Vuelve a aparecer en medios sociales y tradicionales el tema de la ayuda a los pobres. Ahora resulta que en 2013 solo se entregó el 7% de las despensas destinadas a la Cruzada contra el Hambre, de la que ya hemos oído poco últimamente.
Abatir la pobreza es uno de los temas favoritos de los políticos. Nadie se va a oponer a un programa así. Muestra compasión, atiende un problema real. Y, por desgracia, es muy difícil de controlar. Y el costo de implementarlo es enorme. Recientemente en un estudio titulado “La Gran Estafa”, animalpolitico.com dio a conocer que, de 555 millones de pesos destinados a paquetes alimentarios en ese año, solo hay constancia de que el 7% se entregó a los destinatarios. Este número no deja claro si incluye la administración de la entrega de esos paquetes.
Hace años, en un programa parecido en Australia, destinado a aborígenes de ese país, se encontró que del dinero que costó el programa, solo el 10% llegó a los destinatarios. Si, en un acto de fe, suponemos que en Australia hay menos corrupción que en México, entonces es que el costo de esas ayudas se consume en administración y en burocracia.
Pero no es solo eso. En México tenemos el programa de ayuda a la pobreza que, muy posiblemente, es de los mayores del mundo. Cada año nos llegan a México 26,000 millones de dólares en remesas de los emigrantes, más de 500 mil millones de pesos.. Sin burocracia, sin desvíos, nos llega una cantidad inmensamente mayor que la que se destinó en 2013 a la cruzada contra el hambre. ¿Por qué, entonces, no se ha erradicado el hambre?
Todo parte, me parece, de un concepto muy equivocado. Pensamos que los pobres son pobres porque no tienen dinero. Visto así de simplista, la solución es sencilla. Hay que darles dinero o su equivalente en especie. Pero no ocurre así. Falta algo muy importante. El Banco Mundial ha probado de todo: Infraestructura, crédito, tecnología. Y no ha logrado ni siquiera una parte de lo que han logrado China y la India al sacar de la pobreza a más de 600 millones de personas en la última década. Esos países entraron fuertemente al comercio mundial y dieron libertades a las empresas privadas. O dicho más técnicamente, aumentaron sus mercados y operaron más eficientemente sus empresas.
Esto no quiere decir que la filantropía sea inútil. Pero sí quiere decir que, para tener efectos duraderos, es necesario más que dinero. Es una visión sistémica y de largo plazo. Es construir capacidades y habilidades. La honestidad en estos apoyos a los pobres es necesaria, pero no suficiente. Hay que dar, hasta que duela, pero también dar con buen sentido. No solo dar dinero. Tener la sabiduría de saber en qué se va a usar y que resultados deben dar. Una sabiduría que no abunda. La filantropía muchas veces da para situaciones de emergencia humanitaria. Y que bueno. Pero eso, y lo hemos comprobado, no basta. También hay que aportar para soluciones duraderas.
Un gran mexicano y un gran filántropo que sí entendió este concepto fue el recientemente fallecido Don Lorenzo Servitje. En el próximo 2º Encuentro Nacional Juntos por México, los días 6 a 8 de octubre en Querétaro, entre las actividades del Encuentro se le hará un homenaje. Los asistentes conocerán su actividad en favor del desarrollo de México y cómo fue su visión para el apoyo a las necesidades del país.
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