No vemos con facilidad una salida al estancamiento que estamos viviendo y del cual la clase política no se está dando cuenta.
No deja de ser una situación rara presenciar una reunión entre personas claramente de izquierda que, al sentirse en confianza, empiezan a quejarse y a criticar, incluso de manera severa al líder de la 4T. Claro, sí esos adherentes de Morena supieran que están ante un público que no comparte sus intereses, sería muy difícil encontrar quienes se pusieran en público en contra de quien encabeza su Movimiento. Pero, ya en privado, se encuentra uno con una profunda discordancia entre lo que esperaban de su Movimiento y lo que están recibiendo. Por supuesto, estoy consciente de que se trata de un caso aislado, pero me sospecho que empieza a darse cada vez más. Encuentra uno a izquierdistas de distintos tipos y tendencias que cada vez se distancian más de aquel a quien llevaron a la presidencia de este país.
La crítica que hacen no sólo es severa, puede ser en ocasiones tanto o más grosera que la que reciben de la autodenominada oposición. No cabe duda de que se abstienen de hacer este tipo de pronunciamientos frente a aquellos que podrían hacerles notar que ellos fueron quienes llevaron al poder a quien hoy critican. Claramente, y lo dicen de esa manera, no quieren darle armas al enemigo.
Y la verdad es que no están solos. Este mismo fenómeno se está dando entre quienes dieron su voto a los oponentes de Morena y que ahora se dan cuenta de que estaban apoyando a grupos que no son capaces de tener propuestas sensatas y cuerdas que oponer a quienes hoy gobiernan. De que esos partidos solo son en el papel una oposición y reciben fondos de los contribuyentes para sostener sus estructuras, como si lo fueran. Pero que no están presentando verdaderas opciones, y probablemente no tuvieron nunca la capacidad de presentarlas. Mismos que se quedan callados con el mismo argumento que tienen los que apoyaron a Andrés Manuel: no queremos darles armas a los enemigos ni decepcionar a quienes votaron por nosotros.
¿Y qué papel nos queda a nosotros los sin partido, los ciudadanos de a pie que estamos tanto o más decepcionados de esta clase política? ¿Debemos resignarnos al papel que los gobernantes nos han asignado desde los tiempos de la colonia, el de” callar y obedecer y no meternos en los altos asuntos del Gobierno”? Porque ese es el papel donde nos quisieran tener nuestros políticos. No cabe duda de que entre ellos se odian, pero no tanto como detestan al ciudadano que se atreve a criticar a quienes se consideran como la sacrosanta casta de los políticos, de los que participan, del “círculo rojo”, de los que se “sacrifican” por la Patria,
Yo, por lo menos, no estoy dispuesto a quedarme callado. Sé que muchísimos de mis conciudadanos están tan asqueados de la clase política que no quieren acercarse ni siquiera para criticarlos. Y eso también es un error. Como se dijo en algún tiempo, la política es demasiado importante como para dejársela a los políticos. Por otra parte, tampoco se trata de rebajarnos al nivel que tienen algunos políticos. Muchos piensan que insultar es sinónimo de criticar. Y la verdad es que el insulto no es sirve más que para un desahogo. Raramente puede tener el papel de una propuesta bien pensada y meditada. Si los políticos no tienen la capacidad de criticar sin insultar, si no pueden sumar y encontrar un terreno común, si son incapaces de hacer propuestas valiosas, alguien debe de tomar ese papel. Y para hacerlo debemos de debatir, de cuestionar, de proponer y atrevernos a equivocarnos. Que muchas veces una equivocación de buena fe abre el camino para propuestas muy valiosas.
¿Estamos decepcionados? Mucho. No vemos con facilidad una salida al estancamiento que estamos viviendo y del cual la clase política no se está dando cuenta. Por supuesto. Si suena como que estoy amargado es porque estoy amargado. Y sospecho que no soy el único. Estoy consciente de que esta amargura no construye, pero que el silencio, la abstención, el tratar de evitar hacer daño a las escasísimas propuestas que recibimos, nada de ello nos da la solución. Que muy probablemente no será una solución única ni procederá exclusivamente de algunas de las posiciones políticas. Hay que examinar las situaciones, hay que debatir, hay que encontrar razones y propuestas. Que nuestra sociedad se muere de angustia por falta de planteamientos.
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