Estoy seguro de que la ciudadanía podrá encontrar caminos para acotar el poder de los autoritarios que aspiran a gobernarnos.
No hace mucho, un buen amigo y escritor me dijo en un tono amable que en uno de mis artículos hacía falta que “sembrara un poquito de esperanza”. No crea usted que me gustó mucho su observación, pero viniendo de un amigo bueno y un hombre inteligente, me hizo reflexionar.
Creo que somos muchos los que no tenemos esperanza en el resultado de estas elecciones. No es fácil ver un resultado bueno de las mismas. Los candidatos no inspiran confianza y menos aún esperanza a una gran parte de los votantes. De ahí la gran cantidad de ciudadanos indecisos. Y no se les puede culpar.
A los cristianos, a los católicos, se nos propone como una virtud la esperanza. Una de las mayores virtudes de esta religión. Pero, pensando en porqué los católicos han sido discriminados por mucho tiempo, una razón es que algunos no ponemos muestra esperanza en las cosas del mundo. No la ponemos en el dinero, en el poder, en las autoridades, en los lideres. Ni en los candidatos o partidos políticos, como es el caso. Sabemos que todas esas cosas pueden fallar y de hecho fallan. Por eso ponemos nuestra esperanza en un Señor qué no nos falla: Jesucristo.
Como comunicador católico, yo comparto ese modo de vivir la esperanza. Y, además, como mexicano y como aprendiz de democracia, creo en la ciudadanía. Creo, como decía Lincoln, que se puede engañar a un poco de gente todo el tiempo, a toda la gente por algún tiempo, pero no a toda la gente todo el tiempo. Por eso, mi esperanza no está en los caudillos ni en los partidos, sino en la ciudadanía.
Esta confusión que estamos viviendo es, por si sola, una señal de esperanza. Una parte importante de la sociedad no está aceptando la manipulación de la mercadotecnia política, de los partidos y de los candidatos. No estamos convencidos de sus posturas y sus propuestas. Vemos falacias en sus argumentos y no las aceptamos. Nos resistimos.
Finalmente votaremos, porque lo sentimos nuestro deber cívico. Pero sin alegría, sin esperanza. Lo que sigue después de las elecciones, está en nuestras manos. Si nos resignamos a los resultados y dejamos hacer a la clase política, habremos perdido por partida doble. Si la derrota de la razón y del bien común nos desanima, entonces habremos perdido dos veces la esperanza.
Yo creo en la ciudadanía mexicana. Tengo puesta mi esperanza en una sociedad que se ha levantado de muchas tragedias. Y que se sigue levantando todos los días. Estoy seguro de que la ciudadanía podrá encontrar caminos para acotar el poder de los autoritarios que aspiran a gobernarnos como si fuéramos un grupo de menores de edad que no merecen ser tomados en cuenta. Creo en los múltiples líderes naturales y pensadores que pueden guiar nuestros pasos. ¿Será rápido? ¿Será con el mínimo dolor posible? Eso no lo sé. Lo que sí sé es que encontraremos el modo de ponernos de pie una vez más. Y estar mejor que nunca.
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com