Cultura del entretenimiento

Recientemente un buen amigo me deseaba, a propósito de la Semana Santa, que lograra reconstruir el alma. Me encantó el concepto. Un deseo claramente ambicioso. A veces tenemos que reconstruir el alma, una tarea similar a la de reconfigurar el software o nuestras aplicaciones cibernéticas; parecida a la reorganización de nuestros planes. Algo que nos ocurre con alguna frecuencia.

También me estaba deseando un trabajo exigente, honrado, nada fácil a la hora de llevarlo a cabo. Porque requiere de un esfuerzo de profundizar en nuestros pensamientos, nuestros razonamientos, en nuestro conocimiento de lo que ocurre a nuestro alrededor. Pensando en la cultura de esta primera cuarta parte del siglo XXI, podríamos definirla como una cultura del entretenimiento. Entendiendo que la definición de una cultura se hace mayormente por el orden de importancia que le damos a nuestros valores. Y así, sí le damos prioridad al entretenimiento y a la diversión sobre la reflexión profunda, estaremos actuando en una cultura que pone en primer lugar el entretenimiento.

No hay más que ver cuánto de nuestros ingresos se destinan a la diversión. He visto muchachos y muchachas jóvenes endeudarse para poder asistir a un espectáculo, por montos que podrían fácilmente ser el de sus ingresos de uno o más meses. Pero que lo hacen con gusto, considerando que esa diversión lo vale. En otro campo, recientemente me hicieron una encuesta sobre el mercado de un producto industrial y una de las preguntas era si el empaque del producto me parecía divertido. Después de que se me pasó el ataque de risa, reflexioné: ¿cuál es el sentido de que se use en industria química un empaque que se pueda considerar divertido? Pero, evidentemente, al diseñador de ese producto le parecía algo muy importante.

Hay que reconocer que eso es algo que nos ocurre a todos. Gracias a las “benditas redes sociales” han aumentado exponencialmente la facilidad y la disponibilidad de las ocasiones para la diversión y el entretenimiento.   Simplemente considere usted cuántas horas del día le dedica al entretenimiento, cómo mezcla el entretenimiento con su trabajo formal. Después de medir eso, calcule usted cuánto le dedica a profundizar sus capacidades para desarrollar el trabajo que le han encomendado o que usted mismo se ha impuesto.

Recientemente se presentó el resultado de una evaluación sobre el coeficiente intelectual de la humanidad. Dicen los investigadores que, por primera vez desde que se empezó a medir ese indicador de la humanidad en su conjunto, el coeficiente intelectual ha disminuido en la última década. Los investigadores no llegan a comentar cuál es la razón de esta disminución. Pero no faltarán algunos, por ejemplo Nicolas Carr o Cal Newport, qué le asignan esta disminución a la presencia permanente de distractores y al concepto, muy de moda, de las multitareas, que nos recetan para ser cada vez más productivos.

No quiere decir esto que no debamos de tener entretenimiento y diversión. Ellos forman una parte del descanso necesario. Pero cuando se exagera puede reducir la eficiencia. Algo similar ocurre con actividades necesarias, cómo podría ser el sueño. Claramente necesitamos una cantidad razonable de sueño, para mantenernos mentalmente activos. Pero una persona que considere el sueño como su actividad fundamental, dormirá veinte horas diarias, y claramente terminaría enfermo. De la misma manera que si creyera que con dormir tres horas diarias podría aumentar enormemente su productividad.

Volviendo a mi amigo, yo entiendo qué es un buen deseo y tiene que ver con que yo tenga profundidad en mis pensamientos, en mis acciones. Entiendo que no me está pidiendo un tipo de profundidad exclusivamente académica, racional, científica o religiosa. Aunque claramente tiene elementos de esos en la reflexión, que me permiten tener un pensamiento profundo y, cómo dice mi buen amigo, reconstruir el alma.

La profundización ocurre fundamentalmente en nuestro interior. Y muy particularmente en nuestra capacidad de poner prioridades en nuestro trabajo y nuestro descanso. Así como ocurre en los individuos, ocurre también en la Sociedad y, señaladamente, en las actividades de nuestro Gobierno. Muchas veces nuestro desacuerdo con nuestros mandatarios no es por las actividades que llevan a cabo, sino porque estas no concuerdan con las prioridades de la sociedad. Por poner un ejemplo, darle prioridad al ahorro sobre el gasto en la salud, se trata de fondo de un tema de prioridades.

Claro que ya pasó la Semana Santa, pero aún tenemos algunos de nosotros una semana adicional dónde podemos dedicarnos a revisar nuestras prioridades. En todo caso, no es un trabajo para hacer de una sola vez, sino una tarea permanente. Profundizar, construir nuestras prioridades, definir tareas, concentrarnos en lo fundamental. Ese es el tema.

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