnología ni desarrollo tecnológico, no se habla de ecología, temas muy importantes para los próximos años. No se maneja como un problema los ataques a la libertad de expresión y no se dan soluciones de corto plazo o mediano plazo para el problema de la violencia, para el que sólo se da como solución la entrega de dinero a la población y la mejora de la economía.

¿Qué podemos esperar, de acuerdo con lo que dice este libro? Una intervención sustancialmente mayor del gobierno en la economía. Una mayor polarización: los adeptos de Morena, que son los buenos, contra todos los demás, que son los malos. Un manejo personal de la economía del país por el primer mandatario, con una ausencia importante de autocrítica y la imposición de dogmas estatistas y socialistas.

 

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