¿Cuándo nos convencieron?

¿En qué momento nos convencieron a la mayoría de la comunidad de que el Gobierno puede hacer todo mejor que la Sociedad?

¿De que busca honestamente nuestro bien, a pesar de que abundan los ejemplos de que “se sirven con la cuchara grande”, en vez de servirnos a todos, y nos convencimos de que ven por el bien de la mayoría, cuando todos vemos muchos casos donde solamente algunos se benefician?

¿Cuándo empezamos a creer que saben educar a nuestros hijos mejor que nosotros, porque nosotros somos inútiles para buscar su bienestar? ¿De qué cuidarán mejor nuestra salud, cuando todos nosotros estamos conscientes de que el sistema de salud pública está dejando afuera a muchas categorías de enfermos, sobre todo a los niños?

¿De qué manera aceptamos que ellos pueden darnos un mejor nivel económico, y que lograrían un reparto más equilibrado de los bienes producidos por la Sociedad? ¿Cuándo quedamos en dejarle la responsabilidad de cuidar nuestro medio ambiente, y dejamos de hacer nuestra parte en su cuidado?

¿De qué nos informarían verazmente como gastan nuestros recursos, cuando estamos viendo que frecuentemente recibimos información equivocada? ¿De qué nos representarían dignamente ante otras naciones, preocupándose únicamente de nuestros intereses nacionales?

Y la lista podría seguir de modo casi indefinido. Probablemente nunca tan pocos pudieron convencer a tantos de aceptar sus puntos de vista y negar lo que nos dicen nuestros propios ojos. Porque, no importa cuál es la facción política de que hablemos, todos están convencidos y nos quieren convencer de que la solución está en el sistema de gobierno. “¡Es que no hay otra manera!”, nos dicen una y otra vez. “El problema no está en el concepto de gobierno, está en las personas que lo ejercen. Dennos el poder a nosotros y verán cómo cambian las cosas”, argumentan.

En otras palabras, nos están pidiendo un acto de fe. Fe en el sistema de dar a una minoría el poder sobre la Sociedad. Que la solución está en darle aún mayor poder a alguna de las minorías que pretenden gobernarnos. En lugar de analizar a fondo de qué manera la Sociedad puede administrarse a sí misma, para lograr mejores resultados.

Nos han dividido y el que divide vencerá. Nos han convencido de que no nos podemos organizar solos. Y las facciones políticas podrán estar en desacuerdo en muchas cosas, pero en esto todos están de acuerdo: qué necesitamos que nos gobiernen. Que sin ellos somos inútiles.

Todos lo dicen a su manera: desde el dicho del conde de Floridablanca, que nos decía que “debemos callar y obedecer”, hasta el lema de Porfirio Díaz, “poca política y mucha administración”. Desde el programa de Pierre Samuel du Pont de Nemours, de “dejar hacer, dejar pasar” hasta el concepto marxista leninista, llevado a sus máximas consecuencias por Stalin, de la “dictadura del proletariado”.

Nos han convencido de que solos no podemos y que a futuro podremos menos; que cada vez los necesitamos más y les debemos de dar una cuota de poder cada vez mayor. ¿Será posible que nosotros, los ciudadanos de a pie, los sin poder podamos sacudirnos ese mito dañino de que necesitamos de la casta política para poder funcionar? ¿Habrá manera de que podamos asumir nuestro papel de mandantes para ponerle límites a los mandatarios y tener medios efectivos para llamarlos a cuentas para quitarles aquellas áreas de poder en donde han demostrado que no están sirviendo a la Sociedad?

No será mientras sigamos permitiendo que nos dividan. No será mientras no nos quitemos ese sentimiento de inferioridad frente al Gobierno. No será mientras no hayamos aprendido a construir confianza los unos con los otros. Mientras sigamos creyendo en el gran mito de que del Gobierno debemos esperar todos los bienes, nuestro futuro será de gobiernos cada vez más intervencionistas, que no necesariamente fuertes, y una Sociedad cada vez más débil.

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